El
narrador y periodista español Sergio del
Molino (1979) publicó en su blog de El
Heraldo de Aragón, del 27 de enero de este año, una columna a propósito de
la nueva versión peninsular de La tierra
baldía, de T.S. Eliot., en
traducción de Andreu Jaume. Aquí se
reproduce.
La tierra baldía
Uno de los libros-regalo más apetecibles
(o que a mí más me gustaría regalar y que supongo que regalaré) ha salido en la
cuesta de enero, cuando ya no hay crédito en las tarjetas para gastar
(permítanme un inciso: si les gusta mucho un autor o un libro y quieren
contribuir a que se conozca y se disfrute, no se limiten a comprarlo, eso lo
doy por descontado: regálenlo, esparzan un poco de felicidad y hagan feliz a
quien a usted le ha hecho feliz. Fin del inciso). No es una novedad, pues su
autor lleva muerto cincuenta años. Es La tierra baldía, el poema que T. S.
Eliot publicó en 1922, revolucionando la poesía y la literatura. Se trata de
una nueva edición en castellano (en la editorial Lumen), al cuidado del crítico
y editor Andreu Jaume, que ha traducido de nuevo el texto y lo ofrece en
versión bilingüe y con un interesante y detallado prólogo.
Jaume insiste mucho en la actualidad del
poema y, más allá del oportunismo comercial que pueda haber tras esas palabras,
yo también lo creo. Eliot escribió La
tierra baldía como reacción al mundo perdido tras la Primera Guerra mundial,
al final de una Europa, de una cultura, de una civilización. El ‘baldía’ del
título en castellano es una licencia del primer traductor argentino que se ha
impuesto y respetado, pero no da la medida de la dimensión de la obra. ‘La
tierra devastada’ o ‘La tierra agostada’ serían más apropiados, ya que
hablarían de un paisaje que fue algo y ya no es nada porque alguien lo ha
destruido. Eliot lamenta la acción humana, no se limita a contemplar el
paisaje. Por eso es actual, porque hay muchos paralelismos entre el mundo que
vivió el poeta americano y el que vivimos nosotros. Como él, nos alzamos sobre
un paisaje desolado. Creo de verdad que volver a leer ‘La tierra baldía’ puede
ayudarnos a movernos por el mundo inestable y blando de hoy. Y si no a
movernos, a mirarlo mejor, con menos miedo. O con más, pero un miedo
consciente. No es una lectura fácil. Eliot recurre a la mitología, construye
imágenes muy elaboradas y usa un simbolismo críptico sobre el que discuten
muchos eruditos, pero no importa no entender del todo lo que dice, porque su
efecto es tan poderoso sobre la conciencia y la sensibilidad, que uno tiene la
sensación de estar cayendo en un hechizo.
Eliot nos ha hechizado a muchos. Lleva
casi un siglo embrujándonos con sus imágenes y sus instantes llenos de calma y
nervio, en los que pasa todo sin que pase nada. Ha inspirado cientos de novelas
y decenas de canciones. Si buscan en Google cualquier verso del poema, seguro
que les salen varias novelas tituladas con ellos. Yo no he escapado. Mi libro
más duro lleva una imagen de Eliot como título. Es irresistible.
Tenemos suerte de que alguien con la
erudición, el buen gusto y el talento de Andreu Jaume haya decidido
actualizarla en nuestro castellano. Hay muchas traducciones de ‘La tierra
baldía’, y eso significa que sigue vivo, que seguimos necesitándolo, que
persiste en sus páginas un enigma que aún no hemos resuelto. Algo que nos hace
mucha falta.
Hola!
ResponderEliminarBasta remediar esta indeterminación para que desaparezcan los malentendidos.
Si se desarrollan las construcciones elípticas determinando el sujeto, el tiempo y el lugar:
“yo encuentro estas aceitunas muy buenas” en vez de “las aceitunas son muy buenas”; “hoy, tal día, a tal hora, en tal sitio llueve” en vez de “hoy llueve”; “aquí, en tal sitio y en tal momento, tengo calor” en vez de “hace calor aquí”
Las proposiciones que se obtienen son verdaderas o falsas independientemente de la persona que las enuncia y del lugar y el instante en que son formuladas.
Un abrazo!
Alberto Sáez
alberto_saez2000@yahoo.com