El artículo, firmado
por Andrés Valenzuela, se publicó
ayer en el diario argentino Página 12:
dos editoriales locales comienzan a editar las aventuras de Asterix en la Argentina , alcanzando de
ese modo a otra generación más. Resta por ver en qué traducción, no sea que los
romanos sigan estando “majaretas”…
La aldea gala en la Argentina
Edith Piaf, el Museo
del Louvre y Astérix. Luego cada quien le podrá agregar a la lista sus pendones
franceses preferidos: los vinos, sus quesos, sus monumentos, su cine, sus
filósofos posmodernos. Pero es imposible quitar esos ítems de la lista en la
que los mismos ciudadanos franceses reconocen parte fundamental de su identidad
cultural nacional. Y Astérix, la historieta creada por el guionista René
Goscinny y el dibujante Albert Uderzo, es desde 1959 un emblema de la cultura
contemporánea de las Galias. La irreductible aldea gala se convirtió desde hace
décadas en símbolo de resistencia contra la ocupación y expresión fuera de
serie de una de las artes populares más apreciadas por ese país.
En Argentina se publicó durante
muchos años en revistas escolares y hasta hubo alguna recopilación de las
aventuras. Pero desde hace años, el único modo de leer este clásico de la
historieta universal era accediendo a ediciones extranjeras. Ahora, por el
trabajo conjunto de Libros del Zorzal y Grupo Planeta, se relanzan las
aventuras de Astérix, Obélix y su entrañable galería de personajes. La edición
local tendrá el tamaño del típico álbum francés, pero será en tapa blanda. La
coedición comenzó su tarea publicando los dos primeros títulos de la serie
(sobre un total de 35 ya publicados y otro más por llegar en Francia): Asterix el Galo y La hoz de oro.
El primer tomo presenta a los
personajes y sitúa la acción en tiempo y espacio: la aldea gala rodeada de
campamentos militares romanos, sus habitantes y su belicosa, pero despreocupada
relación con las legiones del César. En el segundo volumen, Goscinny y Uderzo
mandan a sus personajes hasta Lutecia y empiezan a construir el gran mundo que
involucra a sus protagonistas y que con el devenir de las aventuras los llevará
incluso a tierras tan distantes como Egipto.
La saga es uno de esos infrecuentes
casos donde el éxito popular no desentona con la devoción que le dedica la
crítica. Sus centenares de millones de ejemplares vendidos en decenas de
idiomas la confirman como una obra popular y universal, pero eso no riñe con el
criterio de los especialistas, que la reconocen como una obra maestra del
noveno arte y un ejemplo prototípico de la historieta francobelga.
Lo notable de la relectura de estos
libros es cómo resistieron el paso del tiempo. Más de medio siglo después de su
primera publicación, se pueden seguir leyendo casi como si fueran una novedad.
Y no sólo porque aparece siempre algún matiz o detalle nuevo (que también),
sino por la solidez narrativa que encierra. A Goscinny y Uderzo les alcanza un
álbum para plantar las reglas de un universo maravilloso que se permite
contener a la vez guiños para chicos y grandes, divertir a lectores de
cualquier edad, jugar con la identidad nacional francesa y, de yapa, hacer
historieta de la buena.
Además, en estos tomos ya aparecen
los elementos fundamentales que serán recurrentes en toda la serie: la fuerza
descomunal que provee la pócima mágica del druida Panoramix, la inteligencia de
Astérix para arreglárselas sin ella, la relación con los soldados romanos (y su
uso aparentemente caótico de los lugares comunes del latín), los acentos
típicos de otras regiones de Francia (y más adelante, del mundo), los menhires
y la ingesta desproporcionada de jabalíes asados. Por Tutatis, qué bueno que es
tener a estos galos en la biblioteca.
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