Segunda parte de las conclusiones sacadas por Andrés Ehrenhaus –a quien mucho agradecemos– a propósito de la encuesta para editores realizada por el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires durante el mes de mayo pasado.
¿Seré breve?
A modo de evaluación de la encuesta a editores
2 El análisis ppd
Sólo un par de comentarios antes de pasar al análisis pormenorizado (es un modo de decir) de las respuestas.
Apenas se habla del papel del distribuidor en la cadena de comercialización y facturación del libro; de hecho, es un aspecto que ni siquiera suele surgir cuando editores y traductores nos tiramos los trastos a la cabeza al discutir las tarifas de traducción y su incidencia en el precio final de venta de cada obra en concreto. Su habla incluso del margen del librero, pero prácticamente nunca del distribuidor. Vaya, por tanto, algún dato interesente al respecto. Según un estudio de la FANDE, Federación de Asociaciones Nacionales de Distribuidores de Ediciones de España (1), de los 3.185 millones de euros que produjo la facturación de libros en el mercado interno español en 2008, 1.819 millones, es decir, el 57%, cayeron del lado de los distribuidores que, entre pequeños, medianos, grandes y mixtos (o sea, participados por editoriales), no suman más de 120 empresas activas. Son cifras de facturación, no de beneficios, pero no por ello menos significativas.
Entre los espectros que hoy recorren toda Europa y buena parte del mundo está el de la crisis. Resulta curioso que los editores españoles no aludan directamente a ella, aunque quizá no tanto si se tiene en cuenta que el sector del libro suele vivir en crisis permanente y que los datos relativos a la producción y edición de novedades del primer trimestre de 2010 son similares a los de 2009 y 2008 o incluso ligeramente mejores. Ello no obsta para que muchos traductores hayan empezado a notar su efecto, aunque más no sea de rebote. No es nada descartable que esta coyuntura, sumada al atropellado y, por ahora, torpe desarrollo del libro digital y de la edición a la carta, ejerza un efecto regulador del mercado ante el que deberemos mantenernos vigilantes.
Dicho lo cual, pasemos a los bifes. Si bien las dos primeras preguntas de la encuesta a editores aluden a aspectos laborales de la relación con los traductores y la tercera, a un tema lingüístico relacionado con la linea editorial, lo primero que salta a la vista en una lectura general de las respuestas es la mención del mercado en muchas de ellas, cosa que, lejos de sorprender, nos ayuda a situarlas en su marco real. Lamento abrumar al respetable público con estudios e informes, pero hay todavía uno más, el del Espacio Iberoamericano del Libro (2), que, a pesar de estar necesitado de una urgente actualización (los datos llegan a 2005), ofrece comparativas muy interesantes de los países latinoamericanos entre sí y de éstos con España. Por ejemplo, da cuenta de las políticas estatales o no de ayudas y subvenciones, tan determinantes para la supervivencia de la edición en algunos países y para la pervivencia de numerosas lenguas indígenas.
Así, pues, dos terceras partes de los encuestados aluden de manera directa al mercado para explicar sus políticas tarifarias o su enfoque lingüístico. Esto contrasta a su vez, y todavía en términos generales, con la visión que algunos editores tienen del traductor, al que prefieren ver como un ente ajeno al mercado y, en todo caso, más ligado a la vocación. Esto se percibe con relativa claridad en el uso de la palabra profesional que hacen los distintos encuestados. En un caso (Julieta Obedman), se identifica al profesional con el titulado, aunque no como característica necesariamenete positiva o deseada; en otros (Guido Indij, Mariana Rey, Jonio González, Pablo Harari), no se especifican los rasgos que distinguen al profesional aparte de su trayectoria o antecedentes; otros más (Luis Solano, Francesc Farràs González, Anna Prieto) hilan algo más fino y se decantan por la profesionalidad del traductor (compromiso, responsabilidad, fiabilidad, seriedad, experiencia); hay quienes (Leonora Djament, JG, GI, Jesús García Sánchez, AP. Paulo Slachevsky) valoran la especialización o, en todo caso, cierta afinidad del traductor con la obra o el autor; finalmente, y en especial para los editores de poesía, si bien no son los únicos (JO, Manuel Borrás, JGS, Víctor Manuel Mendiola), prima la experiencia autoral, las dotes como poetas o escritores de los traductores contratados.
De la encuesta se desprende que la manera más habitual de establecer contacto con un traductor es a través de la recomendación, tanto de colegas editores como de traductores o colaboradores habituales, y del conocimiento de la experiencia previa, aunque son varios los editores, sobre todo entre los –digámoslo así– menos “industriales”, que esperan recibir propuestas de traducción (PS, PH, José María Espinasa, LD); en un caso (VMM), el editor publica sólo lo que le ofrecen, ya que “las traducciones por encargo suelen fallar, incluso en los casos de traductores muy avezados”. En cambio, los más “industriales” y, entre ellos, todos los españoles, prefieren la vía del encargo, rasgo quizá sintomático de las pautas laborales que rigen en los distintos mercados. De un modo u otro, la mayoría pide una prueba de traducción o un fragmento del trabajo propuesto antes de cerrar el trato con un traductor nuevo.
Las respuestas a la segunda pregunta (en especial, a la segunda parte de la pregunta) muestran una coincidencia –con excepciones– apabullante: 17 de los 21 encuestados reconocen, con mayor o menor grado de convencimiento o contundencia, que la remuneración de la traducción no es justa, equitativa o suficiente. Los cuatro restantes dejan entrever la dificultad que existe para establecer una tarifa aceptable o afirman (María Fernanda Pampín, FFG) que su tarifa es justa. Tanto unos como otros apelan, como ya hemos señalado, al mercado (la oferta y la demanda, la realidad laboral) como causa y efecto de esta situación, que muchos de los editores latinoamericanos afirman tratar de paliar mediante ayudas, subvenciones o subsidios estatales. El motivo específico más mencionado de la precariedad de la remuneración es la necesaria viabilidad del precio de venta del libro; hay quienes (PH, PS) indican incluso que hay autores peor pagados aun que los traductores, que la remuneración es baja para todos los sectores implicados en la producción de libros (Leopoldo Kulesz, LD), o que ningún trabajador [argentino, en este caso] percibe una remuneración justa (Daniel Divinsky). A tenor de las respuestas, y a pesar de la socorrida mención del mercado, no existe una referencia tarifaria clara y estable, ni siquiera en cada uno de los mercados internos.
De los 7 editores españoles, la industria que en principio ofrece (en términos relativos además de absolutos) las tarifas más elevadas, 6 admiten que éstas son precarias. Algunos editores aseguran supeditar la tarifa a la dificultad de la obra (DD, JO, MR, LD, AP, Pablo Larraguibel) o al grado de espacialización (GI, JG –si bien este último se muestra crítico con los criterios de cuantificación de la especificidad o dificultad de obras o géneros) de la obra original; un encuestado (LK) manifiesta pagar un 10% más de lo que ofrece el mercado local. Sólo 2 editores, ambos latinoamericanos (MB, PS), mencionan el insoslayable tema de los royalties, derechos de autor o regalías. El hecho de que ningún editor español lo haga reside, queremos creer, en que se trata de un tema zanjado por la Ley de Propiedad Intelectual española (3), que declara nulo todo contrato no escrito o que no mencione explícitamente la remuneración, el número y extensión de las ediciones y el porcentaje de regalías en caso de que la edición de la traducción no sea única, es decir, sólo la primera; la LPI se ampara, a tal efecto, en el principio de autoría de las traducciones y en el de la remuneración proporcional y equitativa, aunque, por desgracia, no cuantifica la proporcionalidad y equidad exigidas. En cualquier caso, empieza a ser práctica habitual en el sector editorial español la liquidación de derechos de autor y el pago de la tarifa como anticipo a cuenta de esos derechos.
Llegamos por fin (no lo digo sólo por ustedes, sino por mí también: aquí son las 3 de la mañana) a la última pregunta de la encuesta. Aquí se decanta la cosa en dos grupos bastante netos, aunque con matices y variantes intermedias, casi siempre definidas por el mercado o área de incidencia de cada editorial. Hay un grupo que tiende a preferir una lengua de la traducción neutra o, al menos, libre de localismos (GI, MR, LK, LD, Silvia Sesé, FFG, AP, PL, PS), en tanto que otro rechaza tajantemente la hibridación de la lengua de la traducción (JO, Miguel Balaguer, MBo, JGS, JME, PH) y propone en cambio la búsqueda y defensa de un castellano vivo. En medio, hay editores (DD, MFP, JG,Gustavo García) que se muestran más pragmáticos y supeditan el carácter de la lengua a las expectativas de distribución y venta de cada libro. Este grupo intermedio se muestra en general escéptico respecto de la posiblidad de alcanzar o fijar un castellano neutro (intento que, como señala JG, siempre “se ha mostrado tan ineficaz como utópico”), incluso a pesar de su pragmatismo. Como se ve, entre los que se esfuerzan por “eliminar los argentinismos” (GI) o evitar que un texto suene muy “mericano” o muy “gallego” (PL), los pasan de puntillas sobre la cuestión (MFP, FFG, VMM) y los que no conciben más lengua de la traducción que la que se habla “allí” (sea la de Argentina, España, Uruguay o Venezuela, suponiendo que “allí” se hablase y escribiese en una sola lengua) se abre un enorme abanico de opiniones, planteamientos, interpretaciones y visiones de la lengua y del papel de la traducción –y de la edición– en el desarrollo, la construcción y la evolución de esa lengua. Aunque en algunos aportes (JO, MB, JG, Mbo) se percibe una preocupación más honda y razonada, este es un aspecto de la traducción que a ninguno de los encuestados deja indiferente.
Ya sólo resta agradecer al Club, a los 21 respondones y a los lectores del blog su paciencia, amabilidad e indulgencia para con este mal aprendiz de sociólogo.
Aclaraciones
(1) http://www.fande.es/Ficheros/XIV_Estudio_Perfil.pdf
(2) http://www.ediciona.com/documents/recursos/espacio_iberoamericano_del_libro.pdf
(3) http://www.mcu.es/legislacionconvenio/downloadFile.do?docFile=/HTTPD/deploy/pedpas/datos/LegislacionConvenio/legislacion/rd%20legislativo%201-1996.pd,
artículos 60 y 61.
Muchas gracias Andrés por analizar nuestras respuestas. Las asombrosas conclusiones creo que nos sirven mucho a todos. Hasta la próxima,
ResponderEliminarJulieta