lunes, 19 de agosto de 2024

Samuel Beckett y sus seguidores islandeses

El ensayista, editor, periodista cultural y traductor mexicano Alejandro García Abreu publicó el pasado 11 de agosto, en La Jornada Semanal, de México, el siguiente artículo sobre el devenir de las traducciones de Samuel Beckett en Islandia.



Un trago de muerte negra: Samuel Beckett en Islandia

La historia del doctor Ástráður Eysteinsson, escritor y catedrático de la Universidad de Islandia, pondera los efectos de la lectura de Samuel Beckett (Dublín, 1906-París, 1989). Autor de un ensayo sobre el examinador del vacío, se aproxima a la dificultad de la existencia a través de algunos ejemplos. Se apoya en la crítica, las traducciones y las puestas en escena. Es la sombra de una sombra dublinesa. El texto aparece en una proeza literaria. Translating Samuel Beckett Around The World [Traducir a Samuel Beckett alrededor del mundo], editado por José Francisco Fernández –profesor de Literatura inglesa en la Universidad de Almería– y Pascale Sardin –especialista en estudios ingleses en la Universidad Bordeaux Montaigne–, es un acontecimiento en el campo de los estudios del escritor por su deslumbrante sentido analítico. Publicado por Palgrave Macmillan –editorial con oficinas en Londres, Nueva York y Shanghái– en 2021, el volumen deviene colección de ensayos sobre las huellas de Beckett por el mundo en función de las traducciones de su obra. Fernández y Sardin muestran diversos trayectos de los textos del autor de Trío fantasma (1977). Los convocados son doce ensayistas y traductores de distintas latitudes: Islandia, Suecia, Países Bajos, España, Italia, Argentina, Brasil, Turquía, Israel, Pakistán, India y China. Trasciende la docena de piezas sobre “el rastreador del enigma del universo”, según Pierre Gould, quien firma como Bernard Quiriny y alude a Beckett.

La recepción de la obra en la bahía humeante
El vínculo del artista visionario con Islandia es una de las historias más atractivas incluidas en Translating Samuel Beckett Around The World. Ástráður Eysteinsson –experto en literatura inglesa y escandinava, espléndido germanista– escribió “Embraces-Empty Spaces: Translation and Reception of Samuel Beckett in Iceland” [Acogidas-Espacios vacíos. La traducción y recepción de Samuel Beckett en Islandia]: una indagación de los enigmas de la escritura. En Reikiavik, la “bahía humeante”, ciudad denominada así por el vapor que emergía de sus fisuras geotérmicas, el traductor e investigador literario –nacido en Akranes, ciudad portuaria–, leyó a Beckett y bosquejó una especie de genealogía de sus traslaciones al islandés y de los ejercicios intelectuales.

Eysteinsson se remonta a 1960. Cuando Esperando a Godot –obra traducida por el novelista Indriði G. Þorsteinsson (1926-2000) y dirigida por Baldvin Halldórsson (1923-2007)– se representó en el Teatro de la Ciudad de Reikiavik el 29 de marzo de ese año, fue bien recibida y, en retrospectiva, superó cierta barrera. El dramaturgo era conocido por la crítica islandesa y tenía cierta cantidad de seguidores. Los asistentes se enfrentaron a una obra controvertida. La gran recepción se debió a que quienes habían escrito sobre Beckett durante los años anteriores afirmaron que Esperando a Godot y otras piezas se caracterizaban por una investigación del abismo.

El doctor por las universidades de Iowa y Colonia se refiere a un periodista islandés que informaba desde Viena, donde había visto Fin de partida (1957) en 1958. Es un drama “lleno de repeticiones y conversaciones sobre asuntos sin importancia. Todo ha quedado atrás, nada por delante, salvo la muerte. Todo lo que importa ha terminado y se ha acabado. Es una representación teatral que quedará grabada en la mente durante el resto de la vida, como una advertencia y una amenaza, independientemente de lo que tomemos de la obra, en la conciencia de lo que significa ser en nuestro tiempo”, dijo el periodista anónimo. Se comprueba la bienvenida al espacio vacío. Sospecho que, sentado a su mesa de trabajo, Eysteinsson cita a Beckett en un ejercicio de ficción crítica basado en Comedia (1962): “Y todo está cayendo, todo ha caído, desde el comienzo, en el vacío. Nada ha sido preguntado. Nadie preguntándome por nada de nada.”

Eysteinsson recuerda que el primer artículo extenso que apareció en Islandia sobre la obra de Beckett fue escrito en 1957 por Sigurður A. Magnússon (1928-2017), quien se convertiría en una de las voces más importantes de su país en los años posteriores. Su título extrañó a los lectores: Bölsýni í öskutunnum [Visión sombría en los contenedores de basura]. Bölsýni –dice Eysteinsson– implica el pesimismo y se aproxima a la desesperación, como lo hace él mismo. Transfigurado en la sombra de Magnússon en esta ocasión, piensa en la oscuridad de la desilusión total e irreversible y en un humor lúgubre. Magnússon dijo que la faceta de novelista también está influida por la misma visión taciturna. Eysteinsson se apropia de las palabras de Magnússon y aclara: la existencia no tiene sentido. Siempre quedan espacios vacíos. Como el escritor dublinés, sus acólitos son funambulistas.

El primer texto de Beckett en islandés
Ástráður Eysteinsson leyó un artículo publicado en la revista Dagskrá en 1958 escrito a cuatro manos. Sveinn Einarsson (1934) –que más tarde se convertiría en director del Teatro de la Ciudad de Reikiavik y posteriormente del Teatro Nacional– y Ólafur Jónsson (1936-1984) –destacado crítico literario en Islandia– aseguraron que Beckett fue “clasificado junto a los llamados absurdistas”, como el rumano Eugène Ionesco (1909-1994) y el ruso Arthur Adamov (1908-1970). Ambos escribieron en francés, como Beckett. La referencia al teatro del absurdo se convirtió en un rasgo de la recepción islandesa del genio de Dublín. El artículo de Einarsson y Jónsson está acompañado por su traducción de Acto sin palabras I (1956). Fue el primer texto de Beckett publicado en islandés. El personaje es un hombre con un ademán característico: dobla y desdobla su pañuelo. El escenario es desierto con iluminación deslumbrante. Transcurre la acción –una descripción de movimientos y acontecimientos– y el individuo se mira las manos. Antes de que los actores beckettianos pronunciaran palabras islandesas en el escenario, el dramaturgo apareció con un texto impreso que consiste en una serie de instrucciones escénicas.

Escrito en francés, Acto sin palabras I fue publicado en París por Éditions de Minuit en 1957, y en 1958 constituyó la llegada perfecta de Beckett al país de la playa roja de Rauðisandur y de los acantilados de Látrabjarg, espacios unidos al imaginario del autor de Eleutheria (1947).

Al describir al escritor irlandés, Sveinn Einarsson y Ólafur Jónsson enfatizaron cómo sus obras difieren de las configuraciones dramáticas predominantes en la época: “emplea imágenes simbólicas y símiles que recuerdan a la poesía moderna”. La palabra que usaron en la revista Dagskrá, nútímaljóðið [el poema moderno], tenía una referencia a la poesía modernista, sobre la que hubo un debate en Islandia durante los años cincuenta, que se unía a una discusión similar sobre la pintura abstracta. La falta de temas identificables y escenas figurativas en la literatura y la pintura fue percibida por muchos como un asunto preocupante. Para una cultura literaria con raíces que se remontan a mil años atrás pero que depende del enlace de una población pequeña y, por lo tanto, de una lengua nacional hablada por pocos, el abandono de las formas métricas tradicionales y la desaparición de los fundamentos creativos acostumbrados, creó frustración e incertidumbre entre quienes apreciaban la continuidad cultural, elucida Eysteinsson.

El poeta y dramaturgo Árni Ibsen (1948-2007) desarrolló una fascinación por la obra del creador de Quad (1981) y en 1987 publicó el primer libro de Beckett en islandés, Sögur, leikrit, ljóð [Relatos, obras de teatro, poesía], publicado por la editorial Svart á Hvítu. El libro contiene catorce poemas, las piezas teatrales Esperando a Godot, Todos los que caen, Fin de partida, Vaivén, No yo, Nana e Impromptu de Ohio y los textos en prosa Primer amor, El expulsado, Suficiente, Imaginación muerta imagina, Me di por vencido antes de nacer y Compañía. Pero fue una excepción. La cultura literaria todavía se resiste a este tipo de experimentación, confirma Eysteinsson. La primera novela de Beckett que apareció íntegramente en islandés, Molloy (1951), traducida por Trausti Steinsson (1950) con un epílogo de Sigurður A. Magnússon, salió a la luz hasta 2001. No fue ampliamente aceptada porque la tradición épica conserva demasiado peso.

Pero Beckett, cuya obra fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1969, se abre paso en el territorio de los fiordos. Cuando recibió el premio, el escritor Thor Vilhjálmsson (1925-2011) le envió una carta sin esperar respuesta, pero el autor de Nacht und Träume (1982) le contestó “desde algún oasis en el desierto de Túnez” y terminó su misiva con un anhelo: “Me vendría bien una gota de muerte negra ahora mismo.” Beckett sabía que el tradicional licor islandés Brennivín se conoce con ese lóbrego sobrenombre: svarti dauði. Vislumbro a Eysteinsson, con un vaso que contiene muerte negra, en un teatro discretamente iluminado. Brinda por el dublinés y declama Fin de partida (1957): “Estarás sentado en cualquier lugar, pequeña plenitud perdida en el vacío, para siempre, en la oscuridad. Como yo.”

En esta saga islandesa sobre traducciones, dirección escénica, ensayos, novelas, dramaturgia y un intercambio epistolar, el “pájaro negro y solitario” finalmente habitó el país de trescientos ochenta y dos mil habitantes. Imagino que Ástráður Eysteinsson –sombra entre las sombras– se despide con la lectura de un pasaje de Beckett, perteneciente a Pavesas (1959): “Mi padre, de vuelta de la muerte, para estar a mi lado.”

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