El 24 de diciembre pasado, en el diario Clarín, Victoria Abdalá publicó la siguiente nota referida a las nuevas
librerías de Buenos Aires y sus tendencias.
Pequeños placeres de la vida del lector
Buenos Aires, la ciudad con mayor concentración de
librerías por cantidad de habitantes en el mundo, según un estudio reciente del
World Cities Culture Forum, es impensable sin estos locales en los que
históricamente se han cruzado lectores, editores y libreros, para comprar
títulos pero también para conversar sobre cuestiones que muchas veces no tienen
espacio allá afuera, en las calles urgentes. Las librerías tradicionales,
dispersas en el mapa porteño –las primeras aparecieron a comienzos del siglo
XIX–, siguen siendo el corazón de la vida cultural de la ciudad. La novedad es
que ahora existen también circuitos y rincones alternativos, que incluyen,
aunque no siempre se limitan, a la compra-venta de títulos.
Distintos motivos -entre ellos el deseo de montar un proyecto original, o
el menor costo que supone montar un local puertas adentro- impulsaron en los
últimos años la aparición de librerías atípicas: hay reductos domésticos que
sirven de refugio a los lectores –funcionan en departamentos e incluso hay una
en una gran casona en la que además de comprar libros, se puede leer en el
patio o la terraza–, y una vinoteca, en la que libros y vinos pueden combinarse
en un maridaje inesperado. Los locales más tradicionales en muchos casos
también se desmarcan de su dinámica original e incorporan productos y servicios
complementarios.
“A la organización no se le opone la desorganización sino una forma nueva,
escribió la escritora blasilera Clarice Lispector y a mí esa frase me inspiró”,
dice Nurit Kasztelan, pionera de la movida de las librerías a puertas cerradas
y dueña de Mi casa, librería atípica (www.libreriamicasa.com.ar), que
funciona desde el 2009 en un PH de Villa Crespo. Nurit ofrece narrativa
contemporánea seleccionada, una muy nutrida oferta de libros de poesía, libros
raros, descatalogados y de autor, siempre en función de los intereses de quien
la visita. “Eso es lo que me diferencia, la curaduría del material, la percepción de lo que podrá
gustarle a ese lector en particular”, explica ella mientras su gata Amelia
circula por el living. Nurit piensa que una librería ideal es un lugar donde un
librero te orienta: “Me interesa recuperar ese espíritu, priorizar el vínculo.
Un libro puede cambiar tu vida y ese el valor que quiero darles.” Otra librería
a puertas cerradas es La vecina libros,
de Natalia Rozemblum, que funciona en Olivos. “En 2015 vi una nota sobre
librerías en casas y decidí hacer caso a lo que me pasaba por el cuerpo. Me
ocupo de todo: pedidos, ventas, cuentas, redes. Y por supuesto, lo más lindo,
de elegir mi catálogo y recomendar lecturas." Rozemblum usa las redes como
vías de difusión: “La gente ve las publicaciones en Facebook, Instagram o
Twitter y me escribe por ahí o al mail. Después vienen y buscan los pedidos en
la puerta”. La venta de libros aún no le alcanza para vivir exclusivamente de
esto –el porcentaje con que se queda el librero suele ser de entre el 30 y 40%
del precio de tapa- pero privilegia tener su negocio en su propio hogar.
Falena (Charlone 201, Chacari - ta),
de Marcela Giscafré, inauguró el pasado agosto en Chacarita y es en sí misma un
tesoro escondido. En esta robusta casona de dos pisos de paredes de ladrillos a
la vista y portones vidriados, funciona una librería que ofrece material de
editoriales argentinas y extranjeras (Impedimenta, Siruela, El zorro rojo,
Nórdica), que se pueden hojear en un sillón o en el patio, tomando un café al
sol o degustando un vino de la bodega en la intimidad del subsuelo. Hay también
un entrepiso dedicado a las crónicas de viaje y un sector de "filosofía y
tradiciones”, y una cuidadosa selección de libros de arte. La terraza también
invita al relax; como el living, en donde en invierno crepita la madera en un
hogar encendido. "Lo que me orienta es la intención de generar un clima
que acompañe la lectura -explica Giscafré-, la belleza va más allá de la
estética y apunta a combinar las mejores ediciones y un ambiente que en el que
se conjugan contenidos y formatos". La idea es incorporar algunos espectáculos
de música y ya se hicieron recitales de lecturas y muestras de ilustración,
collage y pintura (actualmente expone Juan Montes de Oca).
En el barrio de Palermo existe un circuito de librerías que puede
recorrerse a pie y a su modo también es original: frente a la Plaza Armenia –y
a muy pocos metros de Gandhi– abrió la Librería del Fondo (Costa Rica 4568), en un edificio de
dos pisos diseñado por Clorindo Testa y que tiene un mural ilustrado por Isol.
Allí el lector puede encontrar un variadísimo catálogo al estilo del que tienen
las grandes cadenas y una oferta de actividades culturales que incluye talleres
y muestras de arte. Se proyectan películas, en un espacio del segundo nivel,
que funciona como auditorio y puede ambientarse como microcine. Más cerca de
plaza Serrano está Librería del Pasaje (Thames
1762), ya conocida por su catálogo en permanente renovación y por el espacioso
patio cubierto donde es grato sentarte a tomar un café. Es ideal para escribir,
hojear los nuevos títulos o reunirse a trabajar. Otro clásico palermitano es Eterna Cadencia (Honduras 5574), que tiene su propia
editorial. Pero en la librería hay de todo: ficción y no ficción, arte, cine,
ciencias sociales y ensayo. Desde hace años es uno de los puntos culturales de
mayor ebullición de la vida cultural de la ciudad y uno de los preferidos para
las presentaciones de libros.
Muy cerca de allí está Alamut (Jorge
Luis Borges 1985), que propone un maridaje por demás tentador: comparte el
espacio con una vinoteca. Hay buenos libros de ficción, pero también secciones
dedicadas a la gastronomía, la fotografía y el diseño. “Ofrecemos sólo lo que
nos gusta, nos tienta o recomendaríamos a amigos; sólo las buenas historias. Es
un espacio hedonista”, destaca su dueña, Daniela Fernández. La vinoteca y la
librería son independientes, pero nos gusta que el lector combine ambos
placeres”, cuenta a Clarín.
Justo al lado, está Borges 1975 (ese
es su nombre y su dirección), que además de librería es espacio de arte y club
de jazz. Gustavo Matich es el responsable de este espacio: “No sólo me interesa
vender libros, sino ante todo que el público disfrute y se relaje, beba, fume,
lea, escuche muy buen jazz”, describe él. Los sábados él mismo atiende a los
clientes hasta las 2 de la madrugada. "La idea –dice– es venir a pasarla
bien."
Entre las nuevas librerías más tradicionales, que también ofrecen algún
plus, está Waldhuter (Santa
Fé 1685), de la distribuidora editorial. El negocio de los hermanos Gabriel y
Jorge Walhuter abrió el 1 de noviembre y se caracteriza porque ofrece una
amplia oferta de material de educación, psicoanálisis y narrativa argentina e
importada; y también porque le escapa a la solemnidad. Tiene una sección de
cómic europeo y sus vidrieras y paredes están decoradas con frases ocurrentes:
“Me vuelves Lorca”, “Menos es Marx”. En Colegiales, inauguró Céspedes Libros, de Victoria
González, que privilegia la calidad por sobre la cantidad del material que
exhibe. “Entiendo la librería como un espacio al que uno llega para reunirse
con lo que disfruta, en un marco que aporte calidez”.
Hay opciones variadas y una idea que se impone: en la era de la
virtualidad, la producción en serie y el consumo masivo, cada vez más lectores
prefieren el trato personalizado en un marco que invite al disfrute,
donde encontrar ese libro, entre todos los libros. Un libro a medida.
Algunas más:
Clásica y Moderna (Callao 892): fundada en 1938, es un
espacio emblemático de Buenos Aires. Se puede disfrutar de almuerzos y cenas
acompañados de espectáculos musicales, muestras de pintura y presentaciones de
libros.?
Fedro Libros (Carlos Calvo 578, San Telmo): Un
ambiente bohemio en una casa remodelada, en la que suele sonar bossa nova.
Literatura, ensayo, arte y fotografía, y talleres de lectura y escritura.
Dain Usina Cultural (Nicaragua 4899, Palermo): Moderna y
sofisticada, es sede de eventos editoriales y espectáculos. Cuenta con un bar y
una terraza con foutones para reunirse o leer.
El gato escaldado (Av
Independencia 3548, Boedo): Se especializa en literatura latinoamericana e
infantil. Se organizan proyecciones de películas, lecturas y conciertos.
Quimera: (Humboldt 1981, Palermo): Librería,
galería de arte y restaurante. También suele haber muestras de arte.
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