María
José Furió, el 18
de mayo de 2015, publicó la siguiente columna en El Trujamán. Como se
comprenderá, se trata de una opinión que, sobre este tema, se suma a muchas
otras que, lejos de cerrar el tema, mantienen la polémica a favor y en contra
de las notas abierta.
Notas al pie: nota del autor,
nota del traductor, notas del editor
El tema de las notas al pie ha sido discutido a
menudo, de forma que el traductor novel puede establecer su propio criterio,
conjugando las opiniones recabadas entre traductores expertos y veteranos con
las soluciones de compromiso que él mismo reúna al hilo de su trabajo y
experiencia creciente. En otro
trujamán ya me referí a las notas del autor comentadas y
anotadas por un traductor excepcionalmente escrupuloso. Al margen de estas
cumbres de la visibilidad del traductor, el debate sobre las anotaciones
plantea siempre cuál es su eficacia dentro del texto y para el lector. En la
rutina de traducir el escollo de la nota incluye una variable: la costumbre del
país del texto original.
Así, hace poco, en conversación entre colegas, el
traductor del ruso Paul Lequesne compartía sus conclusiones sobre el tema:
Las notas
a pie de página llevan su tiempo, cuesta redactarlas y a la gran mayoría de
lectores les trae al fresco. Es verdad que soy traductor de una literatura para
una minoría de lectores. Las traducciones que considero «mis obras maestras»
(en el sentido del gremio de los obreros) no habrán sido leídas por más de
doscientas o trescientas personas, me temo, cada título. Pero es una razón de
más, a mi entender, para no desanimar la buena voluntad de esas personas
obligándoles a saber que el patronímico de Untalovski era Trucovitch, que nació
el 32 de marzo de 1841 y murió el 29 de febrero de 1893 después de una
brillante carrera de ingeniero de minas en el Ural, o que lo que llamamos blini en francés se llama oladi en
ruso, y que una chapka no designa forzosamente un gorro con orejas, sino un simple gorro, y
que los pelmeni se
preparan simplemente con una pasta de tallarín a base de harina y agua,
ocasionalmente con huevo, rebajada, cortada en rodajas y con una mezcla de
carne de ternera y/o de cerdo picada, cebolla y eneldo, etc. Si el
lector está dispuesto a detenerse en estos detalles es porque el texto no le
engancha de veras; en ese caso, más valdría que abandonara aquí la lectura.
Sin
embargo, hay términos intraducibles, donde resulta obligado introducir una
nota, pues el lector no entendería el significado a menos que se le ofrezcan
algunas explicaciones.
La doktorskaïa kolbasa, por ejemplo, literalmente, el
salchichón del doctor —explicó Lequesne—, cima de la gastronomía soviética, se
inventó para que todo el mundo tuviera su ración diaria de proteínas tras años
de hambruna. Y aquí, no hay duda de que una breve explicación a pie de página
puede ayudar a la lectura.
Para lo demás, su opción es relegar todas las notas
de traductor al final del volumen, y que el lector decida si le apetece
consultarlas. El mismo traductor explicaba que ése era el sistema adoptado en
las ediciones soviéticas, «donde todas las notas suelen figurar al final del
volumen, indexadas por página, pero sin ninguna llamada de nota a lo largo del
texto». Parece una solución que obliga al lector a un ejercicio de habilidad
mental, pero era una tradición establecida.
Otra experta traductora se mostraba de
acuerdo con llevar las notas al final del volumen y distinguía entre las notas
de traductor y las de editor. Como traductora de alemán, recordaba el mal rato
que pasó con las notas de editor en la correspondencia entre Elias Canetti y
una amiga íntima. El editor consideró imprescindible situar al lector
aclarándole quién se escondía detrás de tal apelativo o diminutivo afectuoso, y
otros detalles de contexto, pues los aludidos eran figuras hoy célebres del
mundillo intelectual y artístico europeo, y la correspondencia abarcaba un
largo período histórico, de 1942 a 1992. Estas explicaciones iban en forma de comentario
al final de cada carta, según la tradición alemana. El editor francés consideró
que ayudaría a la fluidez de la lectura convertir los comentarios del editor en
notas numeradas y trasladarlas al final del libro, decisión con la que la
traductora estaba plenamente de acuerdo aunque, porque la discusión parece
interminable, puntualizaba que hay que decidir caso por caso.
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