Giangiacomo y Carlo Feltrinelli |
El
28 de febrero pasado, Matías Néspolo
publicó el siguiente artículo en el diario La
Nación de Buenos Aires. Según la bajada, “Carlo Feltrinelli recupera Senior Service, legendaria biografía sobre su padre, hombre de
muchas vidas que, entre otras obras emblemáticas, fundó un imperio editorial”.
Considerando lo que es Feltrinelli hoy en día, sirve,
entre otras cosas, para medir la distancia que va del padre al hijo.
Giangiacomo Feltrinelli:
el editor que hizo su propia revolución
BARCELONA.-
De estar allí la CIA o la KGB, lo habrían resuelto en cuestión de minutos, pero
entre carabinieri, policía política y forenses del Instituto de
Medicina Legal de Milán demoraron casi 48 horas en identificar el cuerpo del
terrorista anónimo aparecido la mañana del 15 de marzo de 1972 en Segrate, en
las afueras, al pie de un poste de alta tensión. Una bomba de fabricación
casera le había estallado en las manos la noche anterior cuando intentaba dejar
sin luz a media ciudad.
Tampoco
hacía falta ser Sherlock Holmes para reconocer a Osvaldo, nom de guerre del
comandante y fundador del GAP (Gruppi di Azione Partigiana), la segunda
organización armada italiana, tras la fundación de las Brigatte Rosse en 1969,
porque en la camioneta hallada en las inmediaciones encontraron una billetera
con dos fotografías: un chico de 10 años y una muchacha rubia, su amante de
entonces. Había, además, un paquete empezado de Senior Service, sus cigarrillos
preferidos.
¿Quién
era Osvaldo? Un amigo de Andy Warhol que jugaba al básquet con Fidel Castro en
ropa de fajina. Una cara sobre el papel satinado de Vogue, que había sido expulsado de Bolivia cuando encarcelaron a
Regis Debray y el Che Guevara combatía en la selva. O el que se había
entrevistado con Yasser Arafat apenas fundada la OLP. El heredero de una de las
mayores fortunas de Italia, criado entre institutrices y cotos privados de caza
austríacos, cuya madre le había regalado el título de marqués comprado al mismísimo
Duce, pero que a los 18 años ya era un partisano que, luego, en 1944, entraría
en Roma triunfal con los Aliados.
Claro
que Osvaldo también era uno de los grandes mecenas de la cultura italiana, en
particular, y del pensamiento revolucionario, en general, con la creación de la
Biblioteca de Estudios Marxistas a fines de los 40, hoy una fundación que lleva
su nombre, y sobre todo el gran portento de la edición literaria europea del
siglo XX, sin el cual todo habría sido diferente. También conocido por su
verdadero nombre, Giangiacomo Feltrinelli (1926-1972), fue el creador de un
imperio.
De
todos esos hombres habla aquel niño de la fotografía, Carlo Feltrinelli, en
Señor Service:biografía de un editor, libro publicado originalmente en
1999 y traducido a media docena de lenguas. Carlo lo escribió tras siete años
de minuciosa investigación y ahora lo recupera casi 20 años después con
"el texto tal y como estaba", para Anagrama, la histórica editorial
de Jorge Herralde, ya integrada al imperio editorial forjado por el padre. Y en
esas páginas se lee, también, a un hijo que recuerda a quien le enseñó a
descamar el pescado, a navegar y a caminar en la nieve.
A ritmo de thriller
Después
de aquella gesta biográfica, Carlo, cabeza del Gruppo Feltrinelli –que incluye
la histórica editorial, la cadena de 119 librerías, la fundación homónima y
varias empresas dedicadas a la investigación sociológica y al sector
inmobiliario–, no volvió a medirse con la escritura. "Me sirvió para
ordenar y comprender la historia de mi familia, pero fue un libro único, no me
considero un escritor", cuenta ahora a La
Nación. Escritor o no, el trabajo de Carlo tiene mérito, porque no sólo
viaja hasta fines del siglo XIX, a los tiempos del abuelo –también Carlo–, para
desentrañar los orígenes de la fortuna familiar, entre la industria maderera y
la banca, sino que reconstruye el increíble periplo vital de ese hombre de
muchas caras que murió a los 46 años manipulando cartuchos de dinamita sobre un
poste de alta tensión. Y ello lo consigue en menos de 500 páginas, casi a ritmo
de thriller, que de ser una biopic no cabría en la
más costosa y desmesurada superproducción de Hollywood. "Vivió
intensamente la vida que quiso; es más: vivió muchas vidas en una. Puede que
ésta sea la lección más importante que me ha dejado", reconoce.
Lo
cierto es que una de las vidas más trascendentes de ese joven partisano
afiliado al PCI en 1945 de la mano de su fundador y amigo de Gramsci, Palmiro
Togliatti, y que recorría Europa en Citroën tras los manuscritos originales de
Engels, Marx y Lenin para la Biblioteca de Estudios Marxistas, comienza en 1955
con la fundación de Giangiacomo Feltrinelli Editore. Y en especial dos años después,
con la publicación de la novela de un poeta ruso censurada por el estalinismo.
El affaire Zhivago se lleva muchas páginas de Senior
Service, con la exhumación de una larga relación epistolar entre
Feltrinelli y Boris Pasternak. No es para menos.
"Mi
padre interceptó el libro de Pasternak pocos meses después del nacimiento de su
editorial y por él condujo una batalla en solitario para superar los esquemas
mentales, ideológicos y políticos de la Guerra Fría. Doctor Zhivago fue
el primer gran best seller de la literatura contemporánea.
Giangiacomo tenía sólo 30 años: no es difícil intuir el peso que ejerció ese
libro en su futura carrera como editor", explica Carlo. Le seguirían otros
hitos polémicos, como El gatopardo, de Giuseppe Di Lampedusa, o Trópico
de cáncer, de Henry Miller, censurada por obscena, que publicaría fuera de
Italia y distribuiría de contrabando, para no mentar a los americanos que dio a
conocer a Europa: Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Tom Wolfe.
Para
entonces, el divorcio del camarada Feltrinelli de Moscú ya era evidente y su
norte estaba puesto en las luchas de descolonización del Tercer Mundo,
convertido a ese elemento peligroso para la KGB en un sospechoso también para
la CIA. Las abortadas memorias de Castro en ese sentido no ayudaron.
"Trabajó con Castro entre 1964 y 1965, pero el proyecto encalló porque
Fidel procedía muy lentamente con un libro minucioso sobre batallas militares
en la sierra mientras Giangiacomo aspiraba a publicar un libro más político",
continúa Carlo.
La
evolución que seguiría el editor es comprensible. "La aceleración de los
años 60, las vanguardias y los movimientos sociales internacionales le
sugirieron la necesidad de una acción más inmediata en vez de la típica
mediación cultural", señala el biógrafo. Y para la Primavera de Praga o el
Mayo francés, Giangiacomo ya vivía en la clandestinidad con una docena de
pasaportes.
"En
1968, mi padre temía que se produjera en Italia un golpe de estado exactamente
como el de Grecia. Siendo una persona con una dimensión internacional y con
posiciones radicales, se sentía también amenazado personalmente. Quería cambiar
el mundo, pero el suyo no era un romanticismo kitsch, sino en todo caso un
romanticismo a la germana, con trazas de tragedia. En el libro intenté explicar
la sensación de soledad que tuvo en sus últimos años", confiesa el hijo. Y
sin duda lo consigue. Incluso en la sensación de paranoia que vivió Osvaldo.
Paranoia justificada, porque el único punto oscuro al que no llega a penetrar
del todo Senior Service es el supuesto accidental de su
trágico final. "Es notorio que hubo intentos de eliminar a mi padre. Pero
lo que realmente ocurrió aquella noche del 14 de marzo de 1972 es aún un
misterio."
Feltrinelli fue siempre un emporio, George. Salvo la política, no hay gran distancia entre el padre y el hijo.
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