Sede de la Fondazione Santa Maddalena, en Toscana |
El traductor cubano José Aníbal Campos, residente en Viena
desde hace años, viene siendo un activo difusor de las literaturas en lengua
alemana. Conocedor como pocos de la obra de muchos de los escritores que la
ignorancia del mundo español y latinoamericano no conoce, reflexiona en el
siguiente texto sobre Olga Tokarczuk
y Peter Handke, los flamantes premios
Nobel de Literatura 2018 y 2019, respectivamente.
Dos escritores
En 2014 recibí la sorprendente
noticia de que la viuda del autor que me ocupaba por entonces, Gregor von
Rezzori, al que dedicaba (y sigo dedicando) todo mi entusiasmo como traductor y
divulgador, me invitaba a la residencia para artistas y escritores que, con el
nombre de Fondazione Santa Maddalena, Beatrice Monti de la Corte-Rezzori fundó
junto a su marido poco antes de que este muriera en 1998. A partir de ese
momento, me convertí –sin hacer nada extra para ello salvo ser quien soy y
asumirme como soy–, en un huésped asiduo de aquella casa, en la que no solo
traduje buena parte de las obras del gran autor de la Bucovina, sino en la cual
investigué muchísimo más sobre su vida y su obra, frecuentando a mucha gente
que lo conoció y que me aportó una información de mucho valor sobre el
escritor.
Hoy, cuando muchos se preguntan quién
es Olga Tokarczuk, he evocado aquella primera visita de 2014, cuando la autora
polaca hoy galardonada con el Nobel visitó también por primera vez esa
acogedora casona de la Toscana, perdida en un camino que discurre por una de
las costillas de los Apeninos, esos barrancos que acaban clavados en el valle
del Arno. Nunca llegué a verla en persona, pero allí estaban sus libros (en
varios idiomas menos en castellano), allí estaban las nutritivas conversaciones
en torno a su figura.
En ese país envilecido que es
Hispania Paellae (lugar con ínfulas que solo sirve, si acaso, para ir a comer.
Y no en todos los sitios, que hay muchas trampas para incautos turistas) apenas
nadie sabe nada de esta magnífica autora. De Handke, en cambio, un mimado del
gremio literario, que ahora un periódico como La Razón celebra como “rebelde”
(en un juego manipulador del lenguaje que intenta degradar la hermosa voz “rebeldía”
a lo que no ha sido más, en muchos momentos, que un desfasado, mimético y
epigonal “epater le bourgeois”), correrán en los días siguientes ríos de tinta.
Handke puede incluso darse el lujo de rechazar el importe del premio, porque,
como mimado que sigue siendo, como constructo de una editorial (Suhrkamp) y de
un mundillo literario muchas veces envilecido, ganará el doble vendiendo los
derechos de cualquier cosa que escriba a partir de ahora, incluidas sus
veleidades de divo.
Su premio es merecido, no lo discuto,
existe una obra sólida detrás, y existe un momento de su carrera que fue
importante, pero ello no debe hacernos olvidar en ningún caso todo lo que hay
de criticable en esa pose de “poeta” que el autor de Carintia siempre ha sabido
adoptar con maestría mimética. Me gusta la singularidad del Premio este 2019:
por un lado, la Academia premia un modelo desfasado de escritor, el de la pose
del “genio”, el del escritor en su torre de marfil que no se ocupa de los
asuntos de este mundo, que se huele sus propias pestecillas y solo se mira el
ombligo o los sucios espacios entre los dedos de los pies. Y el de una
narradora con una fuerza extraordinaria, joven, activa en el mundo que la
rodea, una escritora que es también CIUDADANA (independientemente de las ideas
que defienda).
No hay comentarios:
Publicar un comentario