Daniel Divinsky y Kuki Miller |
El Administrador de este blog siempre pensó que la actividad de Daniel Divinsky había sido sobrevalorada, acaso por la manera en que el editor fogoneó su propia reputación a lo largo de su ya dilatada trayectoria. Está, sí, una primera etapa heroica y luego la censura y persecución de la que fue objeto durante la dictadura militar. Sin embargo, podría decirse que terminada ésta, en las últimas décadas, lo principal de Ediciones de
Todo
esto sería apenas una opinión entre un mar de otras opiniones, si Divinsky en
algún momento no hubiese mostrado la hilacha. Esto ocurrió el 15 de agosto de
2009, cuando, en la sección Flora y Fauna de la revista Ñ, no pudo con su genio. En la columna en cuestión se recogieron
los dichos de Divinsky en una mesa redonda que, con el título “Los pioneros de
la edición independiente”, se realizó en la Biblioteca Nacional
de Argentina. Allí, según recuerda el artículo, una señora del público levantó
la mano para manifestar: “Aquí también debería estar (José Luis) Mangieri”. Lamentablemente,
Mangieri había muerto seis meses antes. Pero la señora había querido mentarlo
porque su obra –tanto la visible como aquella que no se puede cuantificar– había
dejado en muchos lectores una impronta imborrable. Divinsky, entonces, con un
gesto que de manera benévola podríamos considerar de mera envidia, no se privó
de señalar: “Sí, fue una buena persona y un gran amigo. Pero pudo editar lo que
editó porque tenía una mujer norteamericana y multimillonaria”. La afirmación
de Divinsky era una infamia ya que Mangieri –que, dicho sea de paso, nunca fue
amigo de Divinsky, sino apenas colega–, a pesar de haber publicado alrededor de 800 títulos en sus cuarenta años de labor editorial, vivió y murió en la pobreza, llegando a
hipotecar su casa en varias oportunidades para publicar libros que consideraba
importantes, dato que contrasta con las muchas historias que giran alrededor
del supuesto altruismo del dueño de De la Flor. Lea Fletcher, la mujer de Mangieri, a pesar
de ser una prestigiosa académica estadounidense, subsistía de su ocasional
trabajo como traductora y ayudaba a su marido componiendo sus libros en una
vieja computadora. Y eso lo sabía todo el mundo. Sobre todo, sus amigos (y de paso, qué curioso que Divinsky, señalándose amigo de Mangieri no lo supiera). Por lo tanto, la reacción no
se hizo esperar y en las semanas siguientes hubo un aluvión de cartas de
escritores, artistas e intelectuales que pusieron las cosas en su lugar. Los
primeros, y con una altura conmovedora, Martín y Andrea Mangieri, hijos del
editor. Luego, como siempre, pasó el tiempo y muchos se olvidaron del incidente. .
Ahora,
Divinsky vuelve al ruedo. Claramente peleado con su ex mujer, le vendió su
parte de Ediciones de la Flor
y lo hizo promocionando el gesto con mails
y entrevistas, sin olvidar ponerse en el sitio de víctima (y no sólo por las
varias colonoscopías que, en la entrevista que se reproduce en esta entrada y dando clase de buen gusto, confiesa haber tenido que hacerse). Por la poca
memoria del público y por la hipocresía de muchos intelectuales, esa estrategia
siempre le ha servido este editor al que la historia, sin duda, alguna vez observará con más detalle.
Lo que sigue es la entrevista que le realizara Silvina Friera en el diario Página 12 del domingo 20 de septiembre pasado. En la bajada se lee: "El fundador de la editorial que desde 1966 publicó a Walsh, Fontanarrosa y Quino, entre otros, le cedió su parte a Ana María 'Kuki' Miler, su ex esposa y ex socia. 'No me sentía con fuerzas ni para continuar en una pelea ni para seguir trabajando tan intensamente', dice.
“El renunciamiento de Daniel” podría ser el título de una obra de teatro que deja un sabor amargo. Ningún final, por más meditado que sea, es feliz. La ironía es un arma afilada en manos del último editor de raza. “Ahora tengo mucho tiempo libre”, bromea Daniel Divinsky, el creador de Ediciones dela Flor –que empezó a funcionar
en 1966– con casi cincuenta años de experiencia y olfato, de convicción y
hedonismo ecléctico que le permitieron construir un catálogo diverso con Quino,
Roberto Fontanarrosa, Rodolfo Walsh, Fogwill, Maitena, Liniers, Vinicius de
Moraes, John Berger y Umberto Eco, por mencionar apenas un puñado de un listado
inabarcable. A los 73 años, Divinsky decidió alejarse del sello. La editorial
quedará a cargo de Ana María “Kuki” Miler, quien fue su esposa durante casi
cuarenta años, hasta que se separaron, en 2009. “El viernes pasado, luego de
complicadas mediaciones, firmé la cesión a precio irrisorio de mi parte en
Ediciones de la Flor
a mi ex socia –cuenta el ex editor en un email que circuló esta semana–.
Decisión dolorosa, que me tiene muy triste, pero al mismo tiempo aliviado: la
convivencia laboral se había tornado imposible y todo proyecto mío se
estrellaba con su enconada negativa.”
Lo que sigue es la entrevista que le realizara Silvina Friera en el diario Página 12 del domingo 20 de septiembre pasado. En la bajada se lee: "El fundador de la editorial que desde 1966 publicó a Walsh, Fontanarrosa y Quino, entre otros, le cedió su parte a Ana María 'Kuki' Miler, su ex esposa y ex socia. 'No me sentía con fuerzas ni para continuar en una pelea ni para seguir trabajando tan intensamente', dice.
Cambio de firma para un sello mítico
“El renunciamiento de Daniel” podría ser el título de una obra de teatro que deja un sabor amargo. Ningún final, por más meditado que sea, es feliz. La ironía es un arma afilada en manos del último editor de raza. “Ahora tengo mucho tiempo libre”, bromea Daniel Divinsky, el creador de Ediciones de
Divinsky, el hombre que dejó la abogacía a los 24 años para
dedicarse a editar libros, cuenta a Página/12 los entretelones de esta
despedida con esa extraña calma posterior a una gran tormenta, una mezcla de
abatimiento y liberación, de resignación y misión cumplida. “Hacía tiempo que
había inconvenientes de funcionamiento, lo que yo llamo ‘incompatibilidad de
caracteres tipográficos’ y decidí dejar la editorial porque no me sentía con
fuerzas ni para continuar en una pelea ni para seguir trabajando tan
intensamente. Entonces, después de largas negociaciones, llegamos a un acuerdo
por el cual cedí mi parte. Todo se complicaba por el hecho de que la editorial
funciona en un inmueble que es de mi propiedad, heredado de unas tías y de mi
padre, y no se sabía si la editorial se iba a tener que mudar. Finalmente, se
firmó un contrato de locación con un alquiler muy por debajo de los valores de
plaza”, cuenta el creador de Ediciones de la Flor , nombre que surgió de una exclamación de la
escritora y periodista Pirí Lugones –la nieta del poeta Leopoldo Lugones–,
desaparecida durante la última dictadura militar, que exclamó: “¡Flor de
editorial quieren hacer!”.
–¿Queda algún margen, una
posibilidad de volver?
–No, por las dificultades de ponernos de acuerdo con mi ex
socia. La editorial seguía y sigue muy próspera y funcionando bien. Este año se
publicaron unos 12 libros en un ritmo normal. Lo único que no aceptó ella es la
publicación de algunos libros que yo quería publicar, y tenía derecho a eso.
–Cuesta imaginarlo jubilado
de la edición de libros. ¿Qué va a hacer ahora?
–Voy a respetar lo acordado: durante tres años no puedo ser
editor con mi nombre ni dirigir una colección. Voy actuar como asesor, dar
charlas, escribir prólogos; seguiré ejerciendo actividades intelectuales
ligadas al libro, pero sin editar.
–¿Imaginaba este final?
–Ni en mis peores pesadillas...
–¿Qué hubiera deseado para
la editorial?
–Hace un par de años tuvimos un almuerzo con Jorge Herralde en
el que nos contó, muy entusiasmado, el acuerdo al que había llegado con
Feltrinelli, la editorial italiana que se quería instalar en España, por el
cual Herralde y su mujer le iban cediendo un porcentaje cada año de Anagrama
hasta terminar cediendo la totalidad de las acciones, conservando la dirección
editorial mientras tuvieran ganas. Herralde nos sugirió que hiciéramos lo mismo
–dado que nuestro único hijo es músico y no tiene ninguna intención de
continuar con la actividad– con alguna de las editoriales independientes
locales. Incluso comentó el tema con el editor de una de esas editoriales, que
me llamó de inmediato sumamente interesado. Me entusiasmó la posibilidad, pero
fue totalmente rechazada por Kuki.
–¿Continúa Kuki Miler sola
al frente del sello?
–Sí, tiene toda la capacidad, la formación, la experiencia y
la relación con los autores. Así que no hay duda de que la editorial va a
seguir igual.
–Hay vida cultural después
de Ediciones de la Flor ,
¿no?
–Yo pensaba escribir una columna de opinión que se titularía
“Mi historia clínica 2015” .
Este fue un año en el que fui sometido a varias operaciones voluntariamente, en
algunos casos con anestesia total, en algunos con anestesia local y en otros
sin anestesia. Me operé de la vista, por lo cual ahora veo sin anteojos, me
sacaron por criocirugía un carcinoma de piel y después me hicieron dos
videocolonocopías para extirparme unos pólipos. Ahí ya tenés cuatro
operaciones. La quinta fue la extirpación de Ediciones de la Flor. Todavía no me
recuperé de los efectos de la anestesia...
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