viernes, 2 de junio de 2023

"¿Es muy distinto como funciona una librería en París o Buenos Aires?"


El pasado 29 de mayo, la escritora y periodista Gabriela Mayer visitó Cien Fuegos, la librería argentina de París, propiedad del poeta y traductor Miguel Ángel Petrecca. Lo que sigue es la crónica de su conversación y algunos datos sobre la historia de las librerías de lengua castellana de la capital francesa.

Un paseo por Cien Fuegos, “la última librería latinoamericana en París”


Cien Fuegos es la única librería de París dedicada a la literatura hispanoamericana y a la venta de libros en español. Fundada en 2015 por el poeta y traductor argentino Miguel Ángel Petrecca, se encuentra en la rue Saint Blaise, apacible calle semi peatonal en el XX arrondissement, con el encanto de los antiguos suburbios parisinos.

 

La ciudad a orillas del Sena siempre fue una meca literaria para los autores latinoamericanos. Desde Rubén Darío hasta César Vallejo, pasando por escritores icónicos del boom como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

 

Este pintoresco espacio se constituye en heredero de ese fluido vínculo de las letras latinoamericanas con París, pero también de la larga tradición de librerías iberoamericanas que existieron en esta ciudad. Como la Librería Española de Antonio Soriano en la rue de Seine o la Librería Hispanoamericana de la rue Monsieur-le-Prince, que hace tiempo cerraron definitivamente sus puertas.

 

Cien Fuegos o la librería como mito persistente

En la vidriera de Cien Fuegos se destacan, entre otros títulos, la edición aniversario de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, Les morts sont de jour en jour plus indóciles (traducción de Los muertos están cada día más indóciles) de Roque Dalton y Los surcos del azar del historietista Paco Roca. Diversidad que convoca a hurgar en el selecto catálogo de esta librería.

 

Cien Fuegos atesora miles de volúmenes nuevos y usados en los anaqueles de madera clara y también apilados en cada recoveco. Después de hacer espacio a un par de sillas para la entrevista entre libros, Petrecca dice a Infobae Cultura que la librería como lugar es “un mito persistente”.

 

Antes de ocupar el local actual, a pasos de la plaza elevada de la iglesia Saint-Germain-de-Charonne y cerca del cementerio Père-Lachaise (donde descansan, entre muchas otras celebridades, Juan José Saer y Miguel Ángel Asturias), la librería estuvo primero en el distrito XI y luego en el XV, en la otra punta de París.

 

Una de las características distintivas de Cien Fuegos es que ofrece a sus clientes un modelo mixto, con títulos nuevos y usados, algo poco habitual en Francia. “Acá tenés librerías muy de nuevo o librerías de viejo, pero que trabajen con las dos cosas es bastante raro”, comenta Petrecca.

 

Las librerías francesas no especializadas suelen centrarse en las novedades. “A diferencia de la librería argentina, que también crea un fondo que se va construyendo a lo largo de los años”, afirma el autor de poemarios como La voluntad, El Maldonado y El gran furcio.

 

En el caso de Cien Fuegos, es mayor el flujo de libros usados, que proceden de la compra de bibliotecas, pero también de los libros que deja gente que parte de París o se muda a un lugar más chico.

 

De esta manera, terminan confluyendo muchas bibliotecas diferentes. Como “la biblioteca de un cubano que se vino escapando de la revolución, la de un peruano artista amante de la revolución… bibliotecas totalmente opuestas que se fueron acumulando acá a lo largo de décadas”.

 

Al librero, poeta y traductor nacido en Buenos Aires le encanta dedicarse a buscar libros, actividad para la cual París resulta buen lugar. “Justamente encontrás cosas que, como son en español, tal vez acá no se les da tanto valor”. Entonces, ejemplifica, aparecen ediciones de Rayuela firmadas o una primera edición de Cien años de soledad sin la tapa.

 

Más allá de los volúmenes que se apilan por Cien Fuegos, Petrecca -quien llegó a París para hacer un doctorado- tiene más libros en un sótano e incluso en su propia casa. Aunque ya perdió la cuenta, estima que deben ser unos diez mil.

 

Los títulos dentro del local se encuentran clasificados en diversos sectores. Un muro está dedicado a narrativa, aunque puede haber “infiltrados”, y otra área es la consagrada a poesía. También dispone de un sector donde conviven biografía, crítica literaria e historia, así como zonas que concentran respectivamente libros infantiles y de arte.

 

Por lo general, los títulos de narrativa y poesía son los más buscados, así como los de crítica literaria e historia.

 

Cien Fuegos suele abrir por las tardes, porque Petrecca combina su labor librera con la docencia y la traducción del chino y del francés. “Es el modelo al que llegué en este momento, que se hace compatible con mis dos trabajos. Por ahora así funciona”.

 

Desde la puerta, un pequeño cartel detalla en francés los horarios de Cien Fuegos: “Abrimos los jueves de 15 a 18. El resto de los días con cita previa. Si venís y no estoy, es probable que no esté lejos. No dudes en llamarme…”.


El legado de las librerías iberoamericanas en París

París cuenta con un extenso legado de librerías iberoamericanas, devenidas en destacados espacios culturales y puntos de encuentro. “Desde el siglo XIX hacia acá, siempre hubo incluso más de una librería en español. Algunas más conocidas, otras menos”, detalla Petrecca.

 

Este fenómeno se explica en el contexto de una ciudad “que se caracteriza por tener muchas librerías especializadas en lenguas. Que es el reflejo también de un cierto cosmopolitismo histórico, la presencia de muchas comunidades. En Argentina también hay algo de eso, me parece”, opina el librero, editor y poeta, que vive en París desde 2013.

 

Algunos de los clientes de Cien Fuegos aún recuerdan dos históricas librerías: la Librería Española y la Librería Hispanoamericana. La primera, del exiliado español Antonio Soriano, funcionó hasta la década del 2000. “Fue un centro muy importante de reunión de toda la cultura española de exiliados, un lugar de edición muy importante, una gran gran librería”, dice Petrecca.

 

Asimismo existieron otras menos conocidas o más efímeras. “Por ejemplo, el hijo de Antonio Berni tuvo una librería en París. También hubo otra librería argentina cerca del Panteón, El Salón del Libro, de un argentino que ya falleció, Alejandro de Núñez. La mujer de Buñuel también tuvo una librería española. Hay incluso librerías de las que no queda siquiera memoria”, apunta.

 

Petrecca comenta que obviamente el hecho de que la librería sea por estos tiempos un negocio más difícil que antes dificulta que alguien retome ese fondo. “Esa sería también una razón por la cual no tuvieron continuidad. Pero al mismo tiempo siempre va a haber alguien que tiene ganas de retomarlo. Es como un mito persistente la librería como lugar, más allá de que no sea tal vez tan fácil de sostener económicamente como hace algunas décadas”.

 

Desde el número 11 de la adoquinada rue Saint Blaise, el librero y poeta agrega que, aunque la librería de Soriano ocupó “un lugar histórico-cultural muy diferente, mucho más importante, en otro momento histórico, sí me ubico dentro de esa línea”.

 

“Compré un libro y lo perdí”

La diversidad asimismo es una marca distintiva entre los visitantes de Cien Fuegos. Algunos piden los clásicos del “boom” y otros, recomendaciones de libros más actuales. También llegan franceses que están aprendiendo castellano y buscan textos sencillos, así como latinoamericanos y españoles detrás de novedades editoriales. Por supuesto, tampoco falta la gente que entra a curiosear o llama pidiendo cosas absurdas.

 

El librero pone como ejemplo una vez que le dijeron algo así como: “Hace 40 años compré un libro en una librería y lo perdí, y me gustaría que me ayudes a encontrarlo de vuelta. Pero no me acuerdo del título, solo me acuerdo de la tapa. Necesito encontrar ese libro, porque tengo asociados muchos recuerdos”.

 

Petrecca cuenta que incluso llegan hasta la rue Saint Blaise clientes parisinos que no conocían esa calle que se destaca por sus característicos macetones y farolas, así como una variedad de restaurantes y cafés.

 

 “Es un descubrimiento y, por otro lado, la sensación que tienen que es casi como si fuera el suburbio”, indica. Porque “para el francés que vive del otro lado esto es lo que llaman el faubourg, algo medio lejano, ya no es el centro. Es una zona que hace diez, quince años, aparentemente era muy mal vista, bastante oscura, y que se fue renovando”, detalla el poeta y traductor.

 

¿Es muy distinto como funciona una librería en París o Buenos Aires? “Al ser en español, sí. Acá estás en un territorio extranjero, vendiendo algo que en realidad ya de por sí es muy específico. Siento que tengo una librería argentina y mi manera de pensar y funcionar es muy a la argentina, pero está acá”, reflexiona Petrecca.

 

Del Boom al miniboom

Fueron varias las obras insignia del boom de la literatura latinoamericana escritas en París. Más allá de la emblemática Rayuela de Cortázar, donde la ciudad se teje en la trama de la novela, García Márquez concibió La mala hora y El coronel no tiene quien le escriba y Carlos Fuentes se inspiró para Aura.

 

Décadas después, ¿qué presencia tiene la literatura latinoamericana en la capital francesa? Aunque el boom sigue teniendo mucho peso, analiza Petrecca, también surgió en el último tiempo un pequeño miniboom de autoras argentinas, como Mariana Enríquez y Selva Almada. “Hay una cierta renovación, cierta receptividad. No tienen el lugar que tenía el boom, pero tienen sus lectores. Lo veo mucho eso ligado a escritoras mujeres”.

 

En un comienzo este fenómeno puede haber tenido que ver con el Programa Sur de apoyo a las traducciones. “Y también que es un lugar donde se traduce mucho y la literatura argentina específicamente, aparte de la latinoamericana, es una literatura que genera interés”.

 

Cien Fuegos desarrolla además actividad editorial y agenda cultural propias, con presentaciones de libros y lecturas. Durante los primeros años, la librería daba mayor protagonismo a los eventos pero, entre otros motivos por la pandemia, su periodicidad fue disminuyendo.

 

En cuanto a la iniciativa editorial, apunta a sacar unos dos títulos por año e implica “una voluntad de publicar algunas cosas en francés, pero no es central al proyecto de la librería, es lo más periférico”, explica Petrecca.

 

En los próximos meses, editarán dos libros en francés del poeta  Horacio Castillo. “La idea es continuar con eso, guiados más que nada por el placer, sin ninguna obligación de regularidad”. La distribución se realiza a escala reducida, a través de Cien Fuegos y en un puñado más de librerías.

 

Petrecca adelanta que, probablemente, en algún momento se mudará de nuevo. “Si es posible, a un lugar un poquito más grande, por una cuestión también de la cantidad de libros que tengo, y que volvería a ampliar un poco, a hacer más actividades”.

 

Una vez finalizada la visita a Cien Fuegos, queda flotando una última pregunta antes de continuar callejeando cual flâneur por París. ¿A qué debe su nombre esta particular librería?

Petrecca responde que no lo sabe con exactitud. “Creo que en mi cabeza inconscientemente el nombre sintetizaba lo chino y lo latinoamericano: poniendo ‘Cien Fuegos’ pensaba a la vez en las ‘cien flores’ de Mao, entendidas, con deliberada ingenuidad, como imagen de la diversidad”.

 

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