El pasado 19 de marzo, Débora Campos publicó en el diario Clarín el siguiente artículo. La
utilización de muchas de las palabras y frases que constan en él pueden llegar
a ser un dolor de cabeza no sólo para traductores, sino también para lectores
extranjeros.
Quince frases que escuchabas
en la infancia y que los chicos de hoy no entienden
en la infancia y que los chicos de hoy no entienden
Si
algo salía bien o la persona se sentía contenta, te decían que estaba un kilo y dos pancitos. Cuando algo causaba
gracia, era ¡un plato! Si se
disparaba un conflicto, ¡se armó la
Gorda! Y las madres avisaban del frío con el clásico: "¡Hace un tornillo!". Las frases que acompañaron las infancias de los años 70 y 80 hoy no
tienen sentido porque el lenguaje evoluciona de
la mano de modas, de la tecnología, y de la juventud. Dos expertos analizan la
vida útil de aquellas expresiones que todos decían y explican por qué
desaparecen.
“Uno recibe de su comunidad lingüística o de varias y habla en ellas.
Tenemos una capacidad de adquirir lo que nuestra comunidad habla. Esto no
quiere decir que no podamos ser creadores, pero somos creadores desde lo que ya
está”, puntualiza Alejandro Raiter, profesor titular de Sociolingüística en la
facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en un correo a Clarín.
El
académico, que forma parte de un equipo de especialistas que buscan desentrañar los secretos del uso que hacemos del idioma,
explica que los hablantes no son todos iguales “en el sentido de la influencia:
por ejemplo, los medios o aquellos lugares de saber, de poder o de prestigio.
Así se impone, por ejemplo CEO para
hablar de patrón, gerente o mandamás”, pone por caso. De este modo, “el
dialecto o las formas lingüísticas propias de una comunidad son conformadas por
los hablantes. La variación y el cambio lingüístico son permanentes, mal que le
pese a la RAE o la Academia Argentina de la Lengua o lo que sea”, agrega.
Del
mismo modo, aquello de ¡me caigo y
me levanto! como sinónimo de sorpresa y desazón salió del libro
de Julio Cortázar La vuelta al día en
ochenta mundos.
Por
su parte, gastar algo ¡a rolete!, es decir, demasiado,
dicen que viene del francés roullette que
viene de rueda recuperando la imagen de algo que gira y gira sin fin.
Rollinga no es wachiturro
La
semióloga Claudia López Barros es docente e investigadora en la UBA y dice
sobre estas frases de ayer pero no de siempre: “Cuando los individuos hablamos
ponemos en juego las competencias culturales que
cada quien posee. Esas competencias son variables de acuerdo a la
formación, la región en que se vive, el estilo al que se adscribe y el
estilo de época. No existe
un habla homogénea, no habla igual un
santiagueño que un rosarino, ni un rollinga que un hipster o un wachiturro”.
López Barros se desempeña, además, en el ámbito de la consultoría
comunicacional en opinión pública y opina por correo a Clarín que no existe el lenguaje sin adornos:
“No podemos escapar de las figuras retóricas que utilizamos cada día, como
metáforas, metonimias, hipérbole (exageración) y otras. El éxito de ciertas
frases o palabras, quizás, puede vincularse con un "efecto de verdad"
que rompe con el verosímil, con el estereotipo”, explica.
Un kilo y dos pancitos, en un periquete
Lo
de “un kilo y dos pancitos” viene
del tiempo en el cualquier familia compraba a diario un kilo de pan, de manera
que esos “dos pancitos” eran un plus, algo que hablaba de una mejora.
Por otro lado, hacer algo “en
un periquete”, según un antiguo documento de la Real Academia Española,
viene de repiquete, ese sonido
rápido e intenso de las campanitas por ejemplo.
De tal manera, que si no sale en un periquete, bien se puede decir al
demorado: "¡Andá a freír mondongo!",
que aunque no sea un insulto, tiene toda la intención de mandar a esa persona
a... bueno, usted ya sabe.
A la especialista en análisis del discurso López Barros, le parece que
algunas de esas palabras o frases muestran una faceta lúdica “que
puede reforzarse en la reiteración y que hay un cierto goce en su uso”, dice. Y
anota: “Algunas de ellas son más globales, como los universales de
aprobación y desaprobación,
que tenemos en el uso diario de las redes sociales”.
Y
hablando de redes sociales, el académico Alejandro Raiter aporta un dato
relevante: “El grupo innovador más importante en la Argentina es el que forman los
jóvenes de entre 15 y 22 años. Luego, le sigue el universo vinculado a la computación y las
tecnologías: te lo uasapeo, mensajeo, me
clavás el visto, dale print bolú”,
ejemplifica.
Monzón, pipí cucú
Para
hablar algo refinado se decía que era pipí
cucú y la historia de esta expresión no tiene desperdicio: eran los
primeros años 70 y el campeón mundial de box Carlos Monzón recibía homenajes
por todas partes. Uno de sus celebradores fue el alcalde de París Valery
Giscard d´Estaing que con los años sería presidente de Francia. El mandatario
galo tenía preparada otra plaqueta para saludar al púgil argentino y el
representante de Monzón, Tito Lectoure, le había pedido que simplemente dijera
"muchas gracias" en francés: "merci
beaucoup" (pronunciado mergsí
bocú). Según publicó Clarín hace tres años, el periodista Ernesto
Cherquis Bialo recordaba que Monzón, aterrorizado por tener que hablar un
idioma que desconocía, hizo su mejor esfuerzo pero el agradecimiento pasó de "merci beaucoup" a "pipí cucú". "El galicismo acriollado a las trompadas no le pasó inadvertido al
actor Alberto Olmedo, que comenzó a calificar de pipí
cucú a personas, objetos o situaciones dignos de elogio", decía
el periodista.
–¿Por qué aparecen frases nuevas todo el tiempo, Raiter?
–En general, porque una forma lingüística previa ya no expresa lo que
expresaba. Lo que marcan los diccionarios sobre el uso real y el figurado es
una boludez. En una comunidad, la distinción literal-figurado no existe, es un
problema de los lingüistas. La forma actual ponele varió junto
con la forma supongamos, dale que
sí y otras. Cuando estas dejan de expresar ese significado de
"esto no es cierto o no lo acepto pero igual sigo argumentando o
exponiendo", aparece otra que recupera esos significados perdidos.
Se
armó la Gorda y no quieren más Lola
Cuando
alguien “no
quiere más Lola”, abandona y ese irse puede ser en sentido
figurado o literal: morirse. La frase toma el nombre de una galleta sin sal
creada por la empresa Bagley en 1875 que formaba parte de la dieta hospitalaria
en aquellos inicios del siglo XX, de manera que alguien que se moría, “no
quiere más Lola”. En cambio, si ¡se armó la Gorda! hay
flor de lío y la expresión viene de la Revolución Española de 1868 en Sevilla,
en contra del Reinado de Isabel II, con el fin de instaurar una república. La
revuelta fue conocida como “La gorda”.
Si fueron tan útiles y expresivas hace años, ¿por qué desaparecieron?
López Barros tiene una hipótesis y la comparte con Clarín:
“Una de las razones de la vigencia o la muerte de algunas frases tiene que ver con las maneras de pensar que van variando en el
tiempo y aquellas que se mantienen. También hay expresiones que provienen
de los medios, que son retomadas en el lenguaje coloquial, que hoy transitan
una y mil veces las distintas redes sociales.
En
ese mismo sentido, el profesor Raiter trae un caso actual: el boludo. “Como el uso del vos se ha extendido frente al usted, ¿cómo marcamos la
familiaridad? En general, con el boluda/boludo. Hace cuarenta años, podía ser
un insulto, pero ahora es un vocativo para indicar confianza”.
El académico rescata de su infancia las frases “el
buey solo bien se lame (cuando una mina te
dejaba), a papá mono con bananas de
plástico (cuando querían engañarte)” y deja una invitación:
“Leete ahora Rayuela, publicada en
los 60, como ejemplo del español de Buenos Aires y contáme...”.
Por su parte, López Barros confiesa que no se acuerda demasiadas “tal vez
porque cuando las digo en casa, me las perdonan...”, pero consultó con sus
hijos adolescentes y estas dos no las acertaron: Chau
Pinela y ¡a la marosca! Mientras
tanto, ustedes lector y lectora, repasen la lista con las nuevas generaciones
y, si no lo entienden, no “armen
ningún Tole Tole".
Creo que "anda que te cure Lola" y "no quiere más Lola" son frases provenientes de España y su origen común se debe a una conocida prostituta llamada Lola (había una por pueblo, o dos). De modo que "te cure Lola" es "que alguien te conforme", "tanquilizate", etc. Y "no quiere más Lola" sería no quiere más farra, no quiere más hacer lo que hacía, abandonó (la vida disipada, el juego, un vicio). Al menos, así lo veo yo, diría nuestro gran catedrático Nimo. Lo de las galletitas Lola me parece traído de los pelos.
ResponderEliminarInteresante! lo de pipi cucù es genial... hoy alguien saludaria eeeeeeee
ResponderEliminarBueno, yo conocía lo de "a papá mono con bananas verdes". Eso de "con bananas de plástico", si es que existe, me parece que corresponde a alguna otro generación más joven, de esos que ni siquiera fórmica.
ResponderEliminartal cual, ahí mandaron fruta
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