Librería Escaramuza |
El
pasado 16 de febrero, Sergio Israel
publicó la siguiente nota en El Cultural, el excelente suplemento de cultura del
diario El País, de Montevideo. Aquí
se da cuenta de la situación del libro y las librerías en el Uruguay, con
detalles desconocidos para la mayoría de los lectores.
Libros en Uruguay,
un mercado pequeño de grandes lectores
Asomarse
a alguna de las grandes librerías montevideanas como Puro Verso, Más Puro Verso
o Escaramuza produce una inquietante sensación de superabundancia. Es que en
cada una de ellas el visitante accede a más de 20 mil títulos, mucho más que de
lo que podrá leer jamás, aun quitando horas al sueño, a su demandante
dispositivo de bolsillo y a otros productos de la industria cultural.
Sin
embargo, apenas uno profundiza un poco es fácil darse cuenta de que ni siquiera
en estas grandes librerías se consiguen todos los títulos que un lector
inquieto podría buscar.
Juan
Castillo y Soledad Viera, al frente de Puro Verso, o Diego Quiles en Más Puro
Verso, ahora competidora de sus ex socios en el extraordinario local que fue la
óptica Pablo Ferrando en la Peatonal Sarandí, trajinan mucho para cubrir las
demandas de los clientes, pero tienen una tarea muy difícil: a menudo quien
busca un libro está bien informado gracias a Internet, pero los libreros saben
de antemano que no todo lo que se edita podrá llegar a sus manos a un costo
razonable.
Cuando
el precio se dispara a una cifra que la mayoría no está dispuesta a pagar, antes
de resignarse, a menudo queda la opción de adquirir el libro electrónico, una
modalidad que no crece como se esperaba. En esta versión el libro pierde el
carácter de objeto, aunque se abarata porque no intervienen imprentas,
distribuidores tradicionales y librerías.
España, Argentina y poco más.
La
tecnología y la segmentación del mercado han permitido que junto a los mega
grupos editoriales —Penguin Random House y Planeta— existan cerca de 2.000
editoriales españolas, algunas unipersonales que funcionan part time en
un apartamento. Tanto las grandes como las medianas y pequeñas editan a autores
locales y traducciones de escritores extranjeros, sobre todo ingleses,
franceses y estadounidenses.
Descontando
los libros de texto, los fascículos y los publicados en gallego, valenciano,
catalán y vasco, cada año en España se publican unos 42.000 títulos
nuevos. “Nada del otro mundo comparado con el resto de Europa”,
explicó el mes pasado el presidente de los editores españoles Antonio María
Ávila al diario La Vanguardia, pero una enormidad si llegaran a Uruguay,
un país con un alto nivel de lectores y una economía estable, pero con un
mercado con serios problemas de escala.
Entre
los miles de títulos disponibles en las grandes librerías uruguayas están
algunos llegados hace 15 años, pero que aún cuentan con chances de conseguir un
comprador. Si a los españoles se suman los editados en Argentina, el segundo
proveedor de libros importados, y los nacionales, la plaza estaría en teoría
bien abastecida.
Pero
del resto de América Latina poco: llega algo de México, Chile, Colombia, Cuba y
poco más. Los autores latinoamericanos disponibles en las librerías uruguayas
son, en la mayoría de los casos, editados por las multinacionales.
Aunque
muchos libros se venden en supermercados, el papel de las librerías es central.
Un estudio publicado en 2019 por el Centro Regional para el Fomento del Libro
en América Latina y el Caribe (CERCLAC) de UNESCO no solo realizó un
diagnóstico, sino que propuso una serie de medidas a llevar adelante por los
actores privados y los gobiernos para fomentar la difusión del libro y mejorar
las condiciones de las librerías independientes.
Un
informe de la agencia estatal Uruguay XXI sobre la industria indica que hay 179
librerías registradas en el Banco de Previsión Social, 120 de las cuales son de
Montevideo. El año pasado dieron trabajo a 1.526 personas y en 2012 facturaron
26 millones de dólares.
La
integración latinoamericana está muy retrasada también en el mundo del libro.
Los principales distribuidores locales —Javier Muñoz (América Latina), Gonzalo
Fuentes (Gussi) y Gustavo Bosca (Océano)— coinciden en que es mucho más fácil
importar de España que del propio continente latinoamericano, incluyendo a
Argentina.
Alejandro
Lagazeta (Escaramuza) tiene una visión optimista: en su papel de distribuidor
(también editor y librero) apuesta a importar libros españoles y argentinos,
sobre todo de editoriales jóvenes. El informe de Uruguay XXI, con datos
proporcionados por la Dirección Nacional de Aduanas, indica que el año pasado
la distribuidora Escaramuza importó libros por 330.101 dólares, cuatro veces
menos que Gussi, el líder local, pero más que América Latina, cuyas compras en
el exterior fueron por valor de poco menos de 200 mil dólares.
Aunque
sobre la suma de importaciones y producción nacional no existen cifras
oficiales sino apenas estimaciones, sin contar los libros de texto, no hay
dudas de que Penguin Random House (PRH) es el líder del mercado seguido por
Planeta y Océano. Los datos proporcionados por Aduanas muestran que PRH
(contando Ediciones B) importó en 2019 por valor de 908 mil dólares, menos que
Planeta y Océano, pero a esas cifras se deben agregar los libros nacionales
(entre 80 y 100 por año) y las impresiones locales de decenas de títulos
producidos en el exterior. Allí Penguin toma ventaja sobre sus competidoras:
Planeta es líder en todos los países de habla hispana, pero según admitió su
director en Uruguay Amir Hajjoul, aquí todavía no logró la misma penetración
que el mayor competidor. Océano no edita libros en Uruguay, pero el año pasado
importó por valor de 1.090.172 dólares.
El
líder en importaciones es Bookshop, que supera los dos millones de dólares.
Alejandro González explicó que importan libros infantiles y textos de inglés
para sus 11 librerías y clientes en todo el país. El País S.A. es el segundo e
importa libros y fascículos, mientras que las distribuidoras fuertes en
infantiles, Saracini y Distri Cerro (que compran en Argentina, España y China)
suman entre las dos casi 850 mil dólares. Urano, especializada en auto ayuda,
importó por 371.529 dólares.
Pequeño gran mercado.
“Uruguay
es el país de la región donde más se lee y el que cuenta con mayor producción
de libros por habitante de América Latina. Existe en el país un público lector
variado, multi-segmentado y educado” sostiene
otro informe, de noviembre de 2019, elaborado por Uruguay XXI sobre el sector
editorial.
Con 6.5
títulos per cápita, Uruguay encabeza el ranking latinoamericano
de cantidad de libros editados (según los registros de ISBN) y eso, opina la
experta de la agencia, Omaira Rodríguez, es un muy buen punto de partida para
la exportación.
Para
mejorar el acceso de la población al libro, UNESCO realizó una serie de
recomendaciones que incluyen la adopción de incentivos tributarios, de crédito
y de fomento; la promoción de ediciones que faciliten el acceso al libro por
parte de todos los grupos de la población y el fortalecimiento de los sistemas
de distribución, en particular de librerías que cubran todo el país. También se
propuso abaratar los costos de transporte, financiamiento para la participación
en ferias del libro y fortalecimiento de las redes de distribución, entre un
paquete de medidas.
Gonzalo
y Diego Rodríguez (Byblos) manejan una de las distribuidoras pequeñas que deben
enfrentar las dificultades económicas, logísticas y aduaneras para traer libros
de Argentina (Biblos e Infinito) y de España (Antoni Bosch). Las trabas para
importar desde Argentina, un fuerte polo editorial, han existido siempre, pero
en los últimos tiempos la situación se agravó.
Para
Lagazeta, la clave está en cooperar más y probar nuevas formas de
comercialización, partiendo de la base de que el proceso de concentración de
las editoriales no es diferente al resto de las industrias.
Hajjoul
piensa que la dificultad para que lleguen algunos títulos ha existido siempre y
no sólo en el libro. “Argentina es un gran consumidor de literatura y
uno de los mercados más maduros de América Latina. Uruguay consume más autores
extranjeros mientras que Argentina más locales” explicó.
Por
otra parte, a pesar del aparente retroceso en el valor del conocimiento, el
consumo de libros crece, quizás porque las editoriales grandes apuestan a
alianzas con empresas audiovisuales como Netflix y otras estrategias para “entretener
a gente que no es lectora”, como los libros de auto ayuda y
astrología.
El
catálogo general de Planeta tiene unos 3.800 títulos disponibles y hay entre 50
y 60 novedades por mes. “Si no los conocemos no los traemos, porque
este mercado no aguanta tanto” explicó Hajjoul. Tanto el director de
Planeta como el editor general de PRH, Julián Ubiría, se defienden de la
crítica frecuente de que cuando las multinacionales compran una editorial
empobrecen la oferta. Entre los 100 más vendidos de Planeta, explica Hajjoul,
hay cinco o seis de Tusquets, la última editorial adquirida por el grupo, y
dice que el sello tiene más títulos y ventas que antes. Sin embargo, en
ciencias sociales han desaparecido del mercado títulos de editoriales como
Ariel, Crítica y Paidós. Algo parecido ocurre con sellos clásicos como
Minotauro (ahora relanzado) y Martínez Roca.
La
concentración deja ciertos nichos y ha permitido que nazcan las pequeñas editoriales
que algunos llaman “boutique”. Castillo, el propietario de Puro Verso, está
atento al boom de las pequeñas editoriales y trata de acceder
a algunas de las que no tienen un distribuidor local o a títulos que estas no
traen.
El año
pasado, según Aduanas, Puro Verso importó libros por casi 50 mil dólares y así
pudo mejorar la oferta de sus estanterías con títulos que no trajeron las
distribuidoras locales. El grupo PRH ingresa cada año al mercado local entre
900 y 1.000 títulos nuevos, pero Ubiría reconoce con preocupación que el ciclo
de vida de los libros es cada vez más corto. A su vez, su experiencia le indica
que se han producido cambios en el gusto de los lectores en los últimos 15
años. “Perdió fuerza lo nacional y lo latinoamericano”.
Ello
explica que muchos de los ISBN registrados por las multinacionales correspondan
a autores extranjeros que luego de pasar cierta tirada se imprimen en plaza.
Eso ocurre con Arturo Pérez Reverte, Marcela Serrano, Isabel Allende, Mario
Vargas Llosa, Stephen King y muchos otros best sellers.
En el
caso de PRH, a esta lista se sumarán en las próximas semanas escritores de
renombre como Andrea Camilleri, Sándor Márai, J.K. Rowling, Margaret Atwood,
Chico Buarque e Iréne Némirovsky que se editan en Salamandra, un sello recién
adquirido por el grupo.
Opacidad
A pesar
de los esfuerzos de actores como la Cámara Uruguaya del Libro, el Ministerio de
Educación y Cultura y Uruguay XXI, las cifras globales del libro en el país
siguen siendo un misterio.
Una
estimación indica que alrededor de un millón de compradores adquieren unos tres
millones de libros al año. La mayor distribuidora es Gussi, que acaba de
cumplir 40 años y que hace llegar a las librerías la mayor parte de las
ediciones locales y muchas extranjeras, entre ellas la española Anagrama. Las
tres multinacionales más importantes —Penguin, Planeta y Océano— tienen su
propia distribución. Penguin es el líder, con 35% al 40% del mercado, cerca de
un millón de libros al año.
El
registro de ISBN en 2017 fue de 2.230 títulos. Eso incluye todos los libros
impresos en el país, desde textos hasta best sellers extranjeros.
Otra estimación indica que del exterior ingresan cada año al menos seis mil
títulos más.
La
venta de libros físicos por Internet a través de Amazon o Mercado Libre todavía
es secundaria, pero está creciendo y representa un desafío para libreros,
editores y distribuidores. Escaramuza, por ejemplo, ya factura un 10% de sus
ventas por Internet y aspira a llegar a un 25% en un año. La distribuidora
América Latina, especializada en ciencias sociales, está ensayando la impresión
de libros a demanda, en especial para congresos científicos o visitas de
autores.
Otro de
las actividades opacas es la propia Feria Internacional del Libro que cada setiembre
organizan la gremial y la Intendencia de Montevideo. No se sabe casi nada del
público ni cuanto se vende y eso dificulta la promoción. El presidente de la
Cámara, Álvaro Risso, adujo que hacer la feria en un espacio público como el de
la Intendencia tiene como ventaja la centralidad, pero impide llevar un
registro, porque al edificio ingresan cada día funcionarios y otras personas.
La Cámara estima unos 150 mil visitantes.
La
falta de estos datos impide un mejor conocimiento del mercado, información que
sería clave para que el público, las editoriales y otros actores puedan tomar
mejores decisiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario