Germán Coloma es profesor
e investigador de la
Universidad del CEMA. El 25 de agosto pasado, publicó el siguiente artículo
en la revista Ñ. Allí sostiene que “cada
lengua se complejiza según su medio socioeconómico”.
Cuestiones de pronunciación
Hay idiomas más complejos que otros? Cuando un idioma es más
complejo en cierta dimensión (por ejemplo, en su pronunciación o en su
sintaxis), ¿compensa dicha complejidad con una mayor simplicidad en otra
dimensión? La literatura lingüística ha dado dos tipos de respuestas a estas
preguntas: afirmativas y negativas. En efecto, existe toda una tradición que
sostiene que “todos los idiomas son igualmente complejos”, y que, por lo tanto,
si determinada lengua posee alguna característica extremadamente complicada,
ella se verá compensada por algo muy simple en algún otro aspecto. Pero también
existe otra línea de pensamiento que sostiene lo contrario, y que cree que son
las distintas presiones sociales las que van haciendo que los idiomas se
vuelvan más simples o más complejos, y que esto hace evolucionar a las lenguas
de maneras que pueden ser muy divergentes entre sí.
Tradicionalmente, la idea de que los idiomas eran igualmente
complejos se basó en una especie de “principio democrático” sostenido por los
primeros lingüistas que se dedicaron a estudiar los idiomas americanos y
africanos, y que lucharon contra el prejuicio de que tales idiomas eran
“primitivos” en relación con los europeos. Más cerca en el tiempo, los
lingüistas enrolados en la denominada “gramática generativa” sostuvieron una
tesis parecida, basada en la idea de que el idioma es una facultad innata del ser
humano y que, por lo tanto, su codificación en términos de cualquier lengua en
particular tiene que estar guiada por “principios universales” que hacen que
ningún idioma pueda ser excesivamente complejo ni excesivamente simple.
Por su parte, la idea de que los idiomas no necesariamente
compensan una mayor complejidad en un área con mayor simplicidad en otra, está
ligada al llamado “enfoque sociolingüístico”. La hipótesis más estudiada dentro
de este enfoque es la que sostiene que los idiomas más simples son los llamados
“criollos” (creole languages), que
surgen cuando personas de distinto origen adoptan otro idioma para comunicarse
entre sí, y terminan produciendo una versión simplificada (que luego pasa a
tener autonomía respecto de la lengua madre).
Hasta hace relativamente poco, estas controversias se
saldaban utilizando argumentos conceptuales, pero hoy hay cada vez más estudios
que recurren a herramientas estadísticas y, a veces, a modelos matemáticos que
les sirven de soporte. Entre esos modelos se destacan los de la “lingüística
sinergética”, que sostiene que el idioma es un sistema autorregulado cuyas
propiedades provienen de la interacción de distintos requerimientos, que tienen
que ver con necesidades de codificación, economía y estabilidad de los idiomas.
Como parte de un proyecto sobre el uso de herramientas
estadísticas para analizar problemas lingüísticos, hemos realizado (en la Universidad del CEMA)
dos estudios relacionados con la complejidad de los idiomas. En el primero de
ellos tomamos un texto traducido a 40 lenguas distintas (la fábula El
viento norte y el sol , de Esopo,
usada por la
Asociación Fonética Internacional para ilustrar la
pronunciación de los distintos idiomas), y calculamos una serie de indicadores
(sonidos por sílaba, sílabas por palabra, y palabras por frase o por
enunciado).
Como resultado de esto, vimos que entre dichos indicadores
existía una correlación negativa importante (en especial entre sílabas por
palabra y palabras por frase, tal como representa el gráfico). De los idiomas
analizados surge, por ejemplo, que el vietnamita es un caso extremo que utiliza
frases muy largas (entre 16 y 17 palabras) pero compensa empleando palabras muy
cortas (todas monosílabos). En el otro extremo, el idioma yine
(que se habla en la selva amazónica peruana), usa enunciados que tienen
entre 6 y 7 palabras, y compensa con términos relativamente largos (de 3,75
sílabas promedio).
En el otro estudio cuantitativo que encaramos, usamos datos
del Atlas Mundial de Estructuras Lingüísticas (www.wals.info) y tomamos una
muestra de 100 idiomas que representa a todos los continentes y a todas las
familias lingüísticas significativas. Seleccionamos 60 características para
clasificar a los idiomas en simples y complejos, y con ellas construimos indicadores.
Llegamos así a un “índice de complejidad total” para cada idioma, que le asignó
un valor máximo al idioma abjasio (lengua
hablada en el Cáucaso) y un valor mínimo al tailandés.
La gran diferencia que encontramos entre los índices de
complejidad total de los distintos idiomas nos permitió concluir que, en su
versión más extrema, la hipótesis de que “todos los idiomas son igualmente
complejos” es falsa. Pero vimos también que, evaluando por separado las 60
características usadas, no hay ningún idioma que sea tan simple que no supere a
cualquier otro en por lo menos una característica. Estos y otros resultados
semejantes nos llevaron a pensar que, si bien es cierto que algunas lenguas son
en promedio más complejas que otras, también se da que cuando un idioma es más
complicado, en cierto aspecto, tiende a compensar dicha complejidad con una
mayor simplicidad en otra dimensión.
Estas conclusiones pueden interpretarse a la luz de los
postulados de la lingüística sinergética. Cuando un idioma es más complejo, eso
ayuda a satisfacer la necesidad de codificación, pero es malo para cumplir con
la necesidad de economía (ya que implica usar más tipos de sonidos, más clases
de palabras, más cantidad de palabras, etc.). Para balancear ambos requisitos,
por lo tanto, es bueno que un idioma que se vuelve complejo en un aspecto se
simplifique en otro.
Pero como la historia y la geografía también juegan, puede
ser que las presiones del entorno induzcan a cambiar algunas cosas y que otras
sean difíciles de modificar, y allí entra a pesar el requerimiento de
estabilidad. Esto puede hacer que, si bien en general existen fenómenos de
compensación entre distintas dimensiones de la complejidad de los idiomas,
tales fenómenos no tienen un carácter lineal. Y es por ello que a la larga
terminamos encontrándonos con lenguas que, en promedio, son mucho más complejas
o mucho más simples que otras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario