martes, 10 de agosto de 2021

"Publicar sin constricciones, sin cálculos"

Chai Editora es una editorial fundada en San Javier Córdoba (Argentina) en 2019 por Soledad Urquía y Santiago La Rosa. Hasta agosto de 2021 habían publicado trece títulos en novela, cuento y ensayo autobiográfico.” Eso dice la bajada de la entrevista firmada por Jacobo Zanella con ambos directores de la casa cordobesa, publicada el pasado 5 de agosto por la revista mexicana Letras Libres.

Chai: la editorial como conversación literaria

–¿Qué es la voz editorial? ¿Por qué es tan importante para ustedes?
–En un contexto de profusión de editoriales y propuestas que muchas veces se superponen y se desdibujan a lo largo del tiempo y el espacio, la definición de la voz y el catálogo marca una impronta, un lugar preciso y, lo más importante, un pacto con los lectores. Desde el armado fue central definir ese núcleo, lo demás fue un reflejo, emanó de ese punto de partida. Una selección de libros pensados para disfrutar y de alta calidad literaria; una editorial de lectores –antes que nada– donde muchas decisiones comerciales (la fama del autor, la “prensa” o lo escandaloso del tema) no sean motivos de inclusión en el catálogo. Creemos que a partir de un texto potente, con una traducción de suma calidad, el éxito comercial sigue solo. Quizá lleve algo más de tiempo, pero confiamos plenamente en el lazo con los lectores –que crecen mes a mes y país en país y confían en el catálogo total–, en las desviaciones del núcleo, en las apuestas y en los títulos y autores troncales.

–¿Qué tipo de “pensamiento editorial” refleja esta noción de la editorial como autor?
–Una idea ligada a la experiencia de lector. Ser lectores demandantes nos empujó a armar la editorial, a buscar un lugar para textos y autores que leíamos en otros idiomas y que faltaban en el mapa de la edición en castellano. La posibilidad de apostar por nombres nuevos, por la calidad. Tanto Soledad Urquía como yo escribimos. Federico Falco, quien dirige la colección de cuentos de la editorial, es un amigo y un gran autor (recientemente finalista del Premio Herralde). Todos los libros los leemos y los discutimos antes de incluirlos, y todo el proceso de selección y producción de cada título está marcado por ese diálogo. ¿Quién sería un buen traductor para ese autor, para esa obra? ¿Cuándo está terminada la corrección de la traducción? ¿El maquetado permite una experiencia de lectura placentera? ¿Qué papel es el indicado? ¿Qué diseño, qué imagen de tapa? ¿Cómo comunicarlo? Una cantidad de decisiones que hace al libro final que se encuentra en las librerías.

La idea de publicar precisamente los títulos que hemos publicado se desprende de una especie de estándar y un intento de mantener el deseo como faro: la búsqueda de una prosa, un estilo, una historia, un libro que aporte algo y que, de algún modo y por distintas razones, responda para nosotros a la pregunta: “¿Vale la pena ser traducido?”, que es una pregunta que le hicimos a innumerables libros a lo largo de nuestra vida mucho antes de fundar Chai.

–¿Cómo decidieron que la “autoría editorial” era lo importante para Chai?
–Queríamos poder publicar sin constricciones, sin cálculos, y para eso necesitábamos que primara la curaduría editorial sobre el impacto singular de cualquiera de los títulos y autores. Nos entusiasma que se hable de libros de Chai, y no solo de libros de tal autor o tal tema.

–Chai es muy consciente de la voz que tiene. Hay editoriales que no la tienen...
–Si, coincido en que muchas editoriales no la tienen, por distintos motivos: económicos, estéticos, de cansancio (porque es un trabajo enorme el que va de la selección a la publicación de un texto, un proceso donde entran muchos actores con sus tiempos y tensiones), etcétera. No pueden mantener una línea directriz fuerte. Creo que los subsidios, los gestos calculados, la fama de los autores o el ruido de ciertos temas pueden confundir mucho el proceso de publicación, cuando la única pregunta que nos interesa es si es un buen libro, si vale la pena traducirlo, si suma algo al mundo hispanoparlante. Para nosotros, la idea de publicar un libro que no leeríamos, que no recomendaríamos y del que no nos interesa hablar es inaceptable.

¿Qué se pierde o se gana al ceñir su catálogo a estas ideas?
–Lo que descubrimos con mucha rapidez, y que viene replicándose en los países a los que progresivamente llegamos, es que se arma un pacto con los lectores que nos escriben y nos comentan. Nos gusta pensar la editorial como una conversación sobre literatura. Ese pacto permite un crecimiento muy sostenido y de mucha fidelidad: en Argentina y Chile (nuestros primeros territorios) hay lectores de la editorial que incluso nos comentan que les falta alguno de los títulos, pero que esperan cada publicación. Lograr que nuestra biblioteca del deseo llegue a las bibliotecas de los lectores es una de las grandes satisfacciones de estos primeros años de Chai. En ese sentido, la base que se amplía es una de las cosas que sin duda se facilitan. Incluso pensando el diseño: es un momento donde muchas editoriales más recientes toman el modelo norteamericano de ir “tapa a tapa”, con fuertes variaciones para cada libro, incluso con distintos artistas o diseñadores. Creo que nosotros dimos un giro hacia una práctica que viene de la edición tradicional, de editoriales francesas, de la Alfaguara más esplendorosa, y por supuesto de Anagrama. Libros que se identifican por la casa editora antes que por el impacto singular que puedan tener en una mesa o el nombre de uno de sus autores.

La contracara de todo esto, advertida por libreros y por editores y expertos con los que hablamos en los primeros momentos de Chai, es que esa decisión expulsa a muchos lectores, genera cierta resistencia. “Parecen libros más difíciles –nos decía el encargado de una gran cadena argentina de librerías–. Muchos le tienen miedo a quedarse afuera y eligen otra cosa.” Creo que una de las limitaciones es esa: el salto a una comercialidad masiva que tarda mucho más en llegar, aun en títulos muy exitosos desde la crítica y la respuesta de los lectores, como fue para nosotros Taj Mahal, de Deborah Eisenberg.

–¿Cuál podría ser el título representativo de Chai?
–Creo que Tiempo sin lluvia, de Cynan Jones, sería la elección más lógica, por el éxito de crítica y de lectores que tuvo en todos los territorios, y porque es un autor con una obra que nos interesa y que vamos a publicar íntegra a lo largo de los años (publicamos ya también una nueva traducción de La Tejonera, su única novela al español hasta el momento). Tiempo sin lluvia es un libro con una historia que transcurre en Gales, muy local y muy pequeña, pero que tiene enormes resonancias en todos nosotros. Esa posibilidad de llegada a los lectores, el hallazgo de una prosa y un estilo insignia que no se parezca a nada anterior es un gran orgullo para la editorial.

Pero creo que más representativo aun sería quizás ¿Hay alguien ahí?, de Peter Orner, porque de algún modo signó desde el principio una lógica editorial. Es un libro que leí con fascinación y pensé, “Esto no lo va a querer leer nadie”. Un libro sobre un escritor que pierde a su padre y en lugar de hacer un duelo se pone a revisar su biblioteca, a construir una especie de biografía de lector, del lugar de la ficción en su vida: cómo fue a través de la ficción que se construyó a sí mismo y comprendió el mundo que lo rodeaba. Fue un libro que fanatizó a cientos de lectores y entró en la lista de libros del año. De repente, en las librerías de Buenos Aires volvió a leerse a Bohumil Hrabal, de cuya obra Orner toma el epígrafe para el libro. Se buscaron las obras de autores tan disímiles como Welty, Isaac Babel o D’J Pancake, que no circulaban hacía mucho tiempo. Una lectura que lleva a otras, que se multiplica.

–¿Cómo se relacionan con las tendencias y los temas de actualidad; cómo les responden?
–Las tendencias y los temas inevitablemente se cruzan en nuestro camino. La decisión de armar un catálogo centrado en la narrativa contemporánea –de autores que están vivos y que escriben hoy– hace que la época resuene en cada uno de los textos. Nos gusta la idea de trabajar con cuestiones de la subjetividad contemporánea. Algunos de nuestros títulos lo encaran de un modo más explícito, como Un hombre con suerte, de Jamel Brinkley, que retrata la masculinidad y la cuestión de clase de un modo que no se parece a nada que hayamos leído, pero a la vez, y esto es lo fundamental, con un oficio y una maestría que lo hace trascender la coyuntura. Insomnio, de Marina Benjamin, resultó un libro especialmente en diálogo con la época, y en la pandemia tuvo mucho revuelo y permitió lecturas insospechadas, porque la ansiedad, la angustia y el no poder dormir se convirtieron en fenómenos que nos atravesaron a todos en algún momento. Lejos de la identificación como único valor, el estilo de Marina también refrescaba la idea del ensayo y la memoria para tomar la forma del insomnio como una nueva aproximación al fenómeno de la falta.

–¿Qué editoriales les gustan actualmente?
–En español: Anagrama, Sexto Piso, Laurel, Godot, Gog y Magog, Sigilo y Periférica. En otras lenguas: Coffee House Press y New Directions (Estados Unidos); Faber & Faber y Fitzcarraldo (Inglaterra); Albin Michel (Francia); Sur (Italia) y Elsinore (Portugal)

–¿Qué es lo más importante que una editorial le puede dar a un país, a una lengua?
–Trataría de responder sin solemnidad, como pensamos nuestra editorial, y responder según la época: creo que dar placer, estimular el pensamiento y la conversación –y ser una pausa de los estímulos más narcisistas o alienantes de estos tiempos– ya es un gran valor. Uno compite con las redes sociales, los teléfonos, las infinitas temporadas de las series y los deportes de todos los países del mundo transmitiendo las veinticuatro horas; compite con los trabajos, con las frustraciones y la vida del día a día. Creo que el tiempo de pausa, el tiempo de silencio, el hallazgo de nuevas formas de contar, de decir y de pensar –y la conversación que sigue a la lectura– es muchísimo en esta época.

Los libros de Chai se distribuyen en Argentina, Uruguay, Chile y México —y pronto en España. La producción va de dos mil a cuatro mil ejemplares por título.


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