viernes, 4 de marzo de 2022

"Un traductor es un lector más atento que la media"

El escritor y periodista Marcelo Ortale le realizó una entrevista al Administrador de este blog, que salió publicada en el diario El Día, de La Plata, el pasado 23 de enero. La excusa fue la publicación, en mayo del año pasado, de Corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, en la editorial Eterna Cadencia. El diálogo se reproduce a continuación.

“Sólo parte de lo que se traduce son palabras, el resto es cultural”

¿Qué sería del mundo sin las traducciones? ¿Qué pasaría con los estudios científicos, los manuales técnicos, los informes económicos? ¿Cómo se trasladaría el conocimiento humano? ¿Qué ocurría con la literatura y el arte? Sin la vigencia global de un esperanto y sin traductores, sin gente que derribe las murallas del idioma, ¿estaríamos aún en la Torre de Babel confundiendo ladrillo con arena, plomada con pala, espacio con tiempo, forma con fondo? Una respuesta es la que ofrece Jorge Fondebrider (1956): “sería un mundo mucho más pobre... y menos interesante”.

Fondebrider es un hombre de culto en la tarea literaria y en la traducción en nuestro país, con reconocimientos internacionales de relieve. Además de escribir libros y de traducir, fue y es también periodista en medios gráficos –colaborador en La Nación, Clarín, La Prensa, Infobae y otros– en radio, televisión y, en estos últimos, en canales extranjeros como corresponsal.

Preside hace años el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, con sedes cambiantes en la ciudad de Buenos Aires y acaba de traducir una obra cumbre de Joseph Conrad, Corazón de las tinieblas, en la que también se hizo cargo de las notas y la introducción. El protagonista de la novela–cuento de Conrad se interna en el devastado Congo de la época colonial y el trabajo de Fondebrider reactualiza esa emblemática excursión humana.

En la charla se le reseña la existencia del conocido proverbio –detestado por los traductores– que es muy antiguo: “traductor.traidor”. La versión del traductor difiere casi inevitablemente de la original, suele decirse. En italiano el aforismo es más famoso: traduttore, traditore.

“Efectivamente, los traductores detestamos ese proverbio porque es, como diría Flaubert, una “idea aceptada”; vale decir, algo que se acata sin que nadie se detenga a reflexionar sobre su hipotética verdad o falsedad”.

“Si uno piensa que civilizaciones enteras se construyeron alrededor de la traducción –pensemos en la Biblia, en el Corán, en los libros de casi todas las religiones; también en los textos científicos, en los filosóficos, en el derecho–, asignarle a quienes tradujeron esos monumentos de la humanidad el lugar de traidores es, cuanto menos, una canallada digna de brutos”.

“ORIGINAL”

Añade sobre este punto que además “hay un segundo punto a considerar y es, precisamente, el concepto de “original”. Y vuelvo a mi ejemplo anterior: ¿cuál es el original de la Biblia? ¿El que está escrito en varios idiomas a lo largo de muchos siglos por muchas personas procedentes de distintas culturas? ¿El de la Vulgata? ¿El de la legión de traductores que tradujeron Biblia inglesa del King James? Entiendo que ese libro es único y múltiple, y esta última condición se debe a que fue traducido a muchas lenguas a lo largo de muchos siglos”.

Poeta, ensayista traductor. La obra poética de Fondebrider fue publicada como La extraña trayectoria de la luz, poemas reunidos 1983–2016. Entre otras tareas compiló los volúmenes Conversaciones con la poesía argentina, La Buenos Aires ajena. La ciudad vista por los viajeros extranjeros. 1536–1999, Versiones de la Patagonia. 1536–1900, Historia de los hombres lobo y La París de los argentinos. Editó la Obra poética de César Fernández Moreno y la Poesía completa de Joaquín O. Giannuzzi. Como traductor publicó, entre otros textos, Poesía francesa contemporánea. 1940–1997, Poesía irlandesa contemporánea (conjuntamente con Gerardo Gambolini), diversos volúmenes de Henri Deluy, Yves Di Manno, Peter Sirr, Richard Gwyn, Moya Cannon, etc. Ha traducido asimismo, entre otros autores, a Gustave Flaubert, Joseph Conrad y Georges Perec. Ahora termina de compilar un libro homenaje sobre el poeta argentino Javier Adúriz, publicado por Ediciones del Dock.

TRADUCCIONES LITERARIAS

Se puede presumir que cada ciencia o disciplina implica para el traductor disponer de conocimientos relacionados a esas materias. Desde luego que eso también ocurre con las obras literarias, ya sean en prosa o en poesía. Sobre este punto Fondebrider sostiene que en el caso de la traducción literaria –e incluye en ella la categoría de la traducción filosófica– “los saberes con que debe lidiar el traductor son múltiples y por momentos abrumadores”.

“Me explico con un ejemplo: ahora estoy traduciendo Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert, y en un capítulo tengo que lidiar con las particularidades del cultivo de los melones y con las distintas variedades de peras que existen; en otro, con las distintas posiciones que asumieron los historiadores de la Revolución francesa; en otro más, con las interpretaciones de la Ética de Spinoza, y así sucesivamente... En cada ocasión tengo que documentarme para no meter la pata porque existen prácticas y vocabularios específicos que tengo que conocer para poder traducir”.

“Acá hay que señalar con toda claridad que sólo parte de lo que se traduce son palabras; el resto, datos culturales”, agregó.

Recuerda aquí que cuando fue a Francia las respuestas que recibía de la gente eran invariablemente hoscas: “Culpé a los franceses, hasta que alguien me dijo que en Francia no se tutea, que el tratamiento de usted es el apropiado entre desconocidos, sean o no de nuestra misma franja etaria. Empecé a tratar de usted a la gente y las respuestas fueron mucho más amables. Ése es un dato cultural, inmediato y práctico, que hay que considerar. Luego, hay que advertir que este tipo de dificultad se multiplica cuando los textos que uno traduce fueron escritos hace mucho. En Madame Bovary, hay un momento en que, en la fiesta a la que asisten Emma y su marido, las damas ponen los guantes encima de las copas. En la época en que transcurre la acción –primera mitad del siglo XIX–, ésa era una indicación de que los sirvientes ya no tenían que seguir sirviendo el vino. Si uno no lo sabe, el texto se vuelve oscuro”

¿Cómo se podría definir la función del traductor literario? “Las funciones son múltiples. Voy a destacar una: un traductor es un lector más atento que la media, que, al reescribir un texto en su propio idioma, cumple la función de mediador. Un ejemplo que siempre doy: Lizandro Galtier tradujo en los años cuarenta a Oskar Valdislav de Lubicz Milosz, un poeta lituano que escribía en francés y que coincidía con el tono justo que necesitaba la llamada “generación del cuarenta” de la poesía argentina: añoranza de la infancia y del pasado, una actitud plañidera, pura melancolía, etc . Muchísimos poetas argentinos leyeron esas traducciones y las imitaron, al punto que hoy esas “traducciones” forman parte de nuestra literatura. Otro célebre ejemplo es el de Borges como traductor de Faulkner. Desde García Márquez a Juan José Saer, pasando por Juan Carlos Onetti y Mario Vargas Llosa, descubrieron en la Yoknapatawpha de Faulkner soluciones para sus propias ficciones”.

¿Para ser un buen traductor literario, ¿se necesita ser escritor, sentirse escritor? “No veo cómo se podría traducir un libro sin sentirse escritor. Sea uno capaz o no de escribir una narración, un poema, una dramaturgia o un ensayo, en el momento de traducirse procede exactamente igual que como procede un escritor, sin el problema de tener que imaginar un tema”.

MAL PAGOS

Se podría suponer que el trabajo de un traductor está bien pago y esa suposición, como se verá, es errónea para nuestro país, “Vea, los países más traductores de nuestra lengua son España, Argentina, México y, más recientemente, Chile y Colombia. En cada país hay una lógica ligada a su propia tradición editorial. De todos, Argentina es uno de los que más traduce y peor paga a los traductores. Un ejemplo inmediato: en España se pagan entre 14 y 8 euros por página; en México y Chile, entre 12 y 10 dólares por página; en la Argentina, unos 2400 pesos (a valores actuales, unos 12 dólares) las dos páginas y media, lo que da 4,8 dólares la página. Hay excepciones en función de la dificultad de un texto y la trayectoria del traductor, pero no se trata de la norma. Sumo a esto la picardía de muchos editores, que se ponen de acuerdo para pagar menos, que se quedan con los subsidios para los traductores provenientes del exterior y que no respetan la normativa vigente (firma de contratos, establecimiento de un lapso de explotación determinado, etc.)·”

¿Cuánto tiempo demanda traducir un libro, por ejemplo Corazón de las tinieblas, la novela de Conrad? “Aproximadamente un año, trabajando unas seis horas diarias, incluidos sábado y domingo. Las ediciones que hago de clásicos son anotadas y, por lo tanto, demandan mucho trabajo previo de investigación y mucha confrontación de fuentes a la hora de traducir. Con Madame Bovary tardé casi cuatro años; con Bouvard y Pécuchet, que estoy terminando, también unos cuatro años”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario