“Tenemos un
mercado deprimido.
No le pidamos
peras al olmo”
Nadie
se salva de la crisis económica. Los grandes grupos editoriales y los sellos
medianos y pequeños están preocupados. Los primeros tienen más espaldas para
amortiguar el impacto que los eslabones más débiles de la cadena. Que el dólar
haya superado la barrera de los 25 pesos añade más incertidumbre al horizonte
de una industria en la que el papel, el principal insumo, cotiza a la par del
dólar. No hay razones para festejar, aunque la 44° Feria Internacional del
Libro de Buenos Aires, que terminó ayer, con menos público y ventas muy
dispares, podría haber sido peor. Las malas expectativas iniciales compensan lo
que se temía que fuera un hundimiento mayor. Pero el Titanic editorial –más
allá que algunas voces hablen de un “efecto burbuja” respecto de lo que sucede
en La Rural– empieza a “sincerar” números a la baja y reconoce que la
“excepcionalidad” de la Feria no es parámetro para medir lo que sucede el resto
del año.
Disidencia y
movilización
“El
lugar del escritor es el conflicto con la autoridad”. En la memoria de esta
edición quedará el histórico discurso de Claudia Piñeiro, uno de los mejores de
los últimos años, no solo porque alzó el pañuelo verde de la lucha por la
legalización del aborto y puso el dedo en la llaga de la invisibilización de la
mujer trabajadora en la literatura, sino porque su palabra logró conectar
políticamente con el grupo de estudiantes, docentes y trabajadores de los
Institutos de Formación Docente (IFS) de la Ciudad que se manifestaron en
contra del proyecto de la Universidad de Formación Docente (Unicaba), impulsada
por el gobierno porteño, que implicaría el cierre de 29 profesorados. La
escritora se solidarizó con la protesta y pidió que retiren ese proyecto. No
era fácil hablar en medio de los cantitos de los manifestantes. Pero logró ser
escuchada. Y fue ovacionada. En cambio, las autoridades políticas no pudieron
dar respuestas. Enrique Avogadro, el ministro de cultura de la Ciudad, no
pronunció palabra. Su mudez –el hecho de no haber dicho ni siquiera “buenas
tardes”– resulta inquietante. Pablo Avelluto tomó el micrófono para derrapar y
decir que los que protestan son “fascistas”. Los representantes culturales de
Cambiemos cuestionaron a Piñeiro “por no haberse solidarizado con los que no
pudieron hablar”. La Feria podrá ser una “burbuja” desde la perspectiva de las
ventas, pero también es una gran vidriera que visibiliza y potencia los
conflictos políticos que atraviesan a la sociedad argentina.
“La
suba del dólar no se la podemos adjudicar a la Feria”, ironiza Oche Califa,
director de la Feria, cuando se le recuerda que el jueves 26 de abril, cuando
se inauguró esta edición, el dólar estaba a 20 pesos y ayer cerró 25,52. “La
Feria provoca un momento de mucha vitalidad. De ninguna manera lo que ocurre
acá puede ser testigo de lo que pasa el resto del año en el mundo del libro.
Uno ve una masividad entusiasta y ve gente saliendo con bolsas con libros.
Sabemos que eso ayuda, por eso hacemos la Feria, pero no es indicativo de lo
que está ocurriendo. El balance que hacemos en lo inmediato es que nos sentimos
muy consolidados como un acontecimiento cultural de masas, más allá de
cualquier tipo de circunstancias, tanto económica como climática. Este año
tuvimos una Feria atravesada por lluvias en la mayor parte de los días. Creo
que llegamos casi al número del año pasado en circulación de personas. Y
aumentamos muchísimo la oferta cultural diversa, dirigiéndonos con mucha
precisión y efectividad a los diferentes intereses lectores”, plantea Califa a Página12.
“La
iniciativa de abrir un espacio para la Diversidad Sexual hubiese tenido éxito
en cualquier lugar. Lo pusimos en la entrada misma de la Feria, en la entrada
de Plaza Italia, por donde pasó el 70 por ciento de los que ingresaron a La
Rural. El auditorio del espacio estuvo con actividades repletas todo el tiempo.
Los colectivos de la diversidad que convocamos estaban maravillados de
encontrarse por primera vez con un público masivo”, cuenta el director de la
Feria y agrega que Montevideo, la ciudad invitada, desplegó “una propuesta
cultural muy creativa”, con invitados notables como la poeta Ida Vitale y los
narradores Gustavo Espinosa, Felipe Polleri, Mercedes Estramil y Natalia
Mardero, entre otros. La programación de esta edición incluyó charlas y
presentaciones de libros con los escritores estadounidenses Paul Auster y
Richard Ford, dos premios Nobel de Literatura, el sudafricano J.M. Coetzee y el
peruano Mario Vargas Llosa, la narradora y dramaturga francesa Yasmina Reza y
la poeta española Elvira Sastre. Entre los actos más concurridos, más de 1100
personas, estuvo la presentación del libro de conversaciones de Luiz Inácio
Lula da Silva, La verdad vencerá, publicado por Página12, Editorial Octubre, Editorial Boitempo y El Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales, con la presencia de la ex mandataria
brasileña Dilma Rousseff. La Fundación El libro canceló la proyección del
documental Será venganza, una apología del terrorismo de Estado, planteando el
límite ético del Nunca más.
Martín
Gremmelspacher, el presidente de la Fundación El Libro, puso sobre la mesa la
compleja situación de la industria durante la inauguración. Habló de una caída,
en los últimos dos años, del 30 por ciento, y precisó que la merma en las
ventas está relacionada con la caída del poder adquisitivo: “Siete de cada diez
argentinos redujeron sus gastos en los últimos meses”. También se refirió al
aumento de tarifas que “están complicando a muchos de los libreros y sobre todo
a la industria gráfica”. Como lo viene haciendo inauguración tras inauguración,
pidió exceptuar del pago del IVA al papel en la edición de libros. “Hay que
entender que en la Argentina nuestra 1.200 librerías son comparables como patrimonio
cultural al teatro Colón o al Museo Nacional de Bellas Artes –sugiere Califa–.
No se puede jugar con un canal de esa naturaleza; las librerías son parte de
nuestra riqueza. Los países hermanos inmediatos tienen apenas el 10 por ciento
de ese número. El canal de librerías es importante que sea ayudado para poder
sostenerse. Además, la mayoría de las librerías son independientes. En la
Argentina no hay una hegemonía de las cadenas; hay una presencia fuerte de
varias cadenas que tienen muchos locales, pero la enorme mayoría de librerías
son independientes: es un librero, en un local que a veces alquila, tratando de
sostener eso que es un bien cultural, más allá del negocio”.
¿Isla o burbuja?
“La
Feria no es una isla; estamos con un mercado deprimido, en unas semanas
difíciles, no le podemos pedir peras al olmo”, dice Juan Manuel Pampín de
Corregidor. “Creo que vamos a terminar con un saldo positivo de un 5 por ciento
en ejemplares, pero tuvimos que trabajar mucho para lograrlo. Lo que también
notamos es que los libros que se están vendiendo son de menor precio, de 150 a
200, cuando hoy las novedades en el mercado editorial están entre 350 a 400
pesos”, explica Pampín y precisa que la última vez que la editorial subió los
precios fue en octubre del año pasado. Por el aumento del dólar de las últimas
semanas supone que en junio habrá un incremento de precios en las novedades de
la editorial. “El tema es que el mercado tampoco aguanta que se aumente mucho
más. Lo que es material de fondo vamos a tratar de mantener el mismo precio. El
mercado viene con una caída importante: de 2015 a 2016 fue de un 25 por ciento
y de 2016 a 2017 más o menos fue un 8 por ciento. Se están vendiendo menos
libros porque la gente tiene menos recursos y destina sus ingresos a pagar los
aumentos de la luz y el gas”.
Martín
Badell, de Biblos, dice que esta edición fue parecida en ventas a la de 2017.
“Vamos a estar en las mismas cifras, quizá apenas un poco más que el año
pasado. Pero 2017 ya fue malo. No hay que generar falsas expectativas. El
sector editorial está mal”, aclara y señala que en esta edición las compras de
las bibliotecas populares de la Conabip, que siempre ayudaban a subir las
ventas, fueron malas porque los bibliotecarios recibieron “la misma plata que
el año pasado”. Fernando Petz, de Mandrake, librería de saldos, traza un
diagnóstico similar. “El año pasado vendimos bien, pero no alcanzó para dar
ganancias –reconoce el expositor–. Tengo la impresión de que este año las
ventas fueron menores. El año pasado teníamos una mesa con libros por 40 pesos,
que era la mesa más económica. Este año no pusimos esa mesa porque no nos
sirve. Necesitamos que la venta mínima por persona sea de 150 o 200 pesos,
porque los gastos del espacio son altísimos. Los números de la Feria, según la
gente de la Feria, siempre dan para arriba. Después hay que ver cuál es la
realidad puntual de cada stand, ¿no?”.
Martín
Latorraca, del colectivo de la revista Sudestada, que tuvo stand propio por
primera vez en NuevoBarrio, lanza un chiste para aportar una dosis de humor a
un asunto que complica el panorama: “La última vez que vimos el sol el dólar
estaba a 19 pesos”. La experiencia de estar en La Rural ha sido positiva para
esta revista y editorial que funciona “casi como una cooperativa; lo que recaudamos
va para reimprimir o sacar nuevos materiales”, revela el periodista. Aunque no
tiene una cifra exacta en cuanto a las ventas, dice que entregaron unas 5.000
bolsitas con libros y revistas vendidos. José Juan Fernández Reguera,
presidente de Losada, va directo al grano. “Vendimos apenas un 10 por ciento
más en pesos en comparación con el año pasado. O sea que nos fue peor que en
2017 por el costo de los empleados más lo que cobra la Fundación. Está clara la
cosa, ¿no? La caída la sentimos principalmente en las compras de la Conabip”,
sintetiza Fernández Reguera. Facundo Fontanela, del stand del CIN y REUN, que
aglutina el catálogo de unas 35 editoriales universitarias de todo el país,
comenta que vendieron “un poquito más de ejemplares, pero menos en pesos” que
el año pasado.
A
Graciela Rosenberg, de Lugar Editorial y presidenta de la CAL (Cámara Argentina
del Libro), no le fue tan mal en esta edición. “Estamos un 7 por ciento arriba
en unidades, cerca de un 30 por ciento más en pesos. Hubo días de mucha caída
en relación al año pasado, pero fueron esos días horribles de lluvia. Este año
publicamos más libros, pero más económicos”, asegura la editora y se refiere al
impacto que ya está teniendo el aumento del dólar en el sector. “El papel
nacional aumentó un 8 por ciento la semana pasada. La resma de papel está cerca
de 1000 pesos”, puntualiza Rosenberg.
–¿Cuánto cuesta
hacer un libro de 192 páginas, una edición de mil ejemplares?
–Unos
12 mil pesos –calcula la presidenta de la CAL.
En
Capital Intelectual, Esteban Zabaljáuregui declara un incremento del 20 por
ciento en la cantidad de ejemplares, lo que asciende a un 40 por ciento en
pesos. “El mercado editorial afuera de la Feria no está bien –reconoce–. Acá
hay un público cautivo que siempre viene, se da un fenómeno más de burbuja”.
Ignacio Iraola, director editorial de Planeta, afirma que las ventas “superaron
las expectativas dentro de un escenario de crisis que viene golpeando fuerte al
mundo editorial hace ya dos años”. Planeta estuvo un 30 por ciento arriba en
pesos, un 8 a un 10 por ciento en venta de ejemplares. “Si bien sabemos que la
Feria es un ‘micromundo’ donde todas las editoriales ponen en la mesa lo mejor
que tienen en el mercado y el público no es necesariamente un público de
librerías, si no un público que compra más por impulso, no cerrar por debajo o
empatar es una buena noticia –admite Iraola–. Por otra parte, las compras de la
Conabip de este año fueron bajas. No lloro como otros editores, porque no me
gusta depender de las compras del Estado, pero esa compra de siempre este año
no acompañó, lo cual agiganta la performance de nuestros libros”.
Guido
Indij, de La Marca Editora, vendió un 60 por ciento más en pesos, un 30 arriba
en cantidad de ejemplares. “Los primeros días empezamos con ventas 100 por
ciento arriba, pero después caímos en picada. Las compras de la Conabip fueron
flojas: los mismos bibliotecarios, pero con menos guita”, resume el editor. “La
Feria es un oasis, nosotros lo sentimos así. Me preocupa porque es el único
momento del año en que tengo saldos positivos en el banco. Ahora no sé si tengo
que correr a comprar dólares para pagar las facturas. Durante el resto del año
estamos recontrajustados. El mes de Feria no es bueno para nuestro canal de
librerías en la capital. Las librerías están afectadas por el resto de los
aumentos: la luz, el agua, las cargas sociales, los convenios… Es muy
preocupante. Nosotros les consignamos a las librerías miles de libros y la
librería te va informando las ventas; pero muchas librerías cierran y nunca
cobrás eso y uno se lo tiene que pagar a los autores como libros vendidos. Un
buen índice de la salud del negocio sería si las librerías pudieran pagar a los
30 días. Pero están pagando a 120 o 180 días, que es mucho tiempo en un país
con un 35 por ciento de inflación”. Masiva y ecléctica, la Feria –que se
prepara para recibir en 2019 a Barcelona como próxima ciudad invitada– es un
espacio de encuentro, disidencias y conflictos.
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