Por qué nos gustan unas palabras más que otras
Cuando escuchamos otra lengua
es probable que oigamos sonidos que no existen en la nuestra y que no podemos
asociar con nada que hayamos escuchado anteriormente. Además, cuando oímos algo
por primera vez, un sonido (fonema) diferente o una nueva palabra –incluso en
nuestra lengua materna–, puede haber algo que nos cause placer, o todo lo
contrario.
Generalmente,
al utilizar palabras con las que estamos familiarizados es prácticamente
imposible separar su forma de su significado. Por eso, en inglés palabras como “putrid”
(podrido) o “disgusting” (asqueroso) llevan asociadas connotaciones negativas
previamente asimiladas por nuestro subconsciente y por ello el significado
tiene un papel clave.
Sin
embargo, cuando aprendemos otro idioma nos encontramos con palabras nuevas,
libres de asociaciones y connotaciones. Este fenómeno ha sido estudiado por
investigadores en busca de lo que hace que una palabra resulte placentera o
repugnante.
Desde
pequeños, todos hemos estado en contacto con el lenguaje y la música, y todas
las culturas tienen variedades locales de cada uno de ellos. Cada uno de
nosotros percibe las palabras de diferentes maneras. La forma en la que nos
relacionamos con ellas o si preferimos unas u otras depende en gran medida de
la asociación que haya surgido a través de nuestras experiencias y el modo en
el que las personas de nuestra comunidad las hayan usado.
El lingüista británico David Crystal ha investigado este tema, la fonoestética,
el estudio de lo que hace que algunos sonidos sean hermosos, y ha observado que
las palabras más populares llevan ligadas connotaciones positivas, lo cual no
resulta nada sorprendente.
No
obstante, lo más interesante es ver lo que estas palabras tienen en común: dos
o tres sílabas, vocales cortas y sonidos consonánticos fáciles de producir,
como /l/, /s/ y /m/. Ninguno de estos sonidos requiere demasiada energía o
esfuerzo en su pronunciación y además evocan tonos naturales y placenteros.
Algunos ejemplos en palabras inglesas son: “autumn” (otoño), “melody”
(melodía), “lullaby” (canción de cuna), “velvet” (terciopelo), “luminous”
(luminoso), “tranquil” (tranquilo/a), “marigold” (caléndula), “whisper”
(susurro), “gossamer” (telaraña), “caress” (acariciar).
Durante muchos siglos, la
repetición de ciertos sonidos en el campo literario ha sido muy popular en la
poesía, una figura a menudo utilizada como imitación de la naturaleza, para
inspirar estados de ánimo y sentimientos. Palabras donde el fonema /s/ es el
sonido principal, tanto en poemas ingleses como españoles, simbolizan el
silbido del viento o el sonido del mar, y palabras con sonidos nasales como /m/
son suaves y relajantes, como un suave murmullo.
Separara el significado de las palabras
En inglés –en español y en
cualquier otro idioma–, una misma palabra suena de manera distinta cuando la
pronuncian hablantes de diferentes zonas, tanto de otros países donde se habla
la misma lengua, como de otras partes del mismo país o región. La geografía no
sólo afecta al sonido sino también a su significado, como “close” en inglés,
que típicamente describe proximidad y que también se utiliza en el norte de
Inglaterra para describir ese calor húmedo que anuncia lluvia o tormenta.
Cuando
escuchamos una palabra, nuestra manera de percibirla está influenciada no solo
por la denotación sino también por la connotación. Por eso, las que asociamos
con experiencias positivas nos resultan agradables. Sin embargo, el modo en el
que éstas últimas afectan nuestras preferencias por unas palabras u otras varía
a lo largo de nuestras vidas. Esto es algo de lo que he sido testigo con mis
alumnos de español de Nivel A1 MCER, los principiantes, en estos últimos veinte
años.
Cuando somos capaces de “conquistar”
una palabra, ésta se convierte en algo que nos gusta decir y escuchar. Aquellos
sonidos que al principio del curso a los estudiantes británicos les resultaban
difíciles de pronunciar: /θ/, /x/, /ɲ/, la /r/ fuerte y /ʧ/, debido a que no
son frecuentes o no existen en su lengua materna, se convierten en sonidos
populares al final del curso.
Así experiencias
nuevas y positivas contribuyen a fomentar un nuevo “cariño” por aquellas
palabras que tenían consonantes complicadas como “esperanza”, “izquierda”, “agujetas”
y “contraseña”.
También
hay palabras que suponían un reto para mis alumnos al comienzo del curso y que
han aprendido a manejar y pronunciar con seguridad unos meses más tarde, con
ese orgullo que surge del conocimiento y el trabajo duro, sin tener en cuenta
sus connotaciones. Un ejemplo verdaderamente notable es “desafortunadamente”,
que tiene obvios matices negativos.
No
obstante, es común que los estudiantes de otras lenguas experimenten
disociación entre una palabra y su significado, algo que raramente
experimentamos en nuestra lengua materna. Por ello, quienes hablan otra lengua
son capaces de disfrutar las palabras por sí mismas, sin tener en cuenta sus
connotaciones, pudiendo distanciarse de ellas incluso cuando ya las conocen.
Cuando
les enseño pronunciación y entonación a mis alumnos de nivel inicial, uso “jeringuilla”
–que para ellos es como si fuera un trabalenguas de una sola palabra– para
representar y practicar los sonidos /x/ y /g/. Es un vocablo con todas las
características apreciadas por nuestras mentes: sílabas que fluyen, sonidos
vocálicos cortos, /n/ y /x/, un buen reto para los hablantes anglosajones.
Imagínense
la cara que ponen cuando descubren lo que significa…
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