Nuestra lectora amiga, la uruguaya Adriana Pérez nos manda una nueva colaboración desde Andalucía, donde el domingo pasado hizo 42 grados de calor. Como no se puede dedicar a la traducción literaria nos promete un poema traducido en el que está trabajando y nos pide que leamos este artículo. Tiene tres partes: una en la que se da el contexto de la coyuntura española al cabo de dos votaciones fallidas para que Mariano Rajoy forme gobierno; otra, que se refiere a lo que el PP y Ciudadanos (vale decir, la derecha y la derecha salida de la derecha) proponen como política lingüística para América a través del Instituto Cervantes, y una tercera, donde se ofrece más bochornoso contexto.
La mochila (austríaca) del
Cervantes
Contexto: la elección de un nuevo gobierno en España
Mariano Rajoy, con la voz del predicador
de Herederás el viento y de otros
muchos predicadores doblados por el mismo actor, anuncia el caos; un portavoz
del Partido Popular dice en su intervención, a modo de resumen democrático, “No
me provoquen”, la primera figura de Ciudadanos, conocido por la rareza de ser
el único español sin el menor sentido del humor, pronuncia uno de sus monótonos
discursos sobre sí mismo: soy un crack, admírenme estúpidos, etcétera. Una
señora canaria recita poemas, un asturiano amenaza a alguien, un navarro no me
acuerdo. El resto, la mayoría de la cámara, por segunda vez en cuarenta y ocho
horas vota en contra de la investidura de Mariano Rajoy como presidente del
gobierno.
Amplificado y multiplicado hasta el
ataque epiléptico por los medios de comunicación el mensaje es clarísimo:
terceras elecciones o cuartas o quintas hasta que la ciudadanía vuelva al redil
del rentable bipartidismo. Por el momento, esos señores de traje y hablar
asertivo y monótono tienen un caballo ganador oculto en la solapa: votar el 25
de diciembre. La fecha, 54 días exactos después de la investidura fallida,
podía ser cualquiera, pero se eligió ese día preciso para que se tuviera que
votar exactamente en Navidad. No digo más.
O sí digo más. Estos hechos ilustran un
nuevo capítulo de la transformación de la política en telenovela o culebrón, y
estos serían los episodios cómicos a los que seguirá el puñetazo sobre la mesa
del matón de barrio que disimula su condición detrás de un bigotito pegajoso.
No tardará en aparecer.
Texto
El documento de los 150 puntos del
acuerdo firmado para esta última investidura entre el PP y Ciudadanos tenía la
cantidad necesaria de puntos y páginas para que nadie se sintiera interesado en
leerlo. Y, de hecho, nadie lo leyó. Soy una excepción porque tuve que traducir
algunas partes.
La impresión general fue que habían
cortado y pegado a demasiada velocidad y que el redactor de los nexos entre
párrafos logró que pareciera redactado directamente por el personaje del
bigotito pegajoso o quizás por su madre, la corrompida mujer a la que todos
odian. Un ejemplo ejemplar es el texto
que me ocupa y que motivó estas reflexiones.
Dice así:
“Elaborar un nuevo plan para el Instituto
Cervantes con una estrategia de implantación internacional que también tenga
en cuenta los países de habla hispana para extender la red de Centros por toda
Latinoamérica. El Cervantes tiene que seguir siendo una institución de
referencia en la expansión del idioma y de la cultura española, prestando
atención también a las lenguas cooficiales. El Instituto Cervantes debe
aspirar a consolidarse internacionalmente como en (sic) gran centro de
referencia de la enseñanza del español y la certificación de su aprendizaje.
Se incrementará su partida presupuestaria y se garantizará su independencia,
seleccionando a sus gestores por criterios de mérito y desde la total
transparencia.” (PP y Ciudadanos)
Qué raro, dije como diría cualquiera que
en las tardes de este verano interminable se dedicase a leer estas taxonomías
para papanatas. Qué mal escrito y qué petulancia infinita. Véase: comienzo con
un infinitivo, una oración inicial interminable y agramatical, un gerundio
equivocado, una preposición por un artículo que nadie corrigió, más
agramaticalidades, más anacolutos, oraciones impersonales innecesarias. Muy
raro. Y sobre todo inverosímil: ¿estrategia de implantación internacional que tenga
en cuenta los países de habla hispana para extender la red de Centros por toda
Latinoamérica? ¿Sabrán los pactistas que si el Instituto Cervantes no existe
en los países que hablan castellano, entre muchas razones legales, es
precisamente porque ya hablan y enseñan el castellano?
Consulto el programa anterior del PP y
sólo dice lo que sigue:
“Redefiniremos el papel del Instituto
Cervantes como auténtico centro de intercambio y expansión de la cultura y
lengua española y lugar de promocióncientífica y universitaria.
Favoreceremos la traducción de la cultura española como elemento para su
propagación. (PP 2016)
Aunque queda en el misterio el
significado del concepto “traducción de la cultura española como elemento para
su propagación”, el texto resulta bastante coherente: exalta el protagonismo
que ciertas naciones europeas se atribuyen sí mismas con el fin de hacer
negocios. Es lo que se llamaría nacionalcapitalismo a secas.
En todo caso, el menjunje de los 150
puntos no parece tener origen en ese párrafo.
Consulto la versión del otro pacto, PSOE-
Ciudadanos más increíblemente larga. Decía así:
“Un Plan para El Cervantes: el Instituto
Cervantes es la ventana al mundo de la lengua y cultura españolas, y debería
ser puerta de entrada del español en Europa. El Cervantes debe estar al margen
de cualquier cambio político y ganar en independencia para operar como una
agencia de difusión del español, profesionalizarse al máximo, tener
autonomía para adaptarse a cada país en el que se establezca y contar con
mecanismos de gestión evaluables. Todos los países de habla hispana contarán
con un centro cultural español dependiente del Instituto Cervantes. El
Instituto Cervantes incrementará la oferta de cursos de todas las lenguas
cooficiales de España.” (PSOE y
Ciudadanos 2016 )
Es imposible no notar la misma
agramaticalidad, la misma prepotencia de bigote pegajoso y ciertos rasgos de
estilo propios de partidos aluvionales como Ciudadanos. Y efectivamente, como
se comprueba al instante, ese alboroto explicativo ya estaba en el programa de
esta formación.
“Apoyaremos nuevo Plan para el Instituto
Cervantes, con una estrategia de implantación en todos los países de habla hispana.
Se incrementará su partida presupuestaria y se garantizará su independencia
política, con la selección de sus gestores por criterios estrictos de mérito y
total transparencia.” (Ciudadanos 2016)
Más contexto
Un político español corriente desconoce
todo sobre América latina. Interrogado con benevolencia no sabría más que dos o
tres capitales, no podría nombrar ciudades menores, no conocería los puertos o
las fronteras, ignoraría prácticamente la música, la pintura, la literatura, la
poesía, los idiomas, la mitología o las tradiciones religiosas. Y por supuesto
no sabría quién gobierna cada país ni quién gobernó antes. Pero
sobre todo, un político corriente no sería capaz de reconocer en público qué
parte del PIB español corresponde a los “negocios” en América latina.
Ese
desdén respeta la tradición colonial —estuvo prohibido escribir libremente
sobre América durante varios siglos— y corresponde a la necesidad de las élites
de construir un objeto degradado propio del vínculo neocolonial que se impuso
en España casi desde el comienzo de la transición al terminar el fascismo.
Basta
un repaso superficial para comprobar que, desde 1976, España no ha hecho otra
cosa que diseñar estrategias para reconquistar América sin que ese objetivo se
alterara porque los interlocutores (y estrechos colaboradores) del otro lado
del Atlántico fueran dictaduras sangrientas y gobiernos que todavía hoy se
disputan el lamentable honor de ser la representación misma de la corrupción y
el asesinato.
Esas estrategias incluyeron desde
“blanquear” instituciones creadas durante el fascismo como la Oficina de
Educación iberoamericana (1949) y transformarla en una Organización de los
Estados iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OIE);
reconvertir los franquistas Institutos de Cooperación Iberoamericana en
Institutos Cervantes (1991) o inventar el absurdo colosal de las cada vez más
degradadas “Cumbres iberoamericanas” que pergeñó el PSOE (curiosamente el mismo
año, 1991) y que tuvieron como representante estrella al rey de España nombrado
por Francisco Franco.
Las fundaciones principales y secundarias
creadas por el Estado y empresas españolas despliegan estrategias que, como
antaño, parecen descubrir en América día tras día los más insospechados
filones: educación digital, libros digitales, tecnologías de la educación,
ciudades sostenibles, necesidades turísticas, infraestructuras, hidrocarburos,
transformación y mejora de centros urbanos históricos, planes para dar agua a
las ciudades y pueblos, formación de liderazgos, concursos de jóvenes talentos,
etcétera.
El analfabetismo sobre América fue
protagonista de un viaje de 12 horas a Caracas (del líder de Ciudadanos) con el
único propósito de sacarse una foto que fuera útil para la batalla electoral.
El analfabetismo continuó con la increíble iniciativa de imitar el sistema de
jubilación que Augusto Pinochet impuso en Chile, al que se llama
eufemísticamente la “mochila austríaca”, y que también aparecía entre los 150
puntos y en las multitudinarias manifestaciones de jubilados chilenos (que no
reproduce la prensa española). Y por supuesto también persiste en un propuesto
y melodramático Pacto por la educación cuya asombrosa jerga de TICs y
competencias ya divulga por América Latina el banco de Santander y sus ecuménicos
cursillos de formación.
La presencia de un partido como
Ciudadanos (seguramente efímera) en la realidad española repite la estrategia
del populismo y de sus inversiones semánticas. ¿Puede existir un partido más
populista que uno que se llama Partido ¡¡Popular!!? ¿Existe argumento más
populista que apelar a lo emocional y ocultar los argumentos racionales que
abundan en la realidad española —empobrecimiento, endeudamiento, emigración,
etcétera? Por último, existe procedimiento más populista que cambiar el nombre
de las cosas por un eufemismo falsificador que engañe sobre las verdaderas
intenciones: abstención técnica por favorecer el gobierno de la derecha,
mochila austríaca por jubilación privada, complemento salarial por rebaja o
congelamiento salarial, pacto por la educación por privatización de la
educación?
Quizás el bochornoso párrafo dedicado al
Instituto Cervantes no sea demasiado importante. Es un testimonio, quizás
sutil, de la hegemonía brutal de ese populismo, de la ignorancia y la avaricia
con la que nos amenaza el porvenir.
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