Sung Woong Choi por Diego Martínez |
El 19 de
febrero de este año, Mónica
López Ocón publicó en el periódico Tiempo Argentino, de Buenos Aires, a siguiente entrevista con Sung Woong Choi,
traductor coreano de Rayuela, de Julio Cortázar.
La
historia de Sacha, el traductor coreano
que vivió
un año y medio en Buenos Aires para traducir Rayuela
Su nombre en coreano es Sung Woong Choi, pero se
hace llamar Sacha, un diminutivo de Alexander que aparece con frecuencia en la
literatura rusa. Considera que la literatura es mucho más interesante que la
vida y que es lo que le da sentido a la suya. Habla, además de su lengua
materna, francés, alemán, inglés, japonés y un castellano que, luego de un año
y medio de vivir en Buenos Aires, pronuncia de una forma aporteñada que le hace
decir sho y shuvia, como si hubiera nacido aquí, a
la vuelta.
Su gran proyecto en este momento es traducir al
coreano Rayuela, de Julio Cortázar, lo que calcula que le llevará
dos o tres años más de trabajo, porque luego de su regreso a Corea que
concretará en unos pocos días, viajará a Japón donde permanecerá seis meses
para perfeccionar el idioma. Se lleva de aquí una gata atigrada, un animal
cortazariano si los hay, que lo acompañará silenciosamente mientras
traduzca Rayuela y quizá lo acerque al autor argentino quien
tenía, como Osvaldo Soriano, una manifiesta predilección por los gatos.
En un bar tradicional de San Telmo, un barrio que
conoce muy bien porque ha vivido allí, Sacha habla de su ambicioso proyecto
con Tiempo Argentino.
–¿Cómo aprendiste español?
–Tengo 35 años. Comencé a estudiar
literatura en Corea a los 20, pero pronto dejé mis estudios en ese
país para ir a Francia. Allí estudié literatura francesa y alemana. Luego
fui también a Alemania. Comencé a traducir poesía francesa y alemana al coreano
por puro gusto. En Francia aprendí latín y eso me facilitó entender las lenguas
que provienen del indoeuropeo como el español.
–¿Y qué libros tradujiste del francés y del
alemán?
–Una velada con el señor Teste de
Paul Valéry, El pequeño libro de la
subversión… de Edmond Jabès y las Elegías
del Duino de Rainer María Rilke. Luego volví a Corea y fundé mi
propia editorial para traducir literatura extranjera. Después de seis
años, decidí que no quería quedarme siempre en Corea. En tres horas tomé la
decisión de irme a cualquier lugar, pero como siempre tuve pasión por la
literatura, me interesaba aprender una lengua importante para la literatura
como el español. Argentina es un país muy lejano para nosotros y yo casi no
conocía nada de aquí. Lo que hice fue buscar cuál era el lugar más barato para
aprender español porque no tenía mucho dinero. Entonces busqué en Internet y me
fui a Ecuador, a Quito. Allí tomé un curso de español en la universidad y me
quedé seis meses. Conocí a un chico muy brillante que me aconsejó viajar a la
Argentina por la literatura de Borges. En esa época yo aún no conocía casi nada
de Cortázar. Viajé a la Argentina, al tiempo comencé a leer a Borges, a
Oliverio Girondo, a Juan José Saer. Yo pasé las pruebas de español en la
universidad, pero para mí es básico estar por lo menos dos años en contacto con
la lengua en el país donde se habla. De todos modos, me interesa más leer,
entender la literatura de un lugar que perfeccionar mi pronunciación.
–Los que
mencionás son autores difíciles de traducir.
–Sí, pero siempre me gustó lo complicado.
Quería traducir algo del español al coreano, pero Borges está muy traducido. En
cambio, de Cortázar sólo estaban traducidos algunos cuentos reunidos en una
antología. Así comencé a leer Rayuela y
¡pum¡, me gustó mucho. Creo que el español de Cortázar es algo afrancesado
y como yo me especialicé en literatura francesa, a mí me resulta más fácil que
otros autores que escriben en español. Su español, por otro lado, no es
estándar porque, al mismo tiempo, conserva algo muy porteño. Además, ya tengo
la traducción alemana, la japonesa, la inglesa y la francesa para poder hacer
la comparación. De modo que ya está casi listo el contrato para hacer la
traducción en la editorial que yo fundé y luego traspasé a un amigo. A mí
no me gusta mucho la literatura latinoamericana como la de García Márquez,
aprecio mucho más un autor como Cortázar que, como Mallarme y como Rilke, quiso
superar la frontera del idioma.
–¿Y cómo
ves las traducciones de Rayuela a lenguas que vos conocés?
–La francesa es muy literaria, pero no sé
si es muy fiel. La alemana es, como los alemanes, muy minuciosa. La japonesa
está traducida muy a la japonesa, es muy detallista.
–Cuándo
decidiste aprender español, ¿por qué no se te ocurrió viajar a España?
–Nunca me interesó España. Francia, sobre
todo París, en cambio, fue un centro cultural muy importante por la literatura,
la filosofía y también por su economía. En los países extranjeros lo que más se
conoce de España es Don Quijote.
Creo que el centro de habla hispana más importante está en Latinoamérica, sobre
todo, en Buenos Aires.
–¿Y cómo
te sentiste en Buenos Aires?
–Bueno, no soy una persona muy difícil, me
adapto. Tomé la decisión de venir a Buenos Aires en dos horas.
–¿De qué
manera sostenés tus viajes?
–Me siento frente a mi compu y les doy
clases a coreanos por Skype de las lenguas que conozco. En Buenos Aires también
fui guía turístico de coreanos. Cortázar tampoco fue un afortunado, tuvo
que trabajar mucho como traductor para sostenerse como escritor.
–¿Qué
lugar crees que ocupa la literatura hoy en el mundo?
–Creo que ésta no es la época de la
literatura, casi nadie lee literatura. Hoy la literatura y el arte son algo
para consumir, no para profundizar. Yo no soy viejo, pero soy muy antiguo respecto
de la literatura. Me gusta lo profundo.
–¿Y cuál
crees que es la causa de que hoy la literatura no ocupe un lugar tan importante
como en el pasado?
–El capitalismo. La literatura surge en la
tensión de los idiomas, en la tensión de las ideologías. Hoy desapareció la
tensión entre comunismo y capitalismo y creo que eso no es bueno para la
literatura. Creo que hoy no se escriben cosas muy interesantes, lo que hay es
una literatura del capitalismo.
–Pero vos
conservás la pasión.
–Sí, es que la vida no es muy interesante
sin literatura. Para vivir es preciso amar algo si no, no tiene mucho sentido.
Pero para mí la literatura no es sólo un trabajo de traducción. Voy a estudiar
chino y también griego. Creo que conocer varios idiomas es como regresar al
tiempo anterior a la torre de Babel, cuando se hablaba una sola lengua. Creo
que las identidades que nos atribuimos son falsas. Por ejemplo, aquí como
comida que viene de Italia, de Francia, de diversos países y todo eso se mezcla
y termina por ser porteño. Creo que la lengua materna es algo imaginario sobre
la identidad. Yo quiero superar esa frontera.
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