Publicada el 5 de agosto pasado, con firma de Laszlo Elderlyi en El Cultural, del
diario uruguayo El País, la siguiente
entrevista con el Administrador de este blog se centra en su traducción de Madame Bovary, de Gustave Flaubert, y en las diferencias entre el castellano empleado
en Latinoamérica y el de España a la hora de traducir.
"Españoles y latinoamericanos
ya no hablamos la misma lengua"
Traductor de vasta trayectoria, poeta, escritor y
periodista cultural, Jorge Fondebrider fue secretario de redacción de Diario de Poesía y
coordinador de números especiales de la revista Ñ de
Clarín. Esta nueva traducción que realizó de Madame
Bovary de Gustave
Flaubert (Eterna Cadencia, 2015) cae en medio de varias polémicas sobre la
política de la lengua española, generadas entre quienes proponen jerarquizar o
normativizar desde la península ibérica (la Real Academia, por ejemplo) y los
que defienden el valor de la lengua de las diferentes regiones
hispanohablantes, como la que se habla en el Río de la Plata.
-El País Cultural ha destacado nuevas versiones de clásicos recién traducidos a un
español rioplatense, como es el caso de la Divina
Comedia traducida por Jorge Aulicino, o el Ulises y el Finnegans Wake en versión de Marcelo Zabaloy.
¿Se puede decir que tu Madame Bovary también
es rioplatense?
-El
problema acá es qué engloba el término "rioplatense". Porque, llegado
el caso, existe mayor afinidad entre un porteño de Buenos Aires y un
montevideano que entre un porteño y un jujeño, cuyo universo cultural estaría
más cerca de Bolivia. Y, sin embargo, porteños y jujeños son argentinos. En
síntesis, hay un problema en el término. Luego, ¿es lo mismo un montevideano
que un nativo de Salto? Por último, las traducciones chilenas y peruanas suelen
ser excelentes y no presentan ningún problema para los lectores de Buenos Aires
y Montevideo. Entonces, mi traducción está hecha a un castellano correcto, que
puede ser entendido en casi todas partes, con alguna ligera marca léxica
argentina. La prosodia es la del castellano de América y ahí, llegado el caso,
le podría hacer ruido al lector español. Sin embargo, no he oído quejas al
respecto.
-En algún momento dijiste que españoles e
hispanoamericanos no hablamos la misma lengua. ¿Cómo es eso?
-En el léxico la diferencia no es dramática. Donde la cosa
sí se pone fea es en la prosodia y en la poética. Y ahí es donde creo que
latinoamericanos y españoles ya no hablamos una misma lengua. A ellos les pesa
mucha la tradición y los hunde el refranero. A nosotros nos ayudan las
revoluciones que los poetas hicieron en la lengua: Huidobro, Vallejo, Girondo y
Borges (que simplificó y limpió), y que nos ofrecieron una versión menos
pesada. A eso traducen los buenos traductores. Usar el voseo y las referencias
locales me parece que no tiene sentido. Ningún irlandés vosea, porque esa
diferencia no existe en inglés. Ponerlo a vosear implica agregarle al texto una
marca que el original no tiene. Una cosa es escribir en una lengua y otra muy
distinta traducir a esa lengua. Madame
Bovary no fue escrita
ni en Buenos Aires ni en Tacuarembó, y mucho menos en Salamanca.
-Hay 67 traducciones al español de Madame Bovary. ¿Cuáles te parecen fallidas,
y por qué?
-Sí, son muchas Madame Bovary al castellano, y no tenía sentido para
mí consultarlas todas. Los problemas que les veo a muchas de ellas es que se
centraron en la supuesta importancia del personaje y en la historia, sin
respetar el estilo de Flaubert. En este caso, no respetar el estilo implica
fracasar. Para escándalo de algunos lectores, voy a decir que la trama de Madame Bovary es de una trivialidad absoluta y que
el personaje no tiene mucho valor. Lo que importa, lo que constituye el centro
de la novela, es el estilo de Flaubert. No hay más que leer las novelas
contemporáneas a Madame
Bovary en Francia en las que se daba cuenta de distintas
infidelidades. Si esta novela perduró fue precisamente por cómo esta escrita,
no por sus personajes ni por la trama.
-¿Y qué distingue esa escritura?
-Lo dice
Vargas Llosa y también muchos otros críticos: la novela desarrolla una noticia
policial magníficamente contada. Hay traductores que no lo vieron y apuntaron a
los personajes, planchando el estilo. Cabe aclarar que cada época tiene sus
modas de traducción. Hace ochenta años importaba más contar lo que decía el
libro, parafrasearlo, que dar cuenta de cómo decir lo que dice. Flaubert no es
el único que sufrió esto. Jack London, de quien este año se cumple el
centenario de su muerte, fue otro autor muy afectado por esa tendencia. Por
último he notado que últimamente en España, fuente de muchos de nuestros males
en materia lingüística, ahora se busca darle "salero" a la cosa. Hay una
traducción bastante pobre a la que, en un alarde de ingenio, bautizaron La señora Bovary. Al hacer eso, esta hija de campesinos
normanda pasa a ser una comadre madrileña, lo cual sólo contribuye a agregar
exotismo a algo que en el original no lo tiene. La acción no transcurre en
Madrid. Cambiar el "madame" por "señora" quita la marca
necesaria en toda traducción para que el lector sepa que es justamente eso:
algo que fue escrito en otra lengua y que da cuenta de cosas que le pasaron a
gente en otra parte. Entiendo que la universalidad de un texto no puede ser
reemplazada por gracejo de poca monta.
-Y en qué se diferencia tu Madame Bovary de las anteriores?
-Mi
traducción es una versión anotada. Hay más de 500 notas al pie que responden a
tres criterios distintos: primero, reponer para el lector actual de lengua
castellana los datos culturales evidentes para cualquier lector francés
contemporáneo de Flaubert; segundo, dar cuenta de lo que Flaubert escribió a
propósito de cada escena de su novela tanto en sus libretas de notas como en la
correspondencia que mantuvo con diversas personas durante los años de escritura
de Madame Bovary; y tercero,
ofrecer lo que escritores y críticos dijeron al respecto de cada escena, desde
el momento mismo de la publicación de la obra hasta el presente.
-Pero hay otras traducciones de Madame Bovary anotadas...
-Sí,
claro, ediciones con notas, muchas de ellas robadas a especialistas franceses
cuyos nombres eran curiosamente olvidados a la hora de dar los créditos.
-Las notas de tu traducción, entonces, son
producto de una investigación paralela que supera el mero acto de traducir.
-Tuve
la suerte de recibir una beca del Centre National du Livre, que me permitió
pasar tres meses en París tratando de discernir qué libro iba a hacer. Para mí
fue crucial haber conocido a Jacques Neefs, autor de la edición crítica de Madame Bovary. Además de un
sabio, resultó ser un tipo excepcional que, entre otras cosas, me alentó a que
usara parte de sus notas en mi propia versión. Me dijo: "A Flaubert no le
gustaban las cacofonías ni las repeticiones, pero, si usted se fija bien, verá
que en cada página hay algo así como un ruido de fondo que hay que
conservar". Ese dato me fue muy útil. También lo que George Steiner
escribió sobre las versiones de Madame
Bovary en inglés.
Steiner señala que Flaubert utiliza los famosos "on", pronombre que
puede traducirse por una primera persona del plural o como una tercera, tanto
personal como impersonal, como zonas de inestabilidad de la lengua. Cuando
aparecen, suele haber cambio de punto de vista. Y ése es uno de los logros más
importantes de esta novela. Es la primera que se escribe haciendo uso de una
multiplicidad de puntos de vista, lo que la convierte en la primera gran novela
contemporánea de la historia. Otros traductores, los que planchan el texto, no
lo vieron y optaron por un narrador omnisciente, que no corresponde.
-¿Y el estilo?
-Flaubert
hace cosas bastante raras. Por ejemplo, mandarse largas tiradas separadas
apenas por un punto y coma, seguido de la conjunción "y". Muchos
traductores pensaron que era un error y hasta llegó a hablarse de la impericia
de Flaubert. El único que habló de ésto como un rasgo estilístico fue Nabokov,
quien, acostumbrado a los caprichos de puntuación de sus connacionales
("normalizados" después de la revolución rusa), observó que no había
que normalizar a Flaubert cuando se lo traducía.
-¿Alguna anécdota que recuerdes de este
proceso de traducción?
-Leí
una tonelada de libros sobre Flaubert y cientos de artículos sobre Madame
Bovary. Su correspondencia, con todo, me dio algunas claves
personales muy divertidas. El tipo era un calavera y un rufián. Me encantó
traducir la carta que Rodolfo le escribe a Emma, anunciándole el fin de la
relación. Después de leerla, piensa que le falta algo. Entonces, mete un dedo
en un vaso con agua y deja caer unas gotas, para que la tinta se corra,
simulando unas lágrimas. Eso sólo puede haberlo imaginado alguien que ha hecho
esas cosas en su propia vida real.
-¿Qué sentiste cuando terminaste?
Recuerdo
que cuando Emma se muere llamé a Magdalena Cámpora, amiga y acaso la mayor
especialista en literatura francesa de Argentina, para comunicárselo. Le dije:
"Emma se murió". Así de compenetrado estaba al cabo de casi tres años
de trabajo.
-¿Crees que el personaje Madame Bovary es un clásico?
¿Es la dama tan universal como dicen?
-Insisto, Madame
Bovary es apenas un
pretexto para que descubramos uno de los más grandes estilos que dio la
literatura mundial. Es muy común que la gente se confunda y piense en el
personaje, en Madame Bovary. La cosa no va por ahí. Adúlteras y cornudos hubo
siempre. Y también cornudas y adúlteros, ojo.
-Me comentaste que seguirás traduciendo a
Flaubert. ¿Qué obras?
-Lo
próximo, lo inmediato, son los Tres
cuentos. A mí me parecen tan importantes como Madame Bovary o incluso más. También quiero hacer
una edición anotada. Volví a recibir otra beca del CNL para su traducción. Esta
vez, gracias a Jacques Neefs, conocí a Pierre-Marc de Biasi, autor de la
edición crítica y otro sabio deslumbrante. Él hizo su doctorado haciendo la
crítica genética del libro con los ocho manuscritos que precedieron a la
edición. Me dio también pautas fantásticas. Mi proyecto Flaubert terminará con Bouvard et Pécuchet, la
novela inconclusa que es el mejor antecedente de la obra de Georges Perec, a
quien también he traducido.
-Hace poco Eduardo Lago en un artículo
periodístico publicado en España criticó la existencia de traducciones
“regionales”, sobre todo ante la salida del nuevo Finnegans Wake en español rioplatense. ¿Qué comentarios te merecen esa opinión?
-Ningún
español de la península ibérica puede hablar de traducciones
"regionales", si no considera así a las que se realizan en España. Lo
que se tolera muy mal es la soberbia de no entender que España es apenas una
provincia más de la lengua castellana, y ni siquiera la más poblada, ya que en
México hay más hispanohablantes que en España. Entonces, arrogarse el derecho a
generar cualquier tipo de preceptiva o normativa, como si ésta emergiera de una
centralidad es, cuanto menos, desafortunado. Quiero aclarar que no se
trata de un prejuicio antiespañol. Eduardo es un buen escritor y un crítico
competente, pero no comparto su criterio a la hora de juzgar qué es universal y
qué es regional. Tampoco comparto su interés por Vila Matas, lo cual hace
mermar su sentido del gusto.
Curioso, señor Fondebrider. Un compatriota suyo, Alberto Manguel, opinó muy otra cosa respecto a esa traducción bastante pobre que usted menciona y a la traducción del título, que él alaba.
ResponderEliminarLe dejo el enlace a su reseña en Babelia, el suplemento literario de El País (el diario español donde el señor Manguel colabora asiduamente).
https://goo.gl/G9ymTt
Y otras dos de paso, que tampoco coinciden con la opinión de usted.
http://goo.gl/MTzusl
http://goo.gl/x0FQQk
No lo tome a mal. Es sólo en aras del contraste de opiniones.
Conozco a la autora de la traducción en cuestión y le comentaré, cuando la vea, esa "pobreza" a la que usted alude. Creo que sonreirá.
Fdo: Federico Robles Valdés
federicorrobles@gmail.com
No es curioso, Federico. Lo raro es que usted piense que por ser de un mismo país, Manguel y yo tendríamos que opinar igual.
ResponderEliminarLuego, lamento decirle que para mí y para mucha otra gente Babelia no es la medida de nada. De hecho, todos sabemos que cuando un crítico de ese suplemento criticó duramente a un libro publicado por Alfaguara, que en ese momento era parte del mismo grupo que el diario El País, el periodista en cuestión fue despedido, provocando el consiguiente escándalo de credibilidad tanto en España como en Latinoamérica.
Luego, que haya medios que supongan que la traducción aludida es buena, no invalida mi propia opinión. A mi favor puedo decir que además de criticar esa traducción, yo mismo traduje ese libro, lo cual, si fuera necesario, me daría mayores fundamentos que los de los reseñadores.
Por último, me parece bien que la autora de la traducción --que, de hecho, sabe lo que opino de su trabajo-- se sonría cuando usted le vaya con el cuento. Nunca hay que perder la sonrisa.
Le agradezco su comentario y siga participando.
Qué quiere que le diga... entre la opinión de Alberto Manguel y la suya... me disculpará si me fío más de Alberto Manguel.
EliminarLe agradezco su respuesta, aunque en realidad no sea tal. Y no tengo nada más que añadir, así que me temo que de momento no seguiré participando.
Lo bien que hace, Federico. Siga fiándose de Manguel, de Babelia, de El País y de las personas y lugares donde decida depositar su fe. A mí, perdone que le diga, me deja con una sonrisa.
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