jueves, 17 de marzo de 2022

Traducción, neotraducción, tú y vos

Terciando en la serie de reflexiones sobre el tuteo y el voseo en la traducción,
Andrés Ehrenhaus suma, desde Barcelona, este punto de vista.

Sobre el voseo como neomarca de traducción

 Aunque no vivo en Argentina sino en España, creo que pienso y sueño en argentino, y sobre todo sé que puteo en esa variante ya mayor de edad de la lengua castellana. En cambio, cuando traduzco lo hago en la longitud de onda lingüística que crea más vendible quien contrata mis servicios profesionales y me paga. Ya lo dije muchas veces públicamente: soy un francotirador, un sicario, un mercenario y, cuando traduzco para la industria editorial española, miento para la corona. Ello no obsta para que tenga mi corazoncito y, por ende, mi querencia lingüística. Cuando pude traducir para editoriales argentinas (poco y nada), usé el vos cuando estaba justificado y no lo usé cuando, como bien dice Aulicino en su ornitológica columna, no lo estaba. Porque no siempre lo está. Y esa justificación, encima, nunca es dogmática. Por ejemplo, yo que traduje la poesía de Shakespeare no sólo sin voseo sino con el incomodérrimo donde los haya vosotros de la segunda persona del plural del español peninsular, me arrodillo genuflexo ante la versión rioplatense de los sonetos del bardo ese que nos regaló Miguel Angel Montezanti (Sólo vos sos vos). Envidio su arrojo y mesurada elegancia, y aunque no celebro todas sus soluciones, básicamente porque no somos el mismo traductor, Reconozco la naturalidad con la que el voseo de Montezanti no molesta más que cualquier tuteo en labios de Shakespeare.Aquí, o acá, si lo prefieren, Montezanti no naturaliza los versos ingleses sino que los acuña en rioplatense: he ahí la proeza.

Porque, como bien dice Fondebrider en su normanda columna (todos dicen bien, parece; qué le va a hacer), la naturalidad de una lengua escrita no está en el léxico, escollo que se solventa con un mero trámite (hoy en día hasta Google desazna al más cazurro), sino en la manera en que ese léxico se articula en el discurso: la prosodia (tomada como un todo metonímico) es la verdadera marca verbal de las variantes vivas de una lengua. Así, podría afirmar con absoluta tranquilidad de espíritu que mi versión de los trajinados sonetos también es rioplatense, por más vosotros hayáis que incluyan sus páginas.En mi traducción del nunca bien ponderado pero tremendo poema La violación de Lucrecia, también del mencionado bardo ese y bucaneramente vertida para la industria española, no utilicé más que en una ocasión el verbo coger (en su acepción peninsular, que es origen de la nuestra) y esa ocasión vaya si lo ameritaba (y acá abro un furibundo paréntesis más: ¿qué demonios, por no decir carajo o mierda, hace este palabro enquistado en nuestra parla cotidiana? en esto, sólo en esto, me acerco a Cortázar: cuando yo me fui de mi país, esa horrisona cosa ni existía). En resumidas cuentas, creo que ese vos de la neotraducción argentina irá demostrando su razón de ser en la medida en que su presencia sea connatural a la de una prosodia que lo sustente y arrope y no lo deje en evidencia, un poco a la manera en la que se fue imponiendo el uso del ustedes en toda, creo, la producción de traducciones latinoamericana. Pero hay algo más o algo previo que interviene en esta particularidad de la variante: la autoridad de los distintos usos digamos cultos que puedan irse introduciendo no es menester tanto de la traducción como de la producción literaria vernácula y, sobre todo, de la desaparición del componente neurótico de la novedad, vale decir, de la capacidad del voseo para decantarse en toda la producción de una determinada zona o área lingüística y para perder el sesgo folclórico, reivindicativo o exótico que aún pudiera arrastrar. La traducción vendrá detrás, siempre algunos pasos detrás, para rubricar los caminos abiertos y trajinados por esa autoridad.

1 comentario:

  1. Excelente. hace gala de un repertorio lexicogràfico verdaderamente meritorio, acorde a los temas de los que tratamos.

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