jueves, 14 de marzo de 2019

"Los genitales no siempre son binarios"


Diana Maffía es doctora en filosofía (UBA), docente de grado y posgrado en UBA y en otras Universidades nacionales e internacionales, además de Investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA). Fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (1994 al presente) y de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía (1987-1991), dirigió proyectos de investigación, tesis de doctorado y maestría. Por otra parte, publicó varios libros y es autora de numerosos artículos. Se desempeñó como Defensora Adjunta del Pueblo (1998-2003) y como Diputada, ambas en CABA (2007-2011), siendo distinguida cada año con el premio “El Parlamentario” por su labor legislativa. Desde 2012 dirige el Observatorio de Género en la Justicia dependiente del Consejo de la Magistratura de CABA. El pasado 9 de marzo, publicó la siguiente columna en el diario Perfil.

El lenguaje inclusivo y la "ideología de género"

En la sección Ideas del domingo 3, Patricia Nigro escribió una interesante nota titulada “Diez motivos por los que no conviene usar (todavía) el lenguaje inclusivo”. Los decálogos tienen siempre un encanto particular, parece que allí se encerraran todas las verdades. No puedo aquí analizar cada motivo, pero quiero decir que coincido en algo fundamental: el uso generalizado de la “e” no es la única manera ni la más virtuosa para incluir a los múltiples sujetos hablados por la lengua. Solo que no llamo “lenguaje inclusivo” únicamente a ese uso, por cierto muy reciente, sino al esfuerzo que el feminismo reclama y realiza desde hace más de cuatro décadas para impugnar el uso del masculino como excluyente en algunos casos y universal en otros, dejando al contexto y a la guillotina resolver las ambigüedades (lo de la guillotina lo conté en otra ocasión a propósito de Olympia de Gouges). El “todavía” del título de la nota sugiere que tengamos paciencia, que no forcemos los cambios, que se van a ir dando naturalmente desde la sociedad hacia las academias acompañando los cambios de la realidad. Pero los cambios en la realidad no se dan naturalmente, porque los lugares sociales y la ampliación de derechos no son naturales sino políticos. Y por eso el feminismo plantea como parte de su práctica para cambiar la cultura patriarcal una política del lenguaje y del nombrar.

Las mujeres, desde niñas, debemos aprender las condiciones pragmáticas de uso del “todos”, del “niños”, del “hombres” para saber cuándo nos incluye y cuándo no. Esa herramienta no la da la gramática. Imaginemos ahora la infancia de alguien que no se identifica ni con “niño” ni con “niña” y no encuentra palabra para nombrarse... El lenguaje merece pensarse desde una perspectiva atenta a esta inclusividad. Si se acepta esta necesidad, discutamos entonces las herramientas apropiadas. Al final de su nota, Nigro da un excelente repertorio de herramientas que no requieren usar la “e” ni otros mecanismos rechazados por no lingüísticos (como la @) o por ilegibles (como la x). Buenos recursos para incluir el femenino, pero algunos insuficientes para la diversidad de género.

Al hablar precisamente de la inclusión de la diversidad, Nigro habla de ideología de género. ¿Dónde residiría esa “ideología” cuyo avance pervierte el idioma? Lo que hoy se llama “ideología de género” y se impugna desde ciertas posiciones que se presumen no ideológicas es la disociación entre el sexo biológico, el género subjetivo, el rol de género, la orientación sexual y las prácticas sexuales, entre otras características difíciles de aceptar desde el binarismo. Pero esta ruptura del binarismo tiene su raíz precisamente en los cuerpos. Esta diversidad se considera amenazante para un alineamiento de los cuerpos, las identidades y los deseos, y de una práctica de la sexualidad que conduzca a la reproducción, normativa regida por “la naturaleza” según se pretende. Desde este estallido ideológico en la conceptualización de las sexualidades se apura un cambio radical en el lenguaje que al nombrar no indique ninguna restricción específica sobre la asignación de sentido a las corporalidades diversas. Nigro en cambio recomienda comprensión y respeto, pero sostiene que “todos estos casos no requieren de ningún lenguaje inclusivo”.

Los genitales no siempre son binarios, los cromosomas no siempre son binarios, los cuerpos y géneros admiten enorme diversidad de expresiones. Y entonces el lenguaje sí importa, la atribución de género marcado o no marcado sí importa, hacer visible lo que no era nombrado es muy relevante, y si la columna vertebral de la gramática solo admite binarismos, deberá ser cambiada.

1 comentario:

  1. agrego solo una dificultad... se tiende al apocope, por ej. info por informacion, peli por pelicula... decir todos y todas no es algo que hoy se considere no por prejuicio sino por apocope. En realidad incorporar el es obedece mas al apocope que a rehusarse a decir niño y niña hoy

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