miércoles, 30 de marzo de 2022

Para los amantes de la bibliodiversidad el cuerno de la abundancia parece venir sólo de España

“Hace un mes, muchas distribuidoras se encontraron con la imposibilidad de traer al país los libros que tenían pensado exhibir en la esperada Feria del Libro. Aseguran que las actuales normativas atentan contra la bibliodiversidad.” Esto dice la bajada de la nota firmada por Luciano Sáliche, el 19 de marzo pasado, en Cultura InfoBAE. Lo interesante del caso es que la muletilla de la “bibliodiversidad” nunca aparece para decir que las editoriales cuyos libros se importan, al comprar desde España los derechos en exclusividad para toda la lengua, con precios astronómicos para el bolsillo local, también atentan contra la variedad. Y eso es incluso peor que las circunstanciales medidas que pueda adoptar un circunstancial gobierno.

Importación de libros: denuncian nuevas trabas y la falta de políticas públicas claras

 

¿Cómo llegan a las librerías argentinas los libros que se editan y se publican en el exterior? Mediante distribuidoras que los importan. En general traen pocos ejemplares, algunas decenas; suelen ser caros pero necesarios: de otra forma no se podrían conseguir. Todo los meses, en el sitio de AFIP, las empresas completan un formulario que se conoce como SIMI: sistema integral de monitoreo de importaciones. Allí se deja constancia de qué, cuánto y cómo es lo que se quiere importar; es la forma en que se oficializan licencias y pagos al exterior. Pero, desde hace un mes, una nueva disposición, una nueva normativa, complica la importación.

 

El 2 de febrero, cuando Jorge Waldhuter intentó subir una SIMI, no pudo: “Quedé bloqueado por incapacidad económica”. Hace 28 años, creó la Distribuidora Waldhuter que hoy lleva adelante junto a su familia y es una de las más importantes del país en lo que a libros respecta. Todos se preparan para el gran regreso del “acontecimiento cultural mas importante del año”, la Feria del Libro: del 28 de abril al 16 de mayo en La Rural, que no se pudo realizar los dos últimos años por la pandemia. Con el objetivo de ampliar su oferta, realizó el pedido para importar libros, pero el CEF (Capacidad Económica Financiera) se lo impidió. “La AFIP dice que nosotros no tenemos dinero ni para importar ni para pagar”, explica.

El mes pasado la AFIP introdujo nuevos parámetros y realizó ajustes. Ante la confusión, muchas empresas de distintos rubros se quejaron. Un mes atrás, en diálogo con Infobae, el presidente de la Cámara Argentina de Comercio Natalio Grinman dijo que “esta situación es especialmente gravosa para las nuevas empresas sin historial de pagos al exterior ni operaciones de comercio internacional” y pidió una mayor trazabilidad y mecanismos más flexibles para la conformación del CEF. El objetivo del Gobierno, se entiende, es controlar las divisas y que, ante la falta de reservas, los dólares se queden acá.


“Hay que pagar royalties (regalías por derechos) a los editores españoles y para ese tipo de pagos también estamos siendo bloqueados”, explica Jorge Waldhuter y agrega que finalmente sólo van a poder contar con el 20% de lo que pensaban importar para vender en la Feria del Libro. “Va a ser la Feria con menos contenido importado que se haya visto”, dice y explica: “Nosotros apostamos a la bibliodiversidad, traemos una enorme cantidad de libros pero no más de 10, 20, 30 ejemplares por título”. Si bien hay nuevas reglas, todos señalan que hay una política que viene desde hace tiempo. “La medida es una traba que se suma a las que ya venían desde 2012″, sostiene Waldhuter.

 

A las editoriales también les afecta en el pago de regalías y anticipos a autores extranjeros. Entre los sellos que consultó Infobae Cultura, algunos comentaron que tuvieron problemas con el SIME de febrero, pero ya para el de marzo no. La explicación no la tienen. “En enero inventaron el CEF, la capacidad para enfrentar una nueva importación. La AFIP te pone un valor tan bajo que complica importaciones que son mínimas y ciertos pagos”, dice Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro. “Son pocos ejemplares de cada libro y el objetivo es acompañar la bibliodiversidad. El problema es que ponen en la misma bolsa a los que importan por mil dólares, por 30 mil, que los que lo hacen con millones. Es un filtro difícil de pasar porque se renueva cada un mes. Es todo muy engorroso”, agrega.

 

“Cada libro tiene su propio registro de propiedad intelectual, con lo cual el derecho de autor está registrado. Lo que quiero decir con esto es que si uno no importa ese libro, ese libro no aparece. La CAL (Cámara Argentina del Libro) entiende el flujo de importaciones y exportaciones, abogar porque el libro argentino esté en todos lados, pero también entiende que hay un sector que necesita importar libros, eso acompaña la bibliodiversidad, es una necesidad, un complemento”, sostiene Gremmelspacher y asegura que han intentando hablar con las autoridades y que está abierto el diálogo, pero que “hasta ahora: cero respuesta”.

 

Horacio Brihet es contador, trabaja con empresas de distintos rubros y diversos calibres. Una de ellas es la Distribuidora del Futuro, que importa libros. “La AFIP determina la capacidad financiera, cuánto podés importar, y lo hace en base a una fórmula que es desconocida. En Del Futuro no hemos tenido problemas pero sabemos que se han equivocado con varias empresas; no sabemos si consciente o inconscientemente”, cuenta. Desde la Cámara Argentina de Publicaciones le dijeron a Infobae Cultura que las empresas que la integran no han tenido problemas con las importaciones.

 

“Lo que nos aprobaron para diciembre pasado no es lo que hubiéramos querido”, asegura Brihet, y agrega: “Siempre hay dificultades, pero van aprobando. Pese a las trabas de la burocracia, mal que mal las cosas salen, se pueden pagar, caminamos. Necesitaríamos más, pero funciona”. Para Jorge Waldhuter, sin embargo, hay que repensar todo el sistema: “Lo que vivimos desde 2012 no tiene nombre”, dice y enumera distintas trabas, como la Ley de Tintas, donde no se podía importar más de 499 ejemplares porque, si lo hacías, “tenías que someterte a hacerle un estudio al libro que demostrara que el volumen de plomo en tinta no era dañino a la salud: resultaba un insulto a la inteligencia”.

 

“Ahora, según la AFIP, carecemos de la capacidad de pagar. Cualquier gestión que quieras hacer en la AFIP es digital. Pedís un turno pero esto no está entre las opciones, o sea, no te atienden”, dice Waldhuter. Este inconveniente alumbra un problema estructural. Según pudo averiguar Infobae Cultura, muchas editoriales conformaron empresas de sociedad limitada en España o en Uruguay para operar sin dificultades. Hay distintos intereses en juego, pero todos los actores sostienen lo mismo: faltan políticas públicas en torno a la industria editorial, cada vez más castigada pese a su gran calidad y potencia.

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