Dos investigadores del CONICET,
dos enfoques sobre el “lenguaje inclusivo”
“El problema está en confundir la gramática con el
machismo”, expresó públicamente el director de la Real Academia
Española (RAE) Darío Villanueva en una entrevista realizada en
julio del 2018. En paralelo, en el marco del debate feminista y la lucha por
los derechos de la igualdad entre el hombre y la mujer, el lenguaje inclusivo
aumenta su nivel de aceptación, con repercusión en medios de comunicación y
redes sociales. Al calor de las reivindicaciones de género, la iniciativa
intenta romper con el binarismo “hombre/mujer” y evitar expresiones sexista del
lenguaje.
En medio del debate y tras innumerables
consultas con relación a su uso, en junio de 2018, la RAE amplió a través de su
cuenta de Twitter: “#RAEconsultas El uso de la @ o de las letras «e» y «x» como
supuestas marcas de género inclusivo es ajeno a la morfología del español,
además de innecesario, pues el masculino gramatical ya cumple esa función como
término no marcado de la oposición de género”. En paralelo, quienes promueven
el uso del “lenguaje inclusivo” ponen en la mira el uso del “genérico
masculino” para denominar a ambos sexos, en expresiones como reunión de “padres”.
Para entender cómo se analiza hoy el lenguaje
inclusivo es importante saber primero que se trata de un fenómeno social
originado en los años setenta, con una fuerte influencia del movimiento
Lésbico-Gay-Trans-Bisexual (LGTB). Desde entonces, la diversidad de las
múltiples identidades de género comienza a ser nombrada. Se
opta por el uso de la letra “x”, “, la “@”, la “e” y en algunos países la letra
“i” (las últimas dos en la búsqueda por variables pronunciables) para designar
género indistinto.
La RAE expresó también a través de su cuenta de Twitter: “#RAEconsultas No es esperable que la morfología del español integre la letra «e» como marca de género inclusivo, entre otras cosas porque el cambio lingüístico, a nivel gramatical, no se produce nunca por decisión o imposición de ningún colectivo de hablantes”.
El debate, lejos de estar cerrado, sigue replicándose en diversos ámbitos. Un ejemplo de ello es que, el 11 y 12 de abril próximo, la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata será sede del Primer Congreso de Lenguaje Inclusivo.
¿Qué opinan con relación al lenguaje inclusivo
dos científicos pertenecientes al Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET)?
La Dra. en Sociología María Sol Torres
Minoldo, Investigadora Asistente en el Centro de
Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS), a favor
de su uso, co-escribe en el artículo “La Lengua Degenerada”: “Lo que diga la
RAE sobre este tema nos tiene sin cuidado. Con todo respeto. Muy lindo el
diccionario”.
Por otro lado, el Dr. en Filosofía José María Gil, Investigador Independiente en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades en la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMD), cuestiona la naturaleza paradójica de este proyecto de cambio lingüístico que, a pesar de que es motivado por un justo reclamo a favor de la igualdad de género, incurre en prejuicios que pueden alimentar hipótesis clasistas y aun racistas.
A FAVOR
Por María Sol Minoldo, Investigadora Asistente en el
Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS)
Si bien no existen evidencias contundentes
acerca del efecto que tiene el lenguaje sexista sobre la reproducción de las
relaciones de género, sí existen experimentos que
respaldan la capacidad del lenguaje para condicionar nuestra mirada del mundo en
diferentes aspectos, y el peso del género gramatical para atribuir carga
semántica incluso a conceptos asexuados. Por ello, aunque nada garantiza que la
transformación del lenguaje debilite, en efecto, la reproducción de relaciones de
género injustas, la propuesta del lenguaje inclusivo sí aparece como, al menos,
un ámbito válido de disputa política
Lo cierto es que la crítica a los ‘falsos
genéricos’ y a la predominancia del
género gramatical masculino en el habla no tiene tanto que ver con una
dificultad de comunicación. Lo que se pone en cuestión es que
estas estructuras lingüísticas no solo reflejan, sino que además reproducen,
categorías de organización y comprensión de los géneros. Y lo hacen en función
de un esquema no sólo asimétrico, sino además estrictamente binario. Y cuando
sólo existen dos categorías posibles, femenina y masculina, la diversidad no
puede ser siquiera nombrada.
Por otra parte, desde el punto de vista de
Bourdieu, podríamos decir que el propio efecto disruptivo que el lenguaje
inclusivo produce en la comunicación, tiene potencial para debilitar la
violencia simbólica que contribuye a reproducir las relaciones de poder
(incluidas las de género, por supuesto). Al producir incomodidad
allí donde quedaba invisible una relación social opresiva, permite poner en
entredicho la aparente ‘naturalidad’ de dicha relación. Esto
quiere decir que el lenguaje inclusivo puede funcionar como una estrategia más
para dar visibilidad a las relaciones de género como un producto socio
histórico, y habilitar su discusión.
Desde un punto de vista lingüístico, de hecho,
proponer una transformación del lenguaje que lleve a desambiguar el genérico
que coincide con la forma específica del género masculino, no sólo no resulta
inaplicable, sino que, de hecho, puede resultar enriquecedor. A la vez, apostar a la transformación del habla es perfectamente compatible con su
carácter histórico, ya que la lengua no constituye en absoluto un producto inmutable,
sino que se encuentra “viva”, transformándose constantemente
debido a los cambios que la comunidad de hablantes introduce en su uso.
Cierto es que la propuesta específica de crear
un genérico neutro tiene complejidades mayores que la sustitución de unos
términos por otros, puesto que supone que se introduzca un nuevo género
gramatical que, para integrarse a la gramática de nuestra lengua, deberá
cumplir algunas reglas. Pero que su adquisición tenga dificultades mayores,
bien podría ser compensado por el impulso que le proporciona el interés político
que despiertan estas propuestas.
EN
CONTRA
Por José María Gil, Investigador Independiente en la
Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP)
El así llamado “lenguaje inclusivo” es la
planificación de un cambio morfológico que visibiliza de forma creativa el
justo reclamo de la igualdad de género. Sin embargo, la planificación de ese
cambio pasa por alto la evidencia lingüística e incurre en prejuicios que no
sólo son incompatibles con dicha evidencia, sino que además pueden alimentar
hipótesis clasistas o aun racistas. En lo referido a la evidencia lingüística,
carece de fundamento la idea de que un cambio en la morfología (el uso de “e”
para evocar “género indistinto”) pueda promover un cambio conceptual. Además, el uso de este cambio morfológico se circunscribe a hablantes altamente
escolarizados, razón por la cual el “lenguaje inclusivo” termina siendo
paradójicamente elitista. En relación con los prejuicios
que alimenta, el “lenguaje inclusivo” cae en la falsa y peligrosa hipótesis del
determinismo lingüístico, según la cual el léxico y la gramática de la lengua
que hablamos crea una trama de hierro para los pensamientos que elaboramos.
Desde luego, a lo largo de la historia ha
habido una gran cantidad de casos de planificación lingüística, desde la
adopción de una lengua nacional hasta cambios ortográficos muy puntuales. Con
todo, la justa idea de reivindicar grupos oprimidos
o estigmatizados por lo general se encuadra en proyectos amplios que tienen en
cuenta a la comunidad de habla en su conjunto. Por ejemplo, la
modernización léxica del quechua trata de evitar los préstamos del castellano o
el inglés. Entonces, se crean palabras nuevas a partir de la morfología
quechua, lo cual permite valorar la identidad lingüística y cultural de sus
hablantes.
Es muy comprensible que el debate en torno al
“lenguaje inclusivo” se dé en este momento histórico particular porque hay un reclamo mayoritario y legítimo a favor no sólo de la igualdad de
género, sino también a favor de la igualdad y de la libertad individual como
valores supremos.
Me animo a creer que este debate es una de las
tantas expresiones de una sociedad que se va
haciendo cada vez más plural y más libre, hasta que ya no haga falta escudarse
en un cambio morfológico para promover valores igualitarios y democráticos. La
promoción de esos valores requiere cambios en el pensamiento de las personas,
los cuales son mucho más complejos y vastos que un cambio premeditado en la
morfología nominal.
En todo caso el lenguaje no condiciona nuestra mirada sino que nuestra mirada condiciona el lenguaje, de ahí que el lenguaje cambie. Y cambiará si cambian nuestras ideas. No al revés. Creo que una científica lo mismo que un científico debería entender esto. Y si fuera cierto que el lenguaje "condiciona nuestra mirada" más allá de nuestra voluntad, cambiarlo para que nuestra "mirada" cambie sería manipular tanto el lenguaje cuanto nuestra mirada. Que la mente sea manipulada "para bien" no significa que no sea eso una manipulación, como la que se suele achacar a los "medios hegemónicos". Que dicho sea de paso han dato muchísimo espacio a las noticias sobre "lenguaje inclusivo".
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