El 7 de abril pasado, Eduardo Parise publicó en Clarín la siguiente nota, donde se
refiere a una serie de expresiones, típicas de Buenos Aires, cuyo significado,
sin embargo, no es evidente para toda la lengua castellana.
Breve diccionario de frases que decimos
sin saber de dónde vienen
Son tan clásicas que uno suele
repetirlas, con tanta naturalidad, que muchas veces se aplican como si fueran
el programa automático de un moderno lavarropas. Es verdad: uno sabe qué
significan y qué se quiere representar al decirlas. Pero, por lo general, se
desconoce su origen. Son esas frases populares que andan de boca en boca desde
hace mucho y que también son parte del habla de la Ciudad. Lo que sigue es
una breve lista de algunas de esas frases y la historia de sus orígenes.
“Le
metieron la mula”. Se traduce como le hicieron trampa. O hacer trampa
“metiendo la mula”. Viene de los tiempos en que los carreros llegaban con su
carga al mercado. Para saber cuánto pesaba la mercadería, subían con su carro a
una gran balanza, después se descontaba el peso del carro vacío y así se sabía
la diferencia. Pero algunos, en el pesaje, solían hacer que la mula que tiraba
el carro pisara un poquito la balanza para agregar algunos kilos. Es decir:
metían la mula.
“Sin
decirle agua va”. Algo que ocurre por sorpresa, sin ningún aviso previo.
La cuestión tiene que ver con una vieja costumbre de la época colonial, que
llegó a Buenos Aires con los españoles. Por las noches, en las casas solía
juntarse la orina en vasijas que estaban en los dormitorios. Y a la mañana, para
deshacerse de esos líquidos, se los arrojaba a las calles de tierra por una
ventana. Por lo general, la operación se advertía previamente con un grito:
“agua va”.
“A cada
chancho le llega su sanmartín”. Significa que a todos los alcanza algún
momento de sufrimiento. Para algunos el origen tiene relación con el día de San
Martín de Tours (11 de noviembre), un santo de origen francés, patrono de
Buenos Aires. Cuentan que en esa fecha del otoño europeo era habitual carnear
un chancho o comer carne de ese animal. Otros sostienen que “sanmartín”, era el
nombre de un filoso cuchillo que se usaba para trozarlos.
“Por
interés baila el mono”. Se aplica para definir a quienes hacen todo para
lograr un beneficio, ya sea económico o de otro orden. Viene de los tiempos en
que los antiguos organilleros que andaban por la calle llevaban a un monito,
atado con una larga cadena. El animal solía bailar al compás de la música. Al
final de cada interpretación, el mismo mono solía pasar un jarrito metálico
para que los espectadores dejaran alguna moneda.
“Estás
papando moscas”. La expresión se suele utilizar para aquella persona que
está distraída, mirando sin mirar y con la boca abierta. Papar es un viejo
verbo que casi no se usa y que significa masticar algo blando. Y cuentan que en
la catedral de Burgos, en España, hay una figura humana con una cara algo
grotesca. Colocada sobre un gran reloj, hace sonar la campana que marca las
horas, mientras abre y cierra su boca. Lo conocen como “el papamoscas”.
“Este no
quiere más lola”. Alude a aquella persona que se rindió a cumplir con
determinado proyecto o que ya no tiene fuerzas para seguir con un objetivo.
Cuentan que el origen viene de que en los hospitales a los enfermos se les
solía dar una galletitas marca Lola, que fabricaba Bagley. Dicen que su
elaboración era tan cuidada y sin agregados artificiales que por eso la
recomendaban los médicos. Sin embargo, cuando uno de esos pacientes moría,
algunos aplicaban la frase para definir el trágico final. Es un clásico
porteño.
Por supuesto que hay muchas más y
que el ingenio popular siempre aumenta la lista. Y hasta se han recopilado en
libros como el titulado “Del dicho al hecho”, que editó el profesor Esteban
Giménez. Entre las más curiosas hay una que se usa mucho entre los artistas para
el día del estreno. Se les desea “mucha merde”. Viene de los tiempos en
que la gente iba a los teatros con carruajes tirados por caballos. Pero esa es
otra historia.
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