lunes, 28 de abril de 2014

Déjalo ser


Oscar Jalil publicó la siguiente nota en la Rolling Stone (edición argentina), de abril de este año. Según la bajada, “Antes, todos los títulos eran castellanizados con un criterio dudoso”. Sin embargo, todo indica que no había criterio alguno.

Por favor, yo: pequeñas anécdotas sobre la mala traducción en la música


En agosto de 1963, llegó a las disquerías porteñas un simple de Los Grillos editado por la filial local de EMI con los tracks "Para ti" y "Gracias nena", que no vendió casi nada. Unos meses después, EMI editó otro single de Los Grillos, con las canciones "Amame" y "Por favor yo", pero las cosas ya habían cambiado: la fiebre ya había empezado a levantar temperatura. Los Grillos eran Los Beatles y esos dos tracks, eran "Love Me Do" y "Please Please Me". En EMI no sólo habían obviado una traducción cercana para la nueva banda inglesa sino que habían abusado de una imaginación afiebrada y, sobre esa base de malas traducciones y la necesidad de adaptar al castellano sin siquiera considerar el sentido original de un título, surgió una auténtica saga del espanto que llegó hasta la década del 80 e incluye tantos desaciertos como jugadas de autocensura en tiempos de dictadura y traducciones desopilantes que convirtieron a muchos vinilos en piezas valiosísimas dentro del mercado del coleccionismo.

"A principios de la década del 60 existía la cultura de minimizar las letras y a los grupos nuevos como The Beatles. Mucha gente suponía que todo esto respondía a una moda pasajera", explica Daniel Lewi, uno de los autores de A, B, C, D, Paul, John, George y Ringo, un libro que repasa con minuciosidad quirúrgica las primeras ediciones nacionales de todos los discos de los Fab Four. "En la investigación no me queda claro si la gente que traducía era porque no sabía inglés o por una extraña razón inventaba nombres." El ejemplo clásico de una traducción infame es "Please Please Me", que aquí adquirió un nuevo sentido a través de "Por favor, yo", perdiendo el filo sexual del juego de palabras de Lennon.

Por esos días, Ben Molar era la figura clave en materia de difusión de la música popular argentina y responsable de lanzar al mercado nombres como los de Mercedes Sosa, Palito Ortega o las Trillizas de Oro, entre muchos otros. Molar, que en realidad se llama Moisés Smolarchik Brenner y tiene 99 años, también abusó de las adaptaciones y traducciones ligeras desde su trabajo en diferentes sellos discográficos: Little Richard, por ejemplo, fue rebautizado Ricardito y The Who fueron editados bajo el nombre Los Búhos. "En realidad no era que traducía mal, él adaptaba la canción para que luego la interpretara alguno de las voces del Club del Clan", explica Lewi. "Blackbird" fue de las más terribles: en castellano sería "Mirlo", pero acá se editó con el título "Míralo".

Alfredo Rosso, pionero del periodismo de rock en Argentina y melómano consumado, a mediados de los 70 trabajó en el sello Music Hall y desde diferentes puestos conoció la cocina de las traducciones surrealistas y más de una vez vivió de cerca los efectos de la censura. "Era muy común que los discos en los 60 salieran con un comentario, como sucedía con los primeros álbumes de Los Beatles y Los Rolling Stones. Eso lo hacía un traductor, pero cuando se dejó de realizar ese trabajo nadie iba a molestar a un profesional para que le tradujera diez títulos de canciones, entonces comenzaron a hacerlo los propios encargados del departamento internacional ayudados de un diccionario. Ahí empezaron los problemas", explica Rosso. "Hay traducciones como Mean Business del grupo The Firm, la banda que formaron Paul Rodgers y Jimmy Page de mediados de los 80. «Mean» quiere decir «malvado» en una de sus acepciones y la canción podía traducirse como «Un negocio sucio» o «Un negocio malvado», pero ellos lo tradujeron «Significa negocio». Terrible."

De la simple inexactitud de una traducción a los terribles niveles de censura y autocensura que vivió la industria del disco durante la última dictadura militar, hubo momentos en los que se llegó al disparate. "Hot Legs", una canción clásica de Rod Stewart desde 1977, aquí pasó a llamarse "Piernas sugestivas". "Al día de hoy, es tan absurdo que no lo podes creer. Ya me gustaría encontrar, deben ser muy viejitos estos tipos, pero habría que decirles «Discúlpeme, pero usted, además de ser cruel ¿cómo podía ser tan pelotudo?»", dice Rosso.

A partir de 1976, comenzó a regir una especie de abecedario de palabras prohibidas promovido por una comisión de censura previa del gobierno de facto, entre las que figuraban por ejemplo "aguja" y "cocaína". "Por eso cuando salió «Needles And Pins», un cover que interpretaban los Ramones aquí no se le pudo poner «Agujas y alfileres», que es el título original, además la letra dice que cuando el flaco ve a la chica siente que se le clavan agujas y alfileres. Hubo que ponerles «Espinas y alfileres». ¡Increíble!"

La lista es interminable: "Cocaine", por ejemplo, en la versión de Eric Clapton sufrió una serie de mutaciones hasta que finalmente desapareció de la edición nacional de Slowhand ("le pusieron como si fuera en fonética "Kokein" con doble k, a ver si pasaba y no pasó, por supuesto, lo sacaron"). Y en 1978, mientras el proceso celebraba el Mundial en Argentina con "We Are The Champions" como banda de sonido de los festejos, prohibía del mismo disco de Queen (News of The World) una la canción "Lay Down Make Love", censurada por su alto contenido erótico.


2 comentarios:

  1. El artículo del señor Jalil está plagado de inexactitudes; dudo que Lewi haya llamado "simple" a un disco de 78 r.p.m, por ejemplo.
    También se debe señalar que "Míralo" no es un error en la traducción de "Blackbird", sino un error de tipeo. En el libro, en su primera edición publicada por Ediciones Lumiere (hay una segunda edición o reimpresión que distribuye Musimundo, si no me equivoco), en la página 130 se ve claramente que en el interior del doble blanco dice "Míralo", pero en la p. 132, donde está la etiqueta del disco de vinilo, dice "Mirlo".
    Hace un par de años, basándome sobre todo en ese libro, escribí un artículo extenso en el que analizaba los errores mencionados y otros más.
    Más allá de la responsabilidad de Ben Molar (solo por los primeros temas), el artículo no se refiere a la ley 14.241 y similares que obligaban a anunciar los temas difundidos "en idioma nacional" y otras leyes que disponían que los discos extranjeros reimpresos en la Argentina debían tener traducidos los nombres de los temas y otros textos. Estas leyes no fueron exclusivas argentinas; en España llevó a aberraciones, en algunos sellos, como "Ludovico van.." o "Luis de...", o "Wolfgango Amadeo", "Juan Sebastián". Por lo menos no convirtieron a los de Liverpool en Juan, Pablo, Jorgito y Ricardito.
    Eliezer Nowodworski

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  2. Aun recuerdo el terrible "Significa Sr. Mostaza" en Abbey Road !

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