La noticia es vieja, pero no deja
de importar: según comenta María Palomar
en su columna de El Informador, de México,
del 13 de enero de este año, en Francia está a la venta el primer tomo de Histoire des traductions en langue française.
Historiar la traducción
Un primer tomo de 1,368 páginas,
publicado en París en octubre del año pasado, es la primera y muy rotunda
piedra de un proyecto extraordinariamente ambicioso: la historia de las
traducciones en lengua francesa (Histoire
des traductions en langue française, tomo I: Dix-neuvième siècle,
1815-1914, bajo la dirección de Yves Chevrel, Lieven d’hulst y Christine
Lombez, editorial Verdier).
No se trata de un diccionario, ni
de una compilación de referencias, sino de un recuento histórico donde en cada
volumen se busca establecer los grandes hitos significativos en el desarrollo
de las prácticas de la traducción al francés, desde el invento de la imprenta
hasta el siglo XX. Es la historia de las traducciones y de los traductores a
partir de los humanistas y el Renacimiento. Las obras traducidas que se
estudian pertenecen a todos los campos de la vida intelectual, no sólo la
literatura, y son libros originalmente escritos en cualquier otra lengua. Los
tres tomos que en adelante irán apareciendo se ocuparán de los siglos XVII y
XVIII, XV y XVI, y XX.
Durante centurias, el mundo académico no consideró que la traducción en sí fuera un objeto digno de estudio e investigación, y apenas se empezó a interesar en el fenómeno y los efectos de la traducción en el último tercio del siglo pasado. En todo caso, sólo en el ámbito literario se contaba con algunos trabajos parciales. En el espacio anglófono han surgido asimismo algunos estudios al respecto, pero con un horizonte más estrecho, como The Oxford History of Literary Translation in English, también un proyecto de la última década, con cuatro volúmenes a la fecha, pero restringido al ámbito de las bellas letras.
Pierre Assouline, que comentó
hace días en su blog el proyecto francés, lo llama atinadamente “un monumento
de papel a la gloria de los invisibles” y elogia la ambición y la audacia de
los autores que están trabajando para establecer “un observatorio crítico” de
una parte importantísima del patrimonio cultural de su idioma.
Por primera vez se dispondrá de
un repertorio de traducciones y también de traductores, esos seres invisibles,
pocas veces celebrados y a menudo de veras anónimos, pero que han dado a sus
compatriotas y a la cultura un servicio de valor incalculable.
Basta para darse una idea de lo ambicioso del proyecto mencionar unos cuantos de los temas que se abordan en el primer tomo sobre el siglo XIX: el papel de la traducción en el surgimiento del orientalismo erudito, las resistencias y la apertura a los repertorios dramáticos extranjeros, las metamorfosis del panteón literario vistas a través de los cánones de las traducciones, la influencia de las traducciones de Walt Whitman en el auge del versículo en la poesía francesa...
¿Para cuándo una iniciativa semejante en lengua española? ¿No habría manera de
movilizar a los filólogos y otros especialistas en nuestra lengua para abordar
un trabajo así?
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