La
presencia mexicana en la última Feria del Libro de Buenos Aires fue francamente
extraordinaria. A lo largo de tres semanas más de cuatro actos diarios pusieron
en contacto al público argentino con muchos de los mejores escritores de México,
lo cual permitió medir ambas realidades, ya que en la mayoría de las mesas hubo
una saludable convivencia entre escritores locales y de la ciudad invitada. Tampoco
faltaron los editores. Se destaca especialmente la presencia de José María Espinaza, de Ediciones Sin
Nombre, y la de Víctor Manuel Mendiola,
de El Tucán de Viriginia. No fueron los únicos. Ayer, 14 de mayo, Silvina Friera publicó en el diario Página 12 una entrevista con los
escritores y editores mexicanos Vivian
Abenshushan, Luigi Amara y Verónica Gerber Bicecci, de Tumbona
Ediciones, donde dan su punto de vista sobre la edición independiente en su país.
“Que el libro no sea una
mercancía más”
El
radical despabilamiento surge de un colectivo de espíritu heterodoxo y
provocador. Un trío iconoclasta de editores mexicanos, integrado por artistas y
escritores, patea el tablero de la edición. Vivian Abenshushan, Luigi Amara y
Verónica Gerber Bicecci combaten contra la uniformidad instaurada por el
neoliberalismo. Sin horarios fijos, sin oficina, sin jefes, la cooperativa
Tumbona Ediciones es un laboratorio político, estético y vital que reivindica
la publicación ecológica –pocos títulos, aquellos tan imprescindibles como
incómodos– y “el derecho universal a la pereza”. El impulso de crear esta
editorial nació en Buenos Aires, en un viaje que hicieron a fines de 2004,
cuando se encontraron con la efervescencia de las editoriales independientes
porteñas. El catálogo de este sello, que se presentó en la Feria del Libro y pronto se
distribuirá en las librerías del país, es hospitalario con el ensayo y la
narrativa breve, los textos inclasificables o paradójicos; con los autores que
permanecen en los sótanos de la tradición, como Ulises Carrión (Veracruz,
1941-Amsterdam, 1989) o Carlos Díaz Dufoo Jr. (Ciudad de México, 1888-1932) y
con los escritores inéditos que se mueven en los márgenes.
“Nos
parece muy importante que la edición se pregunte qué es hacer un libro hoy
desde un país todavía llamado México, pero que vive en una profunda crisis de
violencia. Queremos también extender la pregunta hacia cómo circulan los
libros. El monopolio de las librerías mexicanas impide la circulación natural.
Las editoriales independientes tienen muy pocos espacios en las librerías. Hay
casi que pedir de rodillas que te dejen poner tus libros”, cuenta Abenshushan
(Ciudad de México, 1972), autora de El clan
de los insomnes y Una habitación
desordenada. Amara (México D.F., 1971) comenta a Página/12 que la editorial rescató al escritor-artista Ulises
Carrión para producir “una suerte de sacudida en el medio literario”. La
colección Versus resignifica y potencia el desgastado arte de la diatriba con
títulos como Contra el amor, de Laura
Kipnis, Contra la belleza, de Rafael
Gumucio, Contra la vida activa de
Rafael Lemus, Contra el trabajo,
“seis ensayos en huelga” de Séneca, Friedrich Nietzsche, Theodor H. Adorno,
Samuel Johnson, Bertrand Russell y E. M. Cioran; Contra los hijos de Lina Meruane y Contra el copyright, “cinco ensayos combativos” de Richard
Stallman, Wu Wing, César Rendueles y Kembrew McLeod, entre otros títulos. “Hay
mucha gente interesada más en la circulación de los libros que en el sueño un
poco delirante de obtener regalías y que un día Hollywood compre tu libro.
Abrimos la editorial para que se pudieran hacer cosas en copyleft. Muchos
libreros y editores dicen que estamos locos, que deberíamos defender el
copyright. Pero el copyright lo detenta la corporación, no el autor. Nosotros
estamos en contra del copyright y a favor del derecho de autor”, aclara el
editor.
Ensayista
y poeta, autor de Historia descabellada
de la peluca, Amara recuerda que la idea de hacer la editorial nació de
aquella visita a Buenos Aires a fines de 2004. “Nos dimos cuenta de que se
podía alcanzar vitalidad editorial con imaginación y sin dinero. Entendimos que
no tenía sentido hacer una editorial para que el libro sea una mercancía más.”
Gerber Bicecci (Ciudad de México, 1981), artista visual que ha publicado Mudanza, libro en que narra la
transformación de cinco escritores en artistas visuales, plantea que “editar es
señalar, hacer uso de un poder”. “A diferencia de las editoriales
independientes en México, Tumbona edita colectivamente; es muy sabido que hay
mucha gente que mete mano en un libro, pero normalmente hay una figura de
editor. En Tumbona discutimos tanto cómo editar cada libro que nos volvemos
absolutamente inoperantes. Nosotros editamos a seis manos y discutimos hasta el
último detalle.” Tumbona –en México– es una reposera, una silla cómoda para
leer.
–Hay
una irreverencia en el catálogo que no se corresponde con el nombre, con esa
idea de la reposera para leer cómodo, ¿no?
Vivian Abenshushan: –Es cierto, lo hemos
pensado... Hubo una campaña de lectura México por un País de Lctores, que puso
en marcha el entonces presidente Vicente Fox, que impuso la idea de la lectura
casi como una obligación moral. La peor campaña es decir que leer te hace mejor
persona o que te ayuda a prevenir el Alzheimer. Frente a esa condición moral de
la lectura, nos parecía importante generar una tensión con la idea del carácter
gratuito de la lectura, que no tiene una utilidad práctica, cuantificable.
Cuando estuve acá en 2004, en San Telmo, vi un esténcil que decía: “Mate a su
jefe: renuncie”. Yo trabajaba doce horas diarias en una revista y renuncié. Lo
maté simbólicamente. Hay una defensa de la haraganería, de la lentitud, de la
improductividad a contracorriente de un discurso que en México se instaló de
manera muy fuerte con el Tratado de Libre Comercio con la productividad, la
competencia, el dinero, la ganancia, todos estos valores neoliberales que es
importantísimo discutir.
Verónica Gerber Bicecci: –En México no es
un cliché la figura del lector tirado con un libro como lo es en Argentina. Al
contrario, el grueso de la población en México aprende a leer por obligación,
porque se lo imponen en la escuela; la cultura de la lectura es mucho más pobre
que la de Argentina. Entonces el nombre de la editorial tiene mucho que ver con
invitar a algo que para usted, como argentina, es totalmente un cliché: tirarse
a leer.
Luigi Amara: –Hablar de leer por placer en
México es antiproductivo. Las campañas de lectura son tan absurdas que ahora
una propone: “cuantifica el tiempo que lees, llega a los veinte minutos al
día”. Son parámetros completamente ridículos.
V. A.: –Imagino a la gente leyendo con sus
hijos: “¡A ver, llevamos quince minutos, sigue, sigue, tú puedes...” ¡es
horrible! Nuestros niveles de consumo y de desgaste son inmensos, entonces nos
parecía importante ralentizar la producción de libros.
–¿Qué
significa editar libros en un país con tanta violencia y con un futuro tan
incierto?
V. G. B.: –Si algo se puede detectar,
viendo el problema de manera muy general, es una ruptura irreparable en la
sociedad que va a tener unas consecuencias que ni siquiera alcanzamos a
imaginar. Este ejercicio que hacemos de discutir cada libro genera una pequeña
comunidad. Si esto se repitiera, podría subsanar las grietas sociales, que son
muchas. Aunque siempre nuestros libros buscan incomodar, esa incomodidad
también en el fondo está tratando de coser una herida.
L. A.: –El problema del narco es
consecuencia de una visión individualista y completamente mercantil de la vida.
El narco, el que cree que puede secuestrar y asesinar al otro, responde a una
lógica neoliberal desatada. Nuestra idea como editorial es luchar contra el
individualismo intentando crear redes, haciendo fiestas colectivas, incluso
contra la lógica de los demás sellos que quieren chingarte, como decimos en
México. Hay un punto en que sentimos que quizá seguir editando libros es un
poco frívolo o inconsecuente. Sigue la pregunta qué hacer, cómo responder a una
situación en la que hay una falta total de horizontes. No es sólo la violencia,
sino todo lo que se ha resquebrajado socialmente.
V. A.: –Para nosotros es una pregunta
abierta porque hay una violencia declarada desde hace ocho años, pero en los
últimos siete meses, desde Ayotzinapa, todo entró en un estado de excepción.
Nuestros códigos culturales están también entrando en un estado de excepción.
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