viernes, 6 de marzo de 2015

Che,¿sólo ahora se enteran o es porque les llegó la hora de pedir la escupidera?

Después de leer y reproducir —con nuestra generosidad acostumbrada aunque no compartida del otro lado del océano— el texto de ACE Traductores sobre la disminución de tarifas (cfr. entrada de ayer), algunos traductores argentinos decidimos opinar con más claridad y, en lo posible, generar un debate. No sabemos si esta vez será posible. El estruendoso silencio de los colegas españoles sólo se interrumpe cuando alguien les pisa los callos (alguna vez ocurrió en este blog con la Sra. Bovary de Gallego, quien después se dedicó a hablar mal de nosotros en las listas privadas de ACEtt, o con algún traductor de Anagrama, o con el intratable y ahora finado Martínez Lage, pero nada más). La cuestión es que hace más de veinte años venimos oyendo esa cantinela de que el mundo editorial español está en crisis. La verdad es la contraria. Y es la contraria hasta tal punto que creemos que llegó la hora de que alguien les explique a los colegas españoles por dónde pasa la cosa ya que ellos, según parece, no lo ven. Creemos que quienes trabajan (y traducen) en España deben saber para quién trabajan (y traducen) y lo que hubieran debido cobrar por hacer posible esa expansión (los libros no los hace el Espíritu Santo) en estos años de enriquecimiento colosal. Asimismo, recordarles una vez más su responsabilidad al traducir ya que sus traducciones se leen más allá del Mar Cantábrico o Ceuta y Melilla, por lo que la falta de ecumenismo de muchas de ellas, asume un tufillo marcadamente imperial. A ver si se enteran. 

¿Para quién se traduce?

Basta entrar en una librería de Uruguay, de Chile, de Argentina, de México o de cualquier otro país del continente para comprobar que el noventa por ciento de las narraciones extranjeras (la mayor parte de lo que entendemos por literatura) están traducidas y publicadas por editoriales españolas, por conglomerados industriales con sede en España o por filiales de editoriales y conglomerados españoles creadas en los últimos veinte años en América Latina. Si el libro es una novedad no se encontrarán sólo algunos ejemplares sobre las mesas principales; habrá una multitud que continuará en las vidrieras y en columnas inestables sobre las paredes. Si la obra salió hace diez o más años, también estará ahí como si el tiempo no pasara jamás y escritores que eran noticia en la Barcelona anterior a los juegos olímpicos harán feliz compañía al best-seller sobre vampiros malcomidos descubierto el año pasado.

Tal es la representación visual de lo que los informes institucionales y académicos peninsulares llaman la “internalización de la industria editorial española”. En esos documentos se registra lo que un lector latinoamericano ve sencillamente con sus ojos: la industria editorial peninsular o los conglomerados con sede en España monopolizan los «mercados» (1) americanos por medio de las exportaciones o por la presencia de las casi doscientas (¡¡¡200¡¡¡) filiales que existen en el continente. Datos de los que se deduce, como puede leerse en El sector del libro en España 2011-2013 (2), que la traducción española de ficción (la mayor parte de lo que entendemos por literatura) tiene como público casi esencial a los lectores latinoamericanos.

¿Cómo describir el fenómeno? En el informe que se menciona arriba, El sector del libro en España 2011-2013, donde se dedican palabras muy elogiosas a los traductores, no se describe el destino latinoamericano del oficio; el Libro blanco de la traducción(3), publicado en el 2010, no mencionaba a América latina; las asociaciones peninsulares de traductores no contemplan esta actividad transatlántica ni hay reflexiones académicas sobre la singularidad de este trabajo multinacional.

Existen además otras anomalías: profesionales de algunos países de América latina traducen (4)  para las editoriales de origen español pero lo hacen a precios más bajos de lo que es usual en España porque se aplican tarifas locales. Los textos se “deslocalizan” para borrar la procedencia y, a menudo, se venden en otros países de habla castellana. Por otra parte, los libros de mayor éxito tienen una versión latinoamericana de la traducción española en la que, por razones comerciales, se cambian algunas palabras del castellano peninsular por otras propias de algunos países divididos en cuatro bloques: ee.uu, México y América Central; Venezuela y Colombia; Argentina y Uruguay; resto de América del Sur.

La exportación de libros o cualquiera de las modalidades comerciales que adopte la industria editorial son, en una sociedad capitalista, legítimas. La legitimidad no significa que estos modelos internacionalizados beneficien a los escritores, a los traductores, a los correctores, a los lectores ni promuevan la circulación literaria entre los países de América latina porque la propia lógica expansiva parceló el continente y los libros americanos son concebidos para mercados estrictamente nacionales.

Protestar porque una editorial haya disminuido las tarifas nos parece perfecto, pero nos llama la atención que se reproduzca, una vez más, la atontada afirmación de que existe una “crisis” del libro español y que no exista una mínima reflexión sobre el objeto “libro español”.

La “internacionalización de las empresas españolas” cuenta con el arrogante silencio de los partidos políticos, incluyendo a Podemos, y probablemente con la complicidad de quienes se han venido (y se siguen) beneficiando económicamente de ese expolio cultural y de la correspondiente degradación y vacua comercialización de la cultura. Ejemplo: los medios de comunicación.

No compartimos ese tráfico internacional de la incultura y esperamos que, esta vez, nos reúna la protesta y el acuerdo.


Notas:
[1] María Fernández: “Editoriales españolas en América Latina. Un proceso de internalización secular”, capítulo del volumen La internacionalización de la empresa española en perspectiva histórica, número monográfico de Información Comercial Española (ICE), 849, julio-agosto de 2009, coordinado por Nuria Puig y Eugenio Torres. En http://www.revistasice.com/cachepdf/ICE_849_65-78__8847B920642349ACFD0111B6E4AF2C9D.pdf




4 Los encargos de traducciones incluyen la exigencia o recomendación de no utilizar localismos. Esa advertencia, desconocida en España, y las correcciones posteriores vulneran o condicionan el concepto de «integridad de la obra» amparado por las leyes españolas de derechos de autor.

7 comentarios:

  1. Estimado Sr. Fondebrider:
    No me parece bien ni una muestra de "generosidad no compartida" que se alegre de que unos colegas suyos se vean obligados a protestar por una bajada de tarifas. Le agradecería que retirara mi nombre de las etiquetas de su blog porque me incomoda que se vea asociado a su página cuando hago una búsqueda en internet.
    Atentamente,
    Rafael Carpintero

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  2. Estimado Rafael:
    No hay problema en cumplir con su deseo. Con todo, le ruego que vuelva a leer la entrada en detalle. No hay ninguna manifestación de alegría en lo escrito, sino, como bien se aclara, la comprobación de que la hay un error de base en la apreciación de muchos colegas españoles sobre lo que pasa en el mundo del libro (mención aparte del poco interés mostrado hasta el momento por discutir sobre éstas y otras cuestiones con sus colegas del otro lado del mar).
    De todos modos, voy a atender su pedido. Nadie quiere que se sienta incómodo.

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  3. Estimado Rafael:
    Ya eliminé su nombre y sus entradas del blog. Entiendo que ahora podrá buscarse a sí mismo con mayor comodidad.

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  4. Sólo en España, esta rebaja también ha afectado a correctores (25 % de rebaja) y maquetistas (36 %). Fuera de España, viene afectando a todos los que se mencionan en el post. Es, en efecto, un problema común a todos los que, desde cualquier lugar, trabajan para estos conglomerados. Pero no se está abordando de manera común. Y esto es lo que las lecturas apresuradas de esta nota, como la de Rafael Carpintero, no parecen entender. Y así nos va a todos los trabajadores.

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  5. a mí personalmente lo que me duele de todo esto, sobre todo porque vivo en españa y pago aquí mis impuestos desde hace décadas, no es que se proteste airadamente contra la bajada de tarifas de un conglomerado editorial internacional (faltaba más!) ni que se solicite la solidaridad de los hermanos sudamericanos (los mexicanos también son sudacas aquí, que conste) cuando, como dice simpáticamente rel administrado de este blog, les llega la hora a los traductores españoles de pedir la escupidera, sino algo mucho más grave y, en mi opinión, ideológico.
    tanto el ministerio de educación y cultura como la cancillería española vienen entregando desde hace tiempo el proyecto cultural del reino a no digamos una sino un racimo selecto de multinacionales que nada tienen de educativas ni culturales; además, el ministro actual de educación y cultura es enemigo acérrimo de la escuela pública y del fomento a la creación y a las artes, a niveles que quizás no se veían desde épocas franquistas. no hay sector autoral que no haya manifestado su profundo desacuerdo e incluso su repugnancia ante la política cultural de este gobierno y su ministro, y la parte sufriente de las masacres educativas (alumnos, padres, docentes) se manifiesta en contra del retroceso hacia modelos ultraneoliberales toda vez que puede.
    no obstante, y a pesar de que no hace falta ser economista o politólogo o un gran crack para relacionar la creciente desmantelación de los derechos sociales y el desprecio de la cultura y la educación pública con la permisividad de que gozan las grandes empresas para hacer y deshacer como les da la gana, no he oído aún voces críticas -por parte de estos mismos que lloran por el agravio de las bajas tarifas del grupo del pingüino- contra el ministerio y el gobierno que las propicias. y lo que es peor aún, ningún traductor ha rechazado el premio nacional que el ministerio del señor wert sigue otorgando, año tras año, al mejor representante del sector, como si la traducción y la ideología estuvieran más reñidas que el agua y el aceite.
    eso es compromiso social, cultural, político, gremial, etc.? por un lado se aceptan las prepotentes y ampulosas maneras de la marca españa en latinoamérica, y nadie chista ante la pretensión de que allí se hable la lengua que dictaminan aquí la rae y su brazo virtual, la fundeu; por el otro, se acude a los hermanos latinoamericanos cuando hace falta un gesto de solidaridad porque las cosas, no nos engañemos, se están latinoamericanizando en españa, y no precisamente por el lado bueno de la cosa.
    así, cuando alguien les señala a los traductores españoles que su práctica no es coherente (como es el caso de este blog, o de alguno de sus corresponsales), la respuesta es siempre la misma: rehuir la polémica con un argumento ad hominem y quedarse tan tranquilos, como si la discusión intelectual fuese una grave ofensa al honor de la profesión. y eso también me duele, porque, como he dicho, vivo aquí, en españa, desde hace mucho, mis hijos han nacido aquí y quiero a este país.
    atentamente,
    andrés ehrenhaus

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  6. Sorprende tanta mesura mal entendida por parte de los colegas españoles reunidos en la ACEtt. Eso que quieren hacer pasar por templanza se parece mucho a la cobardía. Da toda la impresión de que, como de costumbre, esa asociación que representa sólo a una parte de los traductores españoles va a mantenerse con la boca cerrada sin decir ni pío, criticando por lo bajo a los traductores latinoamericanos. ¿Por qué habría que defender a esa gente que se la pasa con la cabeza metida en la arena? ¿Por qué ocuparse de quien no se respeta ni respeta a los demás?

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    1. Estimada Lucrecia:
      No se trata de defender a los traductores españoles, sino de defender a los traductores a secas, porque las mismas multinacionales que se ocupan de bajarles el sueldo unilateralmente y con prepotencia también están instaladas en nuestros países.
      Más allá de eso, no creo que los latinoamericanos debamos reaccionar con la mezquindad con que la ACE Traductores ha procedido respecto de nosotros, aun sabiendo las humillaciones a las que nos sometían las empresas españolas. Tal vez esto que están sufriendo ahora les sirva para recapacitar sobre la cuestión. Me parece que cada vez hay menos espacio para actuar de manera individual, sin considerar al prójimo.
      Saludos cordiales

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