El
16 de agosto pasado, Damián Tabarovsky publicó en el diario Perfil la siguiente
columna en la que, a partir de una reciente traducción de las cartas entre
Walter Benjamin y Erich Auerbach, publicada por la muy activa editorial Ediciones Godot, se permite una curiosa ensoñación.
Imaginando a Benjamin
A
esta altura va resultando evidente señalar que el catálogo de Ediciones Godot
–en especial la colección Exhumaciones– es de lo más interesante que se está
editando en Buenos Aires. En estos días, en esa editorial y en esa colección,
acaba de aparecer una breve pero muy rica Correspondencia
entre Erich Auerbach y Walter Benjamin. 1935-1937, con traducción y estudio
preliminar a cargo de Raúl Rodríguez Freire. En la primera carta reportada, del
25 de septiembre de 1935, escrita desde Roma, Auerbach le dice a Benjamin, en
el contexto de la decisión de ambos de exiliarse de la Alemania nazi: “Pensé en
usted por lo menos hace un año, cuando se buscaba un profesor para que enseñara
literatura alemana en San Pablo (…) le informé sobre esto a las instancias
correspondientes, pero no dio resultado”. Es decir que, como señala la nota 25
de la edición de Godot y el propio Rodríguez Freire en la introducción,
Auerbach recomendó sin éxito a Benjamin para un puesto de profesor en la Universidad de San
Pablo. ¿Qué hubiera pasado si la recomendación hubiera prosperado y Benjamin
hubiera ido a vivir a Brasil? No hace falta decir que es imposible saberlo,
aunque podemos jugar un poco a imaginarnos. De hecho, creo, lo más cerca que
estuvo Benjamin del trópico fue en Ibiza en 1932 y 1933 (donde escribió uno de
sus textos clave: Experiencia y pobreza),
a miles de kilómetros de San Pablo, a varias decenas del porcentaje de humedad
habitual de Brasil, pero con una temperatura que bien puede compararse. En Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, floja
biografía de la residencia de Benjamin en la isla, escrita por el poeta
ibicenco Vicente Valero, se menciona su dificultad para adaptarse al calor, más
allá de que el libro incluye una hermosa foto de Benjamin, con anteojos de sol
y con un rostro que refleja auténtico placer, navegando en un barquito junto a
unos amigos por la Bahía
de San Antonio, en mayo de 1933.
Pero
si algo tiene de interesante imaginar a Benjamin en Brasil no es por esa
cuestión climática, finalmente secundaria y hasta irrelevante, sino por lo que
estaba pasando en San Pablo a mediados de los años 30, es decir, diez años
después de la Semana
de Arte Moderno de San Pablo, de 1922. Benjamin hubiera llegado a la ciudad
latinoamericana con el marco más vanguardista de la región; una escena de una
radicalidad estética, una creatividad literaria y un rigor intelectual que no
tenía nada que envidiarle a la que, en la misma época, sucedía en las
principales capitales de Europa. Imaginemos por un momento a Benjamin con
Manuel Bandeira, conversando sobre hachís y drogas a partir de Nâo sei dançar (“Uns tomam éter, outros
cocaína./ Eu já tomei tristeza, hoje tomo alegría”), pensando en los avatares
del Partido Comunista de Brasil, que había sido fundado una década antes,
discutiendo sobre estética y política con Mário de Andrade. Pero nada de eso
ocurrió. Y en mi opinión imaginaria, nunca hubiera ocurrido: Benjamin era un
típico judío alemán afrancesado de izquierda, poco propenso a vincularse con
otro mundo que no fuera el suyo. Mundo que estaba a punto de desaparecer para
siempre. Su suicidio, entre otros modos, también puede comprenderse como una
imposibilidad para pensarse en Estados Unidos o en cualquier otro sitio ajeno a
su mundo perdido.
traducción de quién??!!
ResponderEliminarAy, querido, qué forma de hacerme renegar. Si leés detenidamente el artículo verás que a poco de comenzado dice que la correspondencia entre Auerbach y Benjamin se presenta "con traducción y estudio preliminar a cargo de Raúl Rodríguez Freire". Decime entonces qué no entendiste y te hago un dibujito.
ResponderEliminarcierto. retiro los bichos.
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