jueves, 22 de octubre de 2015

"Con borbónica monotonía"

La traductora uruguaya Adriana Pérez, luego de un largo silencio, envía al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, la siguiente entrada, decididamente geopolítica.

El príncipe, la intérprete y los “hispanos”

Preámbulo
Días atrás, el nuevo rey de España, antes el príncipe e hijo del rey que nombró Francisco Franco, el último mandatario fascista europeo, viajó a EE.UU a reivindicar una vez más la pretérita presencia española en el continente americano como si la conquista de América hubiera sido una expedición geográfica. Sería difícil definir en qué puede consistir la reivindicación de una monstruosidad, pero vivimos épocas borrosas y nadie considera que sea necesario definir nada.

En cualquier caso, el recuerdo de tiempos infames y remotos que promueve la diplomacia (española) de los empresarios españoles es una pantalla que vela la ausencia española en el presente. Es una especie de barullo que permite afiliarse al mundo “hispano” —donde no hay españoles, sino latinoamericanos— porque el mundo “hispano”  es un negocio que la diplomacia española,  la derecha española y los empresarios españoles consideran literalmente suyo. En realidad, la idea de que los seres humanos sean un negocio también es enteramente suya. En tiempos borrosos todo discurre por cauces también borrosos y de golpe parece que al rey de España lo hubieran elegido para representar a los “hispanos” que viven en EE.UU y no que fuera simplemente el hijo del hombre que eligió Franco.

Hace tiempo que la derecha española y los empresarios españoles dan vueltas por EE.UU tratando de enseñar español a los que ya hablan español o abriendo escuelas de periodismo para que los periodistas latinoamericanos también hablen español y no esas jergas ridículas que hablan, entre las que también está el inglés. Y, como tornado caribeño, la derecha española y los empresarios españoles vuelven una y otra vez con la idea de que las nuevas generaciones no deben olvidarse de sus orígenes, orígenes que no les interesan en absoluto, salvo porque contienen la pócima mágica del negocio: el idioma.

Los personajes
Con motivo de esa visita, el rey de España, acompañado de un séquito invisible de empresarios españoles y periodistas españoles, se reunió con el presidente Obama en la Casa Blanca. La disposición y actitud de los actores era reveladora. Obama, distendido, sin papel y con su maravillosa voz, desgranó una serie de lugares comunes sobre las relaciones entre España y EE.UU. El rey, a la derecha, tenso, con papeles o fichas que leía disimuladamente, enumeró con borbónica monotonía las respuestas a los lugares comunes que seguramente un conjunto de profesionales habrían escrito. A la izquierda de Obama, la intérprete, una “hispana” auténtica, abriendo un hueco en el cielo de lo borroso, representando con su mero acento lo que la supuesta expedición geográfica de los 450 años de la fundación de qué? pretendía ocultar.

La acción
La intérprete transmitió con naturalidad el repertorio de lugares comunes —en esas conferencias entre países nunca se habla de otra cosa— cuando, en lugar de decir que EE.UU quería seguir teniendo “una relación con una España fuerte y unificada", fue más fiel al mutuo intercambio de humo y dijo: “una relación más fuerte y unida con España”.  Si este rey hubiera sido su padre, el heredero elegido por Franco, le hubiera dicho a la traductora: ¿Por qué no te callas?, pero como Felipe todavía es medio joven, se limitó a mirar con silenciosa desesperación a los suyos para que la diplomacia, los empresarios y los periodistas españoles, presentes aunque invisibles, tomaron nota del error. Lo tomaron tan al pie de la letra que no se habló de otra cosa.

El desenlace
En las vísperas de las elecciones de Catalunya, con tres partidos proponiendo la independencia, lo que dijera Obama era de lo más importante no se sabe muy bien para qué. Y aunque el error, la levantada de ceja del rey (ajena a las nociones más elementales de la diplomacia, dicho sea al pasar) fue coreada al instante por casi todos los medios de comunicación españoles —que sobre todo son oficialistas—, rectificar el error no sirvió para nada. Tampoco sirvió para nada que le hubieran pedido otras palabras semejantes a David Cameron del Reino Unido, a Angela von Merkel de Alemania o que invitaran a Nicolas Sarkozy al acto final de la campaña por una “España fuerte y unificada” o por la variante con más glamour europeo, una “España unida y variada”, como solicitaban algunos miembros del Opus Dei en el apogeo del fascismo de finales de los años cuarenta y repitió el rey, el heredero del heredero de Franco, pocos días más tarde en este mismo octubre.

Y, por fin y por ser exhaustivos, tampoco sirvió de nada que se añadiera un párrafo inexistente en la traducción al castellano de una declaración de Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea que no figuraba en la versión original en inglés. Y que decía así:

"La Comisión recuerda en este contexto que, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 4, apartado 2, del TUE, la Unión debe respetar la «identidad nacional [de los Estados miembros], inherente a las estructuras fundamentales políticas y constitucionales de éstos, también en lo referente a la autonomía local y regional. Respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial». La determinación del territorio de un Estado miembro está únicamente establecida por el Derecho constitucional nacional, y no por una decisión de un Parlamento autonómico contraria a la constitución de dicho Estado."

Párrafo fantasma que produjo un breve lío del que ya nadie habla porque fue borrado por la realidad borrosa que lo borra todo.

Como es natural los tres partidos que promovían la independencia catalana ganaron las elecciones del 27 de setiembre. Ese mismo día, el lendakari vasco anunció que la idea de independizarse les parecía cada vez mejor. Hoy, 7 de octubre de 2015, cuando en el Parlamento de la Unión Europea, el rey hijo del heredero de Franco pronunciaba las frases opusdeístas de “una España unida y variada”, había una bandera por la Galicia independiente. Las palabras del hijo del heredero de Franco no fueron oídas por los parlamentarios de izquierda: se habían ido.  

No sería nada raro que el rey (con un séquito pagado con dinero público de todos los españoles pero para beneficio de quienes hacen negocios privados) volviera a EE.UU a suplicar con la voz de Johny Rodríguez: ¡Hispanos no me abandonen, no tenemos ni idea de quienes son ni nos importa, pero por favor no me abandonen…. !


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