lunes, 2 de septiembre de 2019

Por qué no hay que usar el Diccionario de la Real Academia, prejuicioso, racista y mal redactado (14)



En un artículo publicado por el periodista Javier Ricou, en el diario catalán La Vanguardia, del 9 de enero de 2012, con el título La RAE suprime los términos ‘tosco’ e ‘inculto’ en la definición de ‘rural’”, se lee: “Rural: ‘Perteneciente o relativo a la vida del campo y a sus labores’. Hasta aquí ninguna objeción. Pero la definición recogida en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) no acaba ahí. Hay una segunda acepción y rural es también sinónimo, según recoge la definición del diccionario de la RAE, de ‘inculto, tosco, apegado a las cosas lugareñas’. Y ahí sí que hay un problema”.

 

Más adelante en el artículo, el autor añade: “La pervivencia de esa acepción –que un día pudo tener sentido, pero que hoy no se ajusta a la realidad– ha movilizado a alcaldes de pueblos de toda España y organizaciones rurales. Y la cosa aún duele más, desde la visión del habitante de pueblo, cuando en el mismo diccionario de la RAE el término urbano se define, en una de sus acepciones, como ‘cortés, atento, de buen modo’”.

 

Así, Ricou concluye: “Definir, hoy en día, a una persona rural como inculta o tosca es un insulto a los diez millones de personas que viven en un entorno rural y que ocupan casi el noventa por ciento del territorio del país, afirman los instigadores de la campaña iniciada meses atrás para eliminar esa acepción del diccionario de los diccionarios. La RAE ha escuchado esas quejas y un portavoz del organismo anuncia que en la próxima edición del diccionario de la Real Academia Española, prevista para el otoño del año 2014, se suprimirá esa acepción”.

 

Súbitamente, el DRAE se vuelve democrático porque se establece una campaña en contra de una definición considerada ofensiva. Sin embargo, hay muchas otras definiciones ofensivas que carecen de campaña y que permanecen en el seno del diccionario porque los académicos, tal vez “incultos, toscos, apegados a las cosas lugareñas”, siguen arguyendo que el diccionario está para registrar los usos que de las palabras hace la gente y no para modificarlos. Dicho de otro modo, “judío”, en la edición del tricentenario del DRAE tiene como quinta acepción dicho de una persona: avariciosa o usurera, y de nada han valido las múltiples protestas de organizaciones judías contra esa definición denigrante. Y “gitano” tiene también como quinta acepción el sentido de “trapacero”, palabra que si se busca en el mismo diccionario significa “Que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien”.


Evidentemente, los judíos y los gitanos, en España –y en el DRAE– no tienen la misma suerte que la gente rural, que todos sabemos, en los campos de Castilla, recitan de memoria a Garcilaso de la Vega.


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