Una encuesta para periodistas (II)
(Radar
Libros, Página 12 – Argentina)
1)¿Cuál es la proporción aproximada de textos
traducidos que se comentan en el medio para el que
escribe?
–Un 50 % aproximadamente
2) ¿Se consigna en la nota el nombre del traductor?
–No
3) ¿Se detiene alguna vez a comentar la tarea del traductor? Si sí, ¿en
qué términos?
–A
veces los reseñistas suelen hacerlo; muchas quejas sobre traducciones demasiado
"españolas". En general como editores, les bajamos el tono a las
quejas, porque suelen ser recurrentes y es repetitivo (aunque estemos de
acuerdo).
(Arcadia – Colombia)
1) ¿Cuál es la proporción aproximada de
textos traducidos que se comentan en el medio para el que escribe?
–En Arcadia se comentan
aproximadamente 20 a 30 libros traducidos mensualmente, tanto en su plataforma
web como en su versión impresa.
2) ¿Se consigna en la nota el nombre del traductor?
–No, y con la pregunta, me hacen
caer en cuenta de una terrible y triste omisión. Lo haremos de ahora en
adelante.
3) ¿Se detiene alguna vez a comentar la tarea del traductor? Si sí, ¿en
qué términos?
– Muy pocas veces. Si soy franco, y no por ufanarme, era de los
pocos que cuando comentaba libros criticaba o elogiaba las traducciones,
durante mi etapa como columnista en El
Espectador. Pero lo tendré como derrotero para sugerirlo a nuestros
comentaristas.
(El Cultural, El País; La Diaria, Caras y Caretas,
etc. – Uruguay)
1)¿Cuál es la proporción aproximada de
textos traducidos que se comentan en el medio
–No podría responder por La Diaria porque no me ocupo de
la sección cultural. En El País Cultural la proporción es alta (Lazslo Erdelyi
lo sabrá con más precisión, porque es el coordinador del suplemento). En la
revista de ensayos usamos algunas veces textos ya traducidos de autores
extranjeros, pero lo más frecuente es que nosotros mismos nos encarguemos de
las traducciones del material que todavía no circula en español o no nos es
posible conseguir en Uruguay.
2) ¿Se consigna en la nota el nombre del traductor?
–No siempre. En la revista de ensayos sí consignamos
siempre el nombre del traductor, pero en El País Cultural el criterio es más
desparejo. Creo, sin embargo, que la tendencia es, cada vez más, a incluirlo.
3) ¿Se detiene alguna vez a comentar la tarea del
traductor? Si sí, ¿en qué términos?
–Recuerdo especialmente haber mencionado la excelencia de
una traducción de Sagarana,
de João Guimarães Rosa, que hizo Adriana Toledo de Almeida para la edición de
Adriana Hidalgo. Por lo general, solo me detengo en las traducciones cuando son
muy buenas (algo que se nota unicamente en los textos muy difíciles desde el
punto de vista de su traducibilidad) o cuando son malas. Son muy incómodas las
traducciones de Anagrama, por ejemplo, porque usan un español peninsular muy
cerrado. Es especialmente molesto leer textos en los que hay mucho argot (pienso
en Irvine Welsh) y que se vuelven imposibles para un lector rioplatense no
familiarizado con, digamos, los sociolectos madrileños. También recuerdo con
fastidio la versión española de El
guardián entre el centeno, de Salinger, publicada por editorial Debate. Y
aunque no tuve que comentarlo, hace poco necesité tres versiones del artículo
“La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, de Walter
Benjamin, porque la traducción que tenía a mano, en papel, era francamente
mala, y yo no entiendo el alemán
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