martes, 1 de marzo de 2022

Marietta Gargatagli y tres de "Ulises" (I)

A un mes de cumplido el centenario de la publicación de Ulises, de James Joyce, Marietta Gargatagli dedica una serie de tres artículos a su traducción al castellano. Éste es el primero y, justamente, trata de la primera traducción.

El primer Ulises 

Alguna vez me llamó la atención la declaración de Borges que precede a la traducción de la última página del Ulises que publicó en Proa en 1925.

“Soy el primer aventurero hispánico que ha arribado al libro de Joyce: país enmarañado y montaraz que Valery Larbaud ha recorrido y cuya contextura ha trazado con impecable precisión cartográfica (N.R.F, tomo XVIII) pero que yo reincidiré en describir, pese a lo inestudioso y transitorio de mi estadía en sus confines.” 

Ahora se menciona la última parte de la cita: Borges no había leído entera la novela de Joyce. A lo mejor no fuera cierto y tampoco importa. Se habla menos de las palabras del comienzo “soy el primer aventurero hispánico” que siempre me parecieronuna ironía (sin explicación durante mucho tiempo) que a las que desmienten dos circunstancias: Antonio Marichalar había traducido el mismo fragmento final de Ulises un año antes y Borges no era obviamente hispánico, palabra que, en 1925, no había alcanzado todavía el extravagante significado pangermánico añadido en 1956: “Perteneciente o relativo a la Antigua Hispania o a los pueblos que formaron parte de ella y a los que nacieron de estos pueblos en época posterior (rae)”.

Es difícil interpretar una ironía porque las palabras no dicen lo que dicen y no sabemos qué dicen. Los hechos son que en el número de la Revista de Occidente (II, XVII,1924),donde apareció publicado “Menoscabo y grandeza de Quevedo”, figuraba en primer lugar “James Joyce en su laberinto” de Antonio Marichalar, al que Borges a lo mejor conoció aunque seguro leyó. Quizás en lo que leyó (eso pensé) estaba el verdadero chiste. Borges no publicó nada más en la revista de Ortega y Gasset y se abrieron los oscuros abismos sobre las traducciones de Franz Kafka que llevaron (o siguen llevando) su firma y que, anónimas, aparecieron en números sucesivos (entre 1925 y 1928) de la Revista de Occidente.

Metió el primero su sombrero de copa

Antonio Marichalar y Rodríguez Monreal de Codes (foto), marqués de Montesa (1893-1973), miembro de la Academia de la Historia —al que Manuel Abellán situó como uno de los catedráticos y profesores al servicio del fascismo español— fue un divulgador cultural que tuvo alguna participación en las revistas literarias de los años treinta y que, al terminar la guerra civil (que pasó en Francia), colaboró en Escorial, una publicación editada en Madrid por la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda de Falange Española Tradicionalista y de las jonsque reunió a los escasos nombres literarios que convocaban las ideas del régimen: de Dionisio Ridruejo a Gerardo Diego.

Ineluctable modalidad de lo visible

 Más que un crítico— resulta difícil subrayar hoy alguna frase memorable en sus escritos— ocupó un lugar en la industria cultural de los años veinte y treinta, cuya modernización incluyó una expansión editorial gobernada por inéditos contactos con otros países europeos y por la primera e inicial hegemonía de lo mediático. El progreso de las artes gráficas y la multiplicación de los medios de comunicación escritos (a los que sumó la radio en los primeros años del siglo veinte) determinaron que la información literaria y artística incluyera públicos más amplios que conocían nombres y rostros separados de las obras. El artículo de Marichalar repite esas tendencias: los anticipos iconográficos (una foto de Joyce), los sucesos banales (un lord inglés, una dama y un Rolls Royce), la recensión de las ideas de dos o tres plumas famosas como argumento de autoridad y exageradas insignificanciasforman una presentación convencional ajena, por completo, a la lectura crítica que tuvieron Ulises y su autor en otros países.

Si porque anteriormente jamás había hecho nada parecido

Revela y subraya lamera función divulgativa el fragmentoelegido de Ulises—tomado literalmente de la versión francesa— que Valery Larbaud había publicado en Commerce (Été 1924, Cahier I), la revista trimestral que dirigían Paul Valéry, Léon-Paul Fargue y el propio Larbaud. Se trataba de párrafos del primer borrador de la traducción completa de Ulysse de Auguste Morel (con la colaboración de Stuart Gilbert, Valery Larbaud y James Joyce,) que se publicó después, en 1929, en La maison des Amis des Livres, de AdrienneMonnier. El crítico y traductor de la Revista de Occidente no mencionó la fuente de su traducción ni tampoco la lengua verdadera de la versión: el francés. Con contradictoria minuciosidad, aparecen en su textonoticias sobre una versión de Dubliners (Gens de Dublin, 1926) que se estaba preparando, presenta la traducción francesa (1924) de A Portrait of theArtist as a Young Mande LudmilaSavitzky, anuncia la existencia de una versión sueca y otra española, menciona una traducción italiana de Exilesy por fin informa (como si repitiera los argumentos de “Cuando la ficción vive en la ficción” que enumeró Borges) que “se han traducido algunos fragmentos en la nueva revista Commerce (Paris, 1924)”. 

[Ulisses. James Joyce. Sylvia Beach, 1922, pág 731]

“I wear a white rose or those fairy cakes in Liptons I love the smell of a rich big soap at 7 ½ d a lb or the other ones with the cherries in them and the pinky sugar I Id a couple of lbs of course a nice plant for the middle of the table Id get that cheaper in wait wheres this I saw them not long ago I love flowers Id love to have the whole place swimming in God of heaven theres nothing like nature the wild mountains then the sea and the waves rushing then the beautiful country with fields of oats and wheat and all kinds of things and all the fine cattle going about that would do your heart good to see rivers and lakes and lakes and flowers all sorts of shapes and smells and colours springing up even out of the ditches primroses and violets nature it is as for them saying theres no God I wouldnt give a snap of my two fingers for all their learning why dont they go and create something I often asked him atheists or whatever they call themselves go and wash the cobbles off themselves first then they go howling for the priest and they dying and why why because theyre afraid of hell on account of their bab conscience ah yes I know them well who was the first person universe there was anybody that made it all who ah that they dont know neither do I so there you are they might as well try to stop the sun from rising tomorrow the sun shines for you he said the day we were lying among the rhododendrons on Howth head in the grey tweed suit and his straw hat the day I got him to propose to me first I gave him the bit of seedcake…”

 

[Ulisse, Commerce, 1924, pág 156]

“Je porteraiporterai-je une rose blanche ouses gateaux de chez Lipton jaimelodeur dune belle et grande boutique a 15 sous la libre ou les autres avec des cerisesdedant et le sucre rose a 22 sous les deux libresnaturellementunejolieplante pour le milieu de la table je trouveraiçameilleurmarche chez voyonsouestce je les vus il ny pas longtempsjaime les fleurs jaimerai que toute la maisonnage dans les roses (…) quant a ceux qui disentquilny a pas de Dieu je ne donnerai pas ça de touteleur science pourquoi ne se mettent-ils pas a creerquelque chose je lui ai souventdemande les atheesoucequ´illeur plait de sappelerquils commencement par aller se faire enleverleurcrasse et puisensuiteilsdemandent le prete a grand cri quandilsmeurent et pourquoipourquoiparcequilsontpeur de lenfer a cause de leurmauvais conscience ah oui je les connais bien qui a ete la premiere personne dans luniversavantqu´ilnyaitpersonne qui a tout fait qui ah celails ne savent pas nimoi non plus et voila ilspourraientaussi bien essayer dempecher le soleil de se lever demain matin le soleil brille pour vousdit-il le jour ou nous etions couches dans les rhododendrons a la pointe de Howth dans son complet de tweed gris et avec son chapeau de paille le jour ou je lai amene a se declarer ouidabord je lui ai donne le morceau…”

[Antonio Marichalar, Revista de Occidente, 1924, pág 193]

“qué llevaré llevaré una rosa blanca oesos pasteles de casa de Liptons me gusta el olor de una tienda grande y buena a quince perras la libra olos otros con cerezas dentro a 22 perras las dos libras naturalmente una bonita planta paraponerenmedio de lamesa la encontraría más barata en casa de vamos dondehe visto yoaver eso hace poco me gustan las flores me gustaría que todala casa nadase en rosas…” “y los que dicen que no hay Dios yono daría niesto por toda su ciencia por qué no se ponen a crear alguna cosa les he preguntado yo algunas veces los ateos o como quieran llamarse quemepiezan por ir aque les quiten la grasa yen seguida llamar al curagritos cuando se mueren y por qué por qué porque tiene miedo del infierno por culpa de su mala conciencia ay si que bien los conozco quien hasido la primera persona en el universo que queantes que nohubiera nadie loha hecho todo que ah eso solo saben si yo tampoco iya podía seguneso impedir que saliera mañana por la mañana el sol brilla portí me dijo eldiaaquélqueestábamos echados en los rhododendros en el cabo de Howth con su traje gris isusombrero de paja el día que le hice que se me declarase lehabía dado yo…etc.”

Qué camino paralelo

Traducir desde el francés resultaba entonces una práctica muy extensa. En esta ocasión, sin embargo, se produce un efectoextraño. En la versión de Auguste Morelse multiplicaron las alteraciones verbales: porcentajes mínimos del original (de dos a cuatro palabras por página) se convirtieron en acentos, apóstrofos y guiones ausentes siguiendo, sin embargo, ciertos patrones o facilidades de la lengua francesa. La desarticulación de la lengua —uno de los rasgos textuales de las vanguardias— está presente en la prosa de Ulises;convertirla en dominante parece un modo erróneo de leer las innovaciones del texto. Porque no fueron las alteraciones formales las que dieron a la novela la fuerza extraordinaria como para modificar, presidir y seguir influyendo en la narrativa del siglo xx. Fue la manera como esas variaciones se insertaron tanto en modos convencionales de narrar como en procedimientos innovadores hasta el punto de que podría definirse el trabajo de Joyce como una enciclopedia de las formas narrativas modernas.

Tampoco la exagerada representación de los juegos verbales combina con la vulgaridad verbal que se atribuye a Molly Bloom en la versión española porque ni perras ni grasa ni echados en los rhododendros (sic) corresponde a la oralidad del personaje. La articulación de lagrasería con el acelerado encadenamiento de extravagancias desconocidas por el original produce un efecto raro, como un pliegue superficial y fraudulento en la voluntad declarada de las publicaciones de la Revista de Occidente y de las colecciones y obras que sugirió Ortega en Calpe: formar lectores. Ese anhelo proponía un canon complejo: filosofía, estética, psicoanálisis, literatura clásica, literatura contemporánea. La versión francesa del Joyce de Marichalarpudo formar épatés, no lectores de literatura.

Dentro y fuera de sus artículos e infinitas colaboraciones, Borges tradujo fragmento a fragmento a casi todos los autores (salvo Shakespeare) que lo impresionaban. Se olvidaba palabras, no siempre era fiel, se equivocaba, no importaba mucho. Cualquiera de sus líneas traducidas era útil, mostraban al lector algo, un descubrimiento, un modelo, un método, ciertas emociones, una ironía. La página final[1] del Ulises (en realidad, las dos páginas finales), casi los comienzos de esa costumbre, revela con la melodía inigualable de su prosa, cómo podía leerse el inglés de James Joyce en castellano. Cómo se oía. Muestra una riqueza por venir.

Oh ese torrente atroz y de golpe Oh y el mar carmesí a veces como fuego y los ocasos brillantes y las higueras en la Alameda sí y las callecitas rarísimas y las casas rosadas y amarillas y azules, y los rosales y jazmines y geranios y tunas y Gibraltar de jovencita cuando yo era una Flor de la Montaña si cuando me até la rosa en el pelo como las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí y como me besó junto al paredón morisco y pensé lo mismo me da él que otro cualquiera y entonces le pedí con los ojos que me pidiera otra vez y entonces me pidió si quería sí para decirle sí mi flor serrana y primero lo abrazé (sic) sí y encima mío lo agaché para que sintiera mis pechos toda fragancia sí y su corazón como enloquecido y sí yo dije sí quiero Sí.

 


[1] La versión completa de “La última hoja del Ulises”puede encontrarse en Proa, Núm. 6, enero de 1925, pp. 3-6, en el Archivo histórico de revistas argentinas: https://ahira.com.ar/

 

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