lunes, 9 de noviembre de 2015

"Palabras mágicas, asépticas, limpias e higiénicas"



Por ideología y por catálogo, la editorial chilena LOM cumple en su país un papel semejante al que el Centro Editor de América Latina cumplió en la Argentina: se trata de libros de calidad vendidos a precios populares, con la voluntad de dejar una impronta en los lectores de Chile. Ocupa así un curioso lugar entre las editoriales independientes de Latinoamérica ya que, con un catálogo vivo de más de 1500 títulos, una gigantesca cadena de distribución, imprenta propia y unos 12 títulos mensuales, compite, desde hace veinticinco años, seriamente y en todos los campos, con las multinacionales españolas. Sin embargo, por ideología y por catálogo, no goza de la atención debida en los medios de comunicación que, sistemáticamente, pasan por alto sus novedades, creando una suerte de censura encubierta y por ello aun más desleal que la que históricamente conocen todos los emprendimientos que se animan a imaginar un mundo diferente. Acaso hartos de esta situación, Paulo Slachevsky y Silvia Aguilera, sus propietarios y directores, publicaron el día 6 de noviembre la siguiente columna de opinión en El Mostrador, publicación digital trasandina.

La censura del mercado:
nueva cara de una práctica inquisitorial

Vestidos de túnica primero, de sotana, de uniforme militar o de gris funcionario después, la figura del censor muchas veces ha estado marcada por el sello del terror. Una y otra vez han aparecido estos personajes a lo largo de la historia, restringiendo la libertad de pensar, de criticar o disentir. Una y otra vez han decretado prohibiciones y clausuras; y los más obcecados, con diversos y siniestros métodos han llevado a prisión, han castigado y torturado a quienes no siguen las normas imperantes o el dogma. La defensa de la libertad de prensa y de expresión nace justamente en oposición al dominio de la censura religiosa, moral, política y cultural en las sociedades

Podemos alegrarnos de que en nuestro tiempo la censura, que sigue siendo regla en muchos países y comunidades, esté –en general– claramente marcada por la impopularidad, por lo que en el mundo occidental la caricatura del gris censor que ejerce la censura previa en periódicos o películas es cada vez más minoritaria. Sin embargo la censura, como muchas cosas en nuestras sociedades, también cambia de cara o disfraz, y la parodia ha silenciado una nueva cara de este mal; del Índice de los libros prohibidos de la Inquisición a los bandos militares o decretos de la dictadura, que hacían explícita prohibición de publicaciones, textos e imágenes, la censura ha encontrado otros caminos no menos perversos y efectivos, cuya alfombra roja ha sido instalada por el mercado.

Así, del oscuro personaje que tras las bambalinas tachaba y suprimía, hoy nos encontramos con empresarios, gerentes comerciales, ejecutivos de la web, periodistas, editores o directores de medios de comunicación y editoriales, que “luminosamente” vestidos, simplemente aplican el “no vende”. Palabras mágicas, asépticas, limpias e higiénicas que “desinfectan” las librerías, radios, salas de cine y periódicos de aquello que no entra en la norma del modelo o en los gustos de este censor del siglo XXI. Con el poder de los estudios de mercado, ratings o rankings, se aplica el no vende y sus múltiples variantes, no dejando ámbito que no sea tocado y, como en su época de gloria, la censura sigue ejerciendo un brutal poder excluyente en nuestras sociedades y países con los métodos más diversos e inocuos. En el fondo, da lo mismo que el dictamen de la muerte comercial –lo censurado– tenga o no sustento, el juicio impone una realidad y difícilmente se va a vender aquello de lo que no se habla o no se exhibe.

Irónicamente, la propiedad intelectual y los derechos de autor juegan un rol no menor en esta nueva fase de gloria y majestad de la censura de este tiempo. Son muchas las obras que no se publican o tienen fragmentos y/o imágenes suprimidos porque no cuentan con los derechos o autorización para ello. Son muchas las traducciones silenciadas porque otro editor de la lengua cuenta con el derecho exclusivo de publicación. ¿Por qué estamos obligados a acceder a una sola versión del Kaddish de Ginsberg, por ejemplo, y tener que pagar US$26 por ello, cuándo una edición local costaría menos de la mitad?

Son múltiples los vericuetos que abarcan los campos de la censura, y en ellos no dejan de entremezclarse diversas motivaciones en su aplicación, desde los más puristas principios de mercado hasta la censura ideológica disfrazada de rentabilidad económica, pasando por las animadversiones personales o la invisibilidad de todo lo que no haga parte de las redes de amistad o intereses comerciales. Un ejemplo de ello es la marginación de la crítica e información a quienes no son clientes de la parrilla publicitaria del medio de comunicación.

Pero cualquiera sea la forma que adopte la censura, sus efectos y costos para la diversidad, la libertad, la creación, son altas. Como señala Georges Steiner, “la censura de mercado” afecta intensamente todo aquello que “es difícil e innovador, …intelectual y estéticamente exigente”, dando cuenta de que “el patrocinio de los medios de masas y el libre mercado, el oportunismo distributivo del consumo de masas, podrían ser más nocivos para el arte y el pensamiento que la censura de los regímenes del pasado”.

Una y otra vez, hemos enfrentado las censuras; hoy no es posible callar y quedar indiferentes ante esta nueva expresión que coarta el derecho al acceso a la cultura y la información. En el ámbito cultural, la defensa y fomento de la diversidad cultural le hace frente, potenciando espacios que hagan posible la creación, producción y difusión de las más diversas expresiones culturales del mundo. Se suman a ello las batallas contra la concentración de la producción cultural e informativa en manos de las multinacionales de la industria del entretenimiento y de los grandes grupos de las comunicaciones, bastiones de la censura de mercado. En estas y otras áreas, es necesario impedir que sus prácticas se naturalicen, enfrentando y develando los engranajes y las complicidades que permiten su funcionamiento.

Parafraseando un dicho de la sabiduría popular: aunque la censura se vista de seda, censura queda.

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