Guillermo Piro publica estas cosas y nosotros las reproducimos. Esta columna es del 2 de agosto pasado y salió el diario Perfil, de Buenos Aires.
Sólo es cuestión de aprender
Para ser irónicos, esta historia podría describirse como de
esas que dejan sin palabras. Nigel Richards es neozelandés (nació en
Christchurch en 1967), tiene 48 años, una barba que mide veinte centímetros y
su lengua madre es el inglés. Cuando tenía 28 años su mamá, que lo conoce mejor
que nadie, le dijo que si se obsesionaba y mantenía la obsesión iba a tener un
buen futuro en el Scrabble. Y Nigel le hizo caso. Fue tres veces campeón en
Gran Bretaña y cinco veces campeón en los Estados Unidos representando a
Malasia, que es el país donde reside. Se ganó el título de “el Tiger Woods del
Scrabble”, porque nunca yerra un golpe.
El Scrabble es un juego de mesa que
pueden jugar de dos a cuatro participantes. Cada jugador intenta ganar el mayor
número de puntos posible construyendo palabras en el tablero. Como en un
crucigrama, las palabras pueden formarse horizontal o verticalmente y pueden
cruzarse, y la única condición es que todas ellas figuren en el diccionario.
Pero Nigel Richards es de esos que se
aburren con las victorias fáciles y acaba de obtener otro título: combatió
contra el francoparlante Schélick Ilagou Rekawe, oriundo de Gabón, en un
campeonato que tuvo lugar en Louvain-la-Neuve, en Bélgica. Y le ganó. Nada
sorprendente, salvo por el hecho de que Nigel Richards no sabe ni una palabra
de la lengua de Molière.
Richards pasó las últimas nueve semanas
aprendiendo de memoria el Dictionnaire de Français Larousse, pero no conoce el
significado de esas 200 mil palabras; las suyas son meras habilidades matemáticas,
memoria fotográfica y cálculo de probabilidades, que cultiva desde que es un
niño. El periodista francés Jean-Baptiste Morel escribió en Le Nouvel
Observateur: “Richards no aprendió la lógica del lenguaje, sino sólo una
sucesión de secuencias de letras que dan lugar a palabras”. Su método consiste
en recordar con exactitud qué combinación de letras puede dar lugar a una
palabra y qué combinación no.
Por ejemplo, para cualquiera que sepa
algo de inglés resulta fácil deducir que con las letras “c”, “d”, “h”, “l”, “r”
y “n” se puede, si se tienen las vocales necesarias, formar la palabra
“children”. Pues bien, Nigel Richards consiguió localizar dos “o” en el lugar
exacto en el tablero, una “y” y una “e”. Y el resultado –recuerden que no sabe
francés– fue “chlorodyne”, el nombre de un fármaco inventado en el siglo XIX
por el Dr. John Collis Browne. “No estoy seguro de tener algún secreto oculto”,
dijo en 2011 en una de las poquísimas entrevistas que concedió, “sólo es
cuestión de aprenderse las palabras”, concluyó.
Mientras tanto, Nigel Richards observa
con atención y desconfianza los movimientos de los adversarios, esperando que
se equivoquen, siempre silencioso. Total no sabría qué decir.
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