La Editorial Anagrama tiene un Facebook. En él, sin
firma, el 19 de mayo pasado, se subió la siguiente declaración que lleva por
título “Sobre las traducciones de Anagrama”. Dice así:
Hemos
leído con detenimiento vuestros comentarios acerca de algunas de nuestras
traducciones, y aunque los hemos ido respondiendo de forma individual, nos
gustaría daros una respuesta general.
Las
traducciones de Anagrama han sido reconocidas internacionalmente por su
fidelidad al original. No sólo trabajamos con excelentes traductores, sino que
adicionalmente hacemos política de autor. Es decir: el traductor de Baricco es
la misma persona que lo ha traducido durante 20 años, y esto mismo ocurre con
otros muchos autores de nuestro catálogo.
La
realidad es que las traducciones se encargan principalmente a traductores
españoles, puesto que ninguna editorial puede permitirse encargar una
traducción local para cada uno de los países en los que se distribuyen sus
publicaciones. En este sentido, es cierto que hay libros en particular en los
que se hace evidente un argot más marcado que en otros, por ejemplo, en novelas
cuyo original está escrito haciendo uso de jerga, como en Trainspotting y
otras novelas de Irvine Welsh. En el caso de este tipo de novelas, es evidente
que desde Anagrama optamos por un argot para tratar de dar a la traducción la
mayor similitud respecto al original. Sin embargo, en los ensayos o en las
novelas más clásicas, por llamarlas de alguna manera, esto apenas sucede.
Desde
Anagrama defendemos la riqueza del español como lengua universal que
compartimos tanto en España como en Latinoamérica y estamos orgullosos de poder
entendernos desde nuestra diversidad. Por ello, no vemos el problema a la hora
de leer una traducción que no utilice exactamente el mismo léxico que empleamos
habitualmente. A este respecto, nuestro editor, Jorge Herralde, ha manifestado
en alguna ocasión:
«Durante toda mi
adolescencia y mi primera juventud me nutrí fundamentalmente en el ámbito de
las traducciones, a causa de la censura española, de libros argentinos de
Sudamericana, Emecé y Losada. Estaban llenos de palabras muy argentinas, pero
sobreviví de forma muy placentera y rápidamente buscaba los equivalentes. No me
sentí en absoluto escandalizado, devoré centenares de libros y estuve
absolutamente agradecido a las editoriales argentinas».
Es para
nosotros un verdadero placer contar con tantos lectores entusiastas de nuestro
catálogo y agradecemos que utilicen las redes para hacernos llegar sus
comentarios y críticas, a los que intentamos dar respuesta y mejorar en todo cuanto
está en nuestras manos.
Hasta aquí, entonces, lo que dice la Editorial Anagrama,
sin firma, claro.
Ahora bien, “las traducciones de Anagrama han sido
reconocidas internacionalmente por su fidelidad al original”. ¿Quién lo dice?
¿A partir de qué? ¿En qué consistió el reconocimiento internacional? ¿En qué
algunos autores sólo pueden leerse en castellano en versiones de Anagrama
porque la editorial compró los derechos para toda la lengua, sin dejar espacio
para que haya otras traducciones fuera de España? Para más datos, ya fue vista,
y discutida largamente, la inexactitud de esa afirmación. De hecho, Mori
Ponsowy analizó esas traducciones y llegó a conclusiones opuestas a las del
autor anónimo de la nota de Facebook (ver la entrada del 13 de junio de 2012,
en este mismo blog). Y ya Jesús Zulaika, uno de los traductores cuestionados en
ese momento, se disculpó por los errores de estilo que había introducido en sus
traducciones de Raymond Carver publicadas por Anagrama (ver la entrada del 23
de agosto de 2012, en este mismo blog). Pero los casos podrían ser muchos más,
como, de hecho, lo denuncian en la misma página de Facebook de Anagrama muchas
de los 155 personas que comentaron esa nota que, de hecho, no habría tenido por qué ser escrita si no fuera que muchísima gente se queja progresivamente de lo malas que son muchas de las traducciones de Anagrama.
Luego, el hecho de que Anagrama haga “política de autor”,
dándole a un mismo traductor libro tras libro de un mismo novelista no asegura
que libro tras libro ese mismo traductor no cometa los mismos errores (volvemos
acá al caso de Zulaika ya tratado).
Lo de encargar traducciones exclusivamente a traductores
españoles es un derecho inalienable de la editorial. Lo de hacer que esas
traducciones suenen a barrio madrileño, en cambio, es un problema. Y no se
trata acá de cuestiones exclusivas de argot. Luego, cuando existen tantas
editoriales españolas que encargan traducciones a buenos traductores de todo el
mundo hispánico, no se entiende claramente por qué Anagrama, que vende libros
en toda Latinoamérica, privilegia exclusivamente a los españoles. Y eso nos
lleva a no entender para qué se compran derechos para toda la lengua, cuando se
terminan imponiendo traducciones que responden a una única variante que ni
siquiera es mayoritaria en el mundo del castellano.
Finalmente, el señor Herralde no es la medida de todas las
cosas. Que el no haya tenido problemas en leer traducciones argentinas durante
la dictadura franquista, no implica automáticamente que los lectores de todo el
mundo de la lengua castellana no vayan a tener problemas con las elecciones del
señor Herralde. De hecho, ¿qué pasaría con el señor Herralde si los lectores
latinoamericanos dejáramos de comprar sus libros por sus traducciones
extremadamente castizas? ¿Seguiría pensando lo mismo? Cuestión de probar.
Jorge
Fondebrider
Quien desee ver los comentarios a la nota de Facebook puede
hacerlo acá:
https://www.facebook.com/notes/editorial-anagrama/sobre-las-traducciones-de-anagrama/1079561965416033/
Mi adolescencia la pasé leyendo novelas del siglo XIX traducidas en España, porque eran las únicas que había en la biblioteca de mi padre, anterior al franquismo. De ese modo soporto desde entonces con mayor estoicismo el cierzo helado. También le pongo el pecho a la cellisca. Y suelo usar lejía para lavar hasta las patatas.
ResponderEliminarSuerte la tuya. Yo tuve que leer en una traducción de Truman Capote que publicó Anagrama que el personaje ponía una conferencia mientras se magreaba la pilila. O sea, puaj.
Eliminaren la curiosa polémica suscitada entre los derechohabientes legales de bolaño y sus herederos imaginarios (echeverría, herralde), carolina lópez, la viuda del escritor de cuyos textos tironean unos y otros, esgrime uno de los argumentos más contundentes contra la falsa política panhispánica de ciertas editoriales españolas: si decide quitarle, dice, los derechos de edición a anagrama y dárselos --wylie mediante-- a alfaguara es precisamente por la falta de sensibilidad latinoamericana de aquélla: los libros de anagrama que llegan a américa son caros y no tienen una distribución fluida. algo de razón la asiste: que una editorial española se arrogue la condición de expositora y difusora de una de las voces más interesantes de la reciente literatura latinoamericana no deja de ser paradójico y/o sintomático de la desigualdad estructural de las relaciones culturales entre españa y sus díscolas ex colonias. y aquí no hay pililas ni magreos sino una idea epicéntrica de la circulación de ideas y contenidos en el amplio marco de la lengua castellana.
ResponderEliminarComo ya fue dicho, tal vez es hora de dejar de comprar los libros de Anagrama hasta que la política de la editorial respecto de Latinoamérica cambie. De todos modos, no hay que hacerse muchas ilusiones: Herralde, que en cuarenta y tantos años de edición no fue capaz de formar a un solo editor que lo herede, no parece la persona más indicada para comenzar a hacerlo.
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