El
27 de julio pasado, Rob Rix,
profesor de literatura y traductor de la Leeds Trinity University,
publicó en El Trujamán la siguiente columna, donde se reflexiona sobre el tipo
de traducción que requiere la literatura infantil.
Literatura infantil: un caso especial de traducción
En
unos recientes talleres de traducción en el Instituto Cervantes de Mánchester y
Leeds (Reino Unido) estudiamos un texto de Julio Cortázar, «Discurso del oso»,
publicado como libro infantil por la editorial Libros del Zorro Rojo en 2013,
con ilustraciones de Emilio Urberuaga. Después de escuchar el texto en la voz
del propio Cortázar comentamos los elementos principales que configuran la
magia del texto, escrito originalmente para los hijos de un amigo suyo y
publicado después en Historias de
cronopios y de famas (1962).
La
historia es sencilla: un oso vive en las cañerías de la casa y a él se deben
los ruidos y las irregularidades que afectan a los habitantes, aunque también
es responsable de la limpieza interior de las tuberías. La fantasía del autor
se basa en los espacios secretos o misteriosos del edificio, el lado no visto
de la vida cotidiana, como en algunos de sus textos más emblemáticos: «Casa
tomada» y «Bestiario», del primer libro de relatos, o «Noches en los
ministerios de Europa» y «Fin de etapa», de composición más tardía.
Cortázar
generalmente no escribía para niños, sino más bien sobre ellos: la infancia es
uno de sus temas principales. Comentamos que el encanto del discurso del oso
reside más en la fuerza imaginativa del cuento que en aspectos textuales
(vocabulario, elementos retóricos, etc.). Decidimos abarcar la traducción
utilizando los criterios del célebre autor inglés John Berger, quien en un
artículo de 2014 abogó por un acercamiento radical al proceso de traducción. En
vez de traducir las palabras del texto original al idioma meta (con las
diversas fases de adaptación y perfeccionamiento que esto implica), Berger
quiere que busquemos lo que queda «detrás de las palabras», «la visión o la
experiencia que informaron al texto original» (parafraseando). Esta cosa que
se expresó en las palabras originales es lo que hay que llevar al nuevo idioma
e intentar «inducir al idioma receptor a acoger la cosa que espera
articularse».
En
la primera mitad del taller trabajamos con las diferentes secciones del texto
de Cortázar para identificar y definir los principales elementos («visiones o
experiencias») que conforman el relato. Vimos que el oso (que nadie ve) es muy
juguetón, bondadoso y curioso; se desplaza con libertad por los caños y tubos
de la casa, y representa la alegría y la inocencia.
En
la segunda parte del taller empezamos a pensar en los posibles recursos
lingüísticos que se podrían utilizar para mejor llevar las visiones imaginativas
del discurso del oso a un público infantil de lengua inglesa. Para los ruidos
de la cañería el inglés ofrece una gran riqueza de palabras onomatopéyicas, por
ejemplo: clunking, clanking, tapping, drumming, gurgling. Simultáneamente notamos que el
uso flexible del gerundio en inglés nos daba muchas posibilidades expresivas,
para representar tanto los sonidos como los movimientos del oso dentro de la
cañería, a saber: tumbling, rumbling,lumbering, slipping and
sliding, etc. También tienen la ventaja de la repetición de sonidos,
muy apropiada para un cuento infantil.
En
cambio, el texto original contiene sólo dos palabras onomatopéyicas: gruño y
roncan, y sólo dos gerundios: resbalando y gruñendo, y las repeticiones se limitan
a alguna que otra frase completa: «y soy el oso que va por los caños». Pronto
llegamos a un acuerdo: una versión inglesa del oso que va por los caños sería
un texto totalmente diferente, que en vez de intentar traducir el sentido de
las palabras buscaría llevar la visión imaginativa del autor al inglés. Sólo
así podría llegar a ser un buen cuento infantil en inglés.
También
habría que pensar en hasta dónde deben o pueden modificarse elementos tan
importantes como la naturaleza y diseño de la «casa», los personajes (con sus
nombres o sus características), y sobre todo las ilustraciones (tan llamativas
y bonitas), si realmente alguien se propusiera publicar una versión inglesa del
encantador cuento del maestro argentino.
En
conclusión, decidimos que traducir para niños es algo muy especial y quizás
diferente del proceso normal de traducir textos para adultos. También vimos que
la técnica sugerida por John Berger, de traducir «la visión o la experiencia»
que queda detrás de las palabras del texto original, se puede utilizar en
cualquier trabajo de traducción, y quizás sobre todo en los momentos tan
frecuentes en que los traductores nos encontramos en serias dificultades
debidas a diferencias de léxico y sintaxis aparentemente insolubles.
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