Ésta es la columna que Guillermo Piro publicó el domingo 27 de
octubre en el diario Perfil, de
Buenos Aires. Aquí conjetura que Jorge Luis Borges no es el traductor de los libros que se dice tradujo, sino que esos volúmenes son fruto del trabajo de Leonor Acevedo de Borges revisados luego por su hijo.
Borges traductor. ¿Borges traductor?
Imaginarme a Borges traduciendo se me ocurrió siempre tan improbable como
imaginarme a un cocodrilo vegetariano o a una vaca carnívora. Uno suele aceptar
sin dilaciones y dar por cierto casi todo lo que ve impreso, de modo que no me
resulta llamativo que se considere a Borges el traductor del Orlando de
Virginia Woolf y de Las palmeras salvajes de Faulkner pero, si me lo permiten,
voy a dar por hecho que algo así es material y espiritualmente imposible. Y me
resulta material y espiritualmente imposible imaginarme a Borges traduciendo
porque me resulta material y espiritualmente imposible imaginarme a Borges
trabajando. No empecemos a debatir ahora acerca del alcance semántico de la
palabra “trabajo”. Convengamos que trabajar es recibir dinero a cambio de
cierto esfuerzo y, por lo que sé, Borges nunca hizo nada para lo que debiera
esforzarse en grado sumo. ¿Escribir es trabajar? No empecemos con eso. Para un
débil mental probablemente lo sea, pero Borges estaba muy lejos de ser un débil
mental. De modo que tampoco sirve como argumento.
Por otra parte, conozco pocas
actividades más tristes, frustrantes, mal pagas y trabajosas que traducir.
Imaginen la escena: un libro ajeno abierto en un atril, un hombre sentado
frente a una máquina de escribir durante horas, escribiendo algo dictado por
otro que no es él, recurriendo a diccionarios que tiene amontonados sobre la
mesa, meditando obsesivamente, escribiendo, meditando, consultando, meditando.
¿Lo ven? Yo no.
En cambio sí me imagino a doña
Leonor Acevedo de Borges haciendo esa labor. En primer lugar, porque sabía
tanto, o más, inglés y español que su hijo, y en segundo lugar porque era la
madre de Borges, y las madres están siempre dispuestas y disponibles para hacer
cosas que nadie más es capaz de hacer. Todo es pura conjetura, pero piensen que
quienes creen que esos libros fueron traducidos por Borges tampoco tienen modo
de probar lo que dicen. Me imagino las cosas de otro modo: doña Leonor
tomándose todo ese trabajo pesado y, al final, después de haberlo corregido,
Georgie escuchando la lectura en voz alta de su madre y haciendo alguna que
otra acotación, sugiriendo algún cambio, proponiendo alguna inflexión. ¿No
parece así una situación más realista?
Se me dirá que, en mi versión de
los hechos, Borges también traduce. Es cierto, y hasta es probable que traducir
sea indefectiblemente eso. Se me podrá decir que doña Leonor “trasladaba” y
Borges “traducía”, y lo acepto. Lo que quiero es desterrar la imagen de alguien
empeñado en generar algo que no fuera su propia obra, a lo que dedicó todos sus
esfuerzos y todas sus maniobras.
Se trata de una mera conjetura,
decía. Y por lo que sé, nadie más la comparte con la convicción con que yo la
alimento. Tal vez, dentro de muchos años, alguien que emprenda la tarea de
averiguar algo al respecto termine dándome la razón, y el nombre de doña Leonor
Acevedo de Borges pase del inmerecido lugar donde la sepultó su hijo a la tapa
de los libros que tradujo con tanto amor por el oficio. Y por su hijo, claro.
Interesante conjetura... tanto que, en rigor, no es tal. Borges así lo confiesa en los diálogos con Osvaldo Ferrari: “Y luego, por qué no confesar que ella tradujo, y que yo revisé después, y casi no modifiqué nada, esa novela Las palmeras salvajes, de Faulkner” (véase la página 283 en este vínculo).
ResponderEliminarEn cuanto a los demás libros, la conjetura, para mí, es consistente.
Hola Jorge, creo que no copié el vínculo en mi mensaje anterior, aquí va:
ResponderEliminarhttp://books.google.ru/books?id=rL07ZtS2RAsC&pg=PA282&lpg=PA282&dq=leonor+acevedo+de+borges&source=bl&ots=s6-nHgIurw&sig=nn4qYp07J6cyEefE6WL67cahzq8&hl=en&ei=v6U7Sv_5Os6ptgfZ9bn5Dw&sa=X&oi=book_result&ct=result&redir_esc=y#v=onepage&q=leonor%20acevedo%20de%20borges&f=false
También respecto al Orlando lo dice el mismo Borges:
ResponderEliminarSabato: Pero a propósito, Borges, recuerdo algo que me llamó la atención hace un tiempo en su traducción del Orlando, de Virginia Woolf...
Borges: (Melancólico) Bueno, la hizo mi madre... yo la ayudé.
De manera que la "conjetura que nadie más comparte" fue públicamente compartida por Borges antes que nadie.