“Los libros de Carson McCullers, Dorothy Parker, H.P. Lovecraft, Edith Wharton y Aleister Crowley pueden ser impresos sin pagar derechos. La propiedad intelectual en la Argentina tiene vigencia por 70 años desde el año siguiente a la muerte del autor.” De esto que dice la bajada trata la nota publicada por Silvina Friera, el 10 de enero pasado, en el diario Página 12.
Los límites del copyright
La
ceremonia se repite, sólo cambian los protagonistas. Todos los 1º de enero las
obras de distintos escritores pasan a dominio público, esa especie de “shock
póstumo” por tiempo ilimitado que permite que una constelación textual
ecléctica esté disponible sin pagar derechos. La ley de derechos de autor, que
establece cuándo expira el copyright de un creador, varía entre los 50 y los 80
años, dependiendo del país y la fecha en la que haya muerto el titular de los
derechos. La propiedad intelectual en la Argentina tiene vigencia por 70 años a
partir del 1º de enero del año siguiente a la muerte del autor, según dispone
el artículo quinto de la ley 11.723. Los editores, lectores y usuarios pueden
editar, subir y compartir El corazón es
un cazador solitario, Frankie y la
boda y La balada del café triste de
la escritora estadounidense Carson McCullers (1917-1967), cuya obra está en
dominio público desde que comenzó 2018, junto con los libros de Dorothy Parker
(1917-1967). H.P. Lovecraft (1890-1937) pasa a dominio público sólo en España
–como murió antes de 1987, se rige por la anterior ley que establecía un plazo
de 80 años–; también Edith Wharton (1862-1937), la primera autora que ganó un
Premio Pulitzer, y el británico Aleister Crowley (1875-1947), escritor, pornógrafo,
místico y “mago negro”.
El
Convenio de Berna estipula que los derechos caducan 50 años después de la
muerte del escritor, como sucede en Uruguay, Canadá, Panamá, Filipinas, El
Salvador y República Dominicana y Cuba. En el caso de España, mantuvo la Ley de
Propiedad Intelectual de 1879, que fijaba el plazo en 80 años, hasta 1987,
cuando la modificó para equiparar a la mayoría de los países. Los escritores
que murieron antes del 7 de diciembre de 1987 se rigen por la anterior ley, que
protegía los derechos de autor hasta 80 años después de su muerte. Conviene
recordar que, aunque la obra de un autor entre en dominio público, las
traducciones son consideradas como una obra propia y dependen del traductor.
Las viejas traducciones de los años ‘40, ‘50 y en adelante siguen protegidas. Pero
nada impide que se puedan multiplicar nuevas traducciones de McCullers, Parker,
Wharton, Lovecraft y Crowley. El año pasado habían ingresado al dominio público
las obras de la estadounidense Gertrude Stein, del británico H.G. Wells y de
los españoles Federico García Lorca, Ramón María del Valle-Inclán y Miguel de
Unamuno.
“El
mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos”. Esta
especie de credo fue uno de los legados de Wharton, la autora de La edad de la inocencia (1920), su novela
más conocida, con la que ganó el Premio Pulitzer en 1921. El eco de una
conmovedora belleza emerge con una potencia volcánica en un mundo demasiado
violento. McCullers puso su mirada –y su oído– al servicio de los frágiles, los
desesperados, los rechazados, los deformes, los mudos, los “raros”, esas
criaturas que casi nunca son observadas ni escuchadas, para aproximar el
desamparo vital de sus personajes desde una escritura envolvente, como un
hechizo del que no se puede ni se quiere escapar. Parker, que se proclamó
socialista hasta que murió, es una de las escritoras más mordaces de short stories de Estados Unidos. En
cualquiera de sus relatos de mediados de los años ‘20 despliega la máxima
agudeza y síntesis para mostrar a una sociedad ambigua que intenta recomponerse
como puede después de la Primera Guerra Mundial. Además de unos relatos
formidables, Parker escribió poesía, comedias y el guión de una película.
Lovecraft es uno de los autores más influyentes de la literatura
fantástica del siglo XX. En la nouvelle
La llamada de Cthulhu comienza la
saga de los Mitos de Cthulhu, tal vez su propuesta más original, donde delineó
una fantástica cosmogonía paranoide. Casi nadie pudo escapar a la seducción que
supo ejercer. Desde Fernando Pessoa, pasando por Rainer Maria Rilke, Xul Solar,
los Beatles y hasta Marilyn Manson, todos se encandilaron con Crowley, llamado
por su propia familia y la prensa británica “La Bestia del Apocalipsis”. El
escritor británico fue conocido por sus escritos sobre magia, especialmente por
El libro de la ley, aunque también
escribió ficción y poesía. Prohibido, venerado, odiado y reverenciado en todo
el mundo, Crowley encabeza las curiosidades que alienta el dominio público.
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