Su avión aterrizó en Buenos Aires y, según se refiere en la nota, aprovechó para entrevistarse con el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia; el ministro de Cultura de la ciudad, Hernán Lombardi y hacer recorridas por el teatro Cervantes, el Colón y la Casa del Bicentenario. "Y se dio el gusto de tomar el té con María Elena Walsh, que acaba de obtener la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes".
A los efectos de este blog, se publica exclusivamente la parte más pertinente y la que más se está debatiendo este mes; vale decir, la referida a la lengua y a su "administración" en el mundo, que, según se admite es parte de una política de Estado española, que los hispanoparlantes –a diferencia de los angloparlantes que se manejan con total independencia unos respecto de otros sin que nadie se despeine– aparentemente decidimos sufrir. Entonces, ¿quién les dio a los españoles la prerrogativa de arbitrar sobre la lengua? ¿Quién les pidió que se hicieran cargo de lo que hablan más de 400 millones de personas? ¿Por qué lo que piensen debería interesarnos más que lo que, por ejemplo, fueran a pensar los mexicanos, los colombianos o los chilenos? ¿Por qué habría que acatar lo que decidan? ¿Por qué sus sistemas de enseñanza del castellano sería mejores que los que desarrollaron la mayoría de los países americanos? ¿Qué otro blasón ostentan respecto de la Argentina, Perú o Venezuela más que el dinero que tienen, fruto de pertenecer a la Comunidad Económica Europea? Hay más preguntas, claro, pero tal vez sería preferible que las fueran formulando los lectores de este blog.
El fragmento de la entrevista en cuestión
¿La difusión de la lengua española en el mundo es una política de Estado para España?, preguntó una periodista. Fue la primera vez en la media hora que duró la conferencia que la ministra de Cultura alzó el tono de su voz para enfatizar la primera palabra de su respuesta: “Absolutamente”. “La preocupación por la lengua y la firme creencia en ese potencial de la lengua española no sólo como vehículo de comunicación, sino como espacio común de cultura de muchos países, es notable. Y es algo que este gobierno tiene muy claro desde el principio. El interés que genera la lengua española internacionalmente es enorme. Siempre dice el presidente Zapatero que cada vez que viaja a un país lo primero que le piden es un (Instituto) Cervantes. Los Cervantes, por fortuna, en cuanto inauguran tienen pronto esa necesidad de buscar espacios mayores por la demanda que genera nuestra lengua, que es patrimonio de todos los hispanohablantes.”
Soy español pero también andaluz, con lo que quiero dejar claro que mi modelo de lengua, mi manera de entender el español tampoco es el que se tiene por canónigo. Y estoy acostumbrado a escuchar auténticas burradas sobre nuestros supuestos "vicios" a la hora de hablar. Pero también hay que admitir que las cosas están cambiando, y que la mentalidad de los señores académicos no es la misma que antes (todavía queda mucho, demasidado); aunque sinceramente, cosas como el español neutro, hecho por le industria cinematográfica norteamericana me dan mucho miedo, quiero decir que es mejor que nuestra lengua la regulemos entre nosotros, que entre 4 magnátes de la industria del cine. Un saludo.
ResponderEliminareso. que nos dejen en paz, a los hispánidos, que ya estamos grandes y nos regulamos solitos.
ResponderEliminarJustamente, si yo fuera español de Catalunia, Galicia, el País Vasco, Valencia, Asturias e incluso Andalucía, me molestaría mucho que se llamara "español" solamente al castellano, una de las tantas lenguas que se hablan en España.
ResponderEliminarPor otra parte, acá hablamos de un trabajo común, que no se plantee como mera política de un solo Estado que coordina a los otros, para que después todo termine en regulaciones unilaterales por parte de la Academia y la indsutria, y en diccionarios mal redactado y de contenido insultante.
Totalmente de acuerdo. Hay que volver a Bello, aunque me temo que lo importante de verdad no lo juegan los académicos sino la industria editorial o cinematográfica, que no ateniende a nuestra diversidad.
ResponderEliminarCon lo de llamarlo "Castellano" no estoy de acuerdo, pero me parece una polémica que no merece la pena iniciar. De todas formas ten en cuenta que soy andaluz y me molesta decir que hablo "castellano",pero vamos que me da igual. Un saludo.
Los académicos, lamentablemente, son secuaces de la industria editorial, mi estimado amigo andaluz.
ResponderEliminarPor eso es que los traductores españoles, a los que habría que sumar a escritores y público español en general, deberían ser conscientes de esta situación y, en la medida de sus distintas posibilidades, hacer presión con los traductores, escritores y público hispanoamericano para que la diversidad lingüística dentro de lo que hasta ahora es un mismo idioma fuera una realidad y no una dádiva otorgada bajo la forma de diccionarios mal informados y petulantes.
De eso trata esta discusión que nos afecta a todos y, en ocasiones, nos distancia en vez de unirnos.
Cordialmente