El 3
de octubre pasado, Edgardo Castro publicó
el siguiente artículo en la revista Ñ.
En él se habla de la suerte sufrida por los escritos de Michel Foucault en el país, en razón de la publicación de Los
usos de Foucault en la
Argentina , de Mariana Canavese.
Muchos Foucault al uso argentino
Foucault
es uno de los autores más citados o quizás el más citado en el campo de las
ciencias humanas. A más de treinta años de su fallecimiento, casi todos los
años aparecen nuevas publicaciones de su autoría, elaboradas a partir de sus
cursos, seminarios o conferencias. Y también numerosos trabajos sobre sus ideas
e interpretaciones. Pocas veces, sin embargo, estos trabajos merecen ser
destacados.
Los usos de Foucault en la Argentina (Siglo XXI), de Mariana Canavese,
constituye sin dudas una verdadera excepción. En efecto, no existía hasta el
momento ninguna obra que se ocupara en profundidad de los modos en que el
pensador francés efectivamente circuló en el contexto local. Mariana Canavese
logra hacerlo con lujo de detalles. Su investigación, siguiendo la pista de los
usos o, para retomar un concepto foucaultiano, de las prácticas, se sitúa más
allá de los prejuicios interpretativos y de las identificaciones ideológicas.
Está escrito con claridad y estilo, y, en cuanto a su extensión, dentro de
límites razonables para el lector.
Según Canavese, Foucault no llegó a estas orillas de golpe,
sino por oleadas sucesivas que se conjugaron con las circunstancias y las ideas
vigentes en cada uno de esos embates. Sus orígenes son muy tempranos. En gran
medida, los precursores fueron José Bleger y Emma Kestelboim. Bleger, un
psicoanalista de izquierda, expulsado del Partido y miembro de la Asociación Psicoanalítica
Argentina, estaba vinculado con el grupo inicial de la editorial Paidós, donde,
por su influencia, aparece publicado en 1961 el primer libro de Foucault, Enfermedad
mental y personalidad (editado
en Francia en 1954). Kestelboim fue la traductora.
Hacia finales de 1960 y bien entrada la década sucesiva, la
recepción de Foucault en Argentina estuvo marcada por los aires revolucionarios
de la época y las críticas de las que había sido objeto en Francia la
publicación de Las palabras y las
cosas (aparecido en 1966 y
traducido al español en 1968 por Siglo XXI de México). Una historia concebida
en términos de discontinuidad estructural poco satisfacía, en efecto, a la
generación existencialista de la posguerra. Según una célebre expresión de
Sartre, Las palabras y las
cosas era la última barrera
que la burguesía podía levantar contra Marx. En gran medida, estas palabras
dieron el tono a la discusión local. Foucault parecía tener poco que hacer en la Argentina de estos años.
Entre las presencias destacables de la época, es necesario
comenzar con el volumen editado por José Sazbón, Análisis de Foucault (1970), publicado en la colección dirigida
por Eliseo Verón en la editorial Tiempo Contemporáneo. Se trata de una
selección de artículos, mayormente críticos, provenientes de revistas
francesas.
En esta época, la influencia de Foucault llegaba también a
través de la publicación Tel Quel, en la que se inspiraron las revistas Los
libros y Literal. Foucault aparece, de este modo, en un contexto atravesado por
el marxismo althusseriano y el psicoanálisis lacaniano. Noé Jitrik, Oscar del
Barco, Héctor Schmucler, Oscar Terán, Luis Gusmán, Germán García, Beatriz Sarlo
y Carlos Altamirano se interesaron, así, por las ideas del pensador francés. La
otra gran vía de acceso fueron las traducciones. El platense Arnaldo Orfila
Reynal, que había dirigido el Fondo de Cultura Económica entre 1948 y 1965,
funda en México, en marzo de 1966, la editorial Siglo XXI. Foucault se
convierte en uno de sus autores emblemáticos.
La arqueología del saber, por ejemplo, aparece publicada apenas un
año después de la versión original.
Pocos después, Foucault también comienza a tener un espacio
en la prensa de carácter general. De él se ocupan las revistas Criterio (en
1969) y Primera plana, y los diarios La opinión y Clarín en 1971.
Contra los lugares comunes y los juicios apresurados, afirma
Canavese, a pesar de la censura, de la quema de libros (un millón de ejemplares
en el caso del Centro Editor Latinoamericano) y del cierre de editoriales (la
filial argentina de Siglo XXI abandonó el país luego de ser allanada), Foucault
no dejó de circular durante los años de la dictadura. Por supuesto, a través de
cursos privados y de ámbitos académicos no formales como La Escuelita. Pero
hubo también actividades públicas, como una conferencia sobre Vigilar y castigar en la Alianza Francesa ,
a cargo de Enrique Marí, abogado y filósofo, que se desempeñó como asesor
jurídico del Banco Central entre 1951 y 1987. En 1977, el diario La opinión, de
Jacobo Timerman, recomendaba el primer tomo de la Historia de la sexualidad como lectura para el verano. Y algunos años
más tarde, en 1980, el diario masserista Convicción dedica un extenso artículo
al análisis del panóptico. Orientada hacia otro público, la revista Punto de
vista, fundada en 1978, fue sin dudas uno de los ámbitos especializados
destacados para la circulación de las ideas foucaultianas. Y Hugo Vezzetti, que
desde mediados de la década de 1960 se había interesado en los trabajos de
Foucault sobre la locura y los había difundido, publica algunos artículos en la Revista Argentina
de Psicología, en 1977 y 1980, que confluirán luego en su La locura en Argentina.
Un capítulo en sí mismo ocupa el análisis de las relaciones
entre Foucault y el marxismo o, más precisamente, entre el pensador francés y
la crisis del marxismo local que debía orientarse en un momento de transición
desde el militarismo de los setenta a la democracia de la década sucesiva, con
las experiencias del exilio como puente. Las posiciones oscilaron entre el
rechazo y la asimilación, y, a partir de esta tensión, Foucault se convirtió en
objeto de controversias, como la que sostuvieron José Sazbón y Oscar Terán. En
este contexto se gestó la que puede considerarse como una de las primeras
exposiciones generales del pensamiento de Foucault en español: Michel Foucault. El discurso del poder (1983) de Oscar Terán.
Con la primavera democrática la presencia de Foucault se
amplía notablemente en la década de 1980. El pensador francés ingresa
formalmente en los claustros universitarios. En el curso de ingreso de la UBA , se destaca, en este
sentido, la actividad de Tomás Abraham, quien acompañó la docencia
universitaria con numerosas publicaciones y su Seminario de los jueves. En la Facultad de ciencias
sociales, harán lo propio Susana Murillo y Cristian Ferrer. Pero la presencia
de Foucault se amplía también más allá de los temas y espacios acostumbrados.
Dora Barrancos, por ejemplo, conjuga sus ideas con la de los movimientos
feministas. Los trabajos polémicos tampoco estuvieron ausentes, como el Disparen
sobre Foucault , compilado por
Horacio Tarcus.
Con el nuevo siglo, estas tendencias se acentúan,
fortalecidas por la publicación de los cursos de Foucault en el Collège de
France y la incorporación, en el debate local, de la recepción italiana de
Foucault, dominada en particular por el tema de la biopolítica. Sobre este
período más cercano, según las palabras de Mariana Canavese, un balance resulta
por el momento conjetural.
De Los usos de
Foucault en la Argentina ,
hemos querido rescatar sólo algunos nombres, de personas y obras, a través de
los cuales Foucault circuló en Argentina. Ellos justifican ampliamente el
plural del título. No ha habido un uso, sino usos o, como dice la autora,
retomando una expresión japonesa, una belleza de los usos: múltiples, variados,
apropiados, transformados, etc. Por ello, quizá pueda decirse, como ella
sostiene, que “Foucault es latinoamericano”.
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