Toda esta larga introducción tal vez sirva para darle
un contexto a la nota que el pasado 22 de abril publicaron Ignacio Orovio y Josep
Massot, en La Vanguardia, de
Barcelona, donde un seleccionado de lumbreras editoriales de España muestran en manos de quiénes están los libros de la Península.
“Es México y no Madrid quien disputa
a Barcelona la capitalidad editorial”
Llega Sant
Jordi. El día más importante del año para el sector editorial: libreros,
lectores, autores, editores... la calle se llena de libros y gente con ganas de
comprarlos. Para hablar de ello, y del estado de salud de este invento único, y
en consecuencia del estado de la cultura, La Vanguardia reunió
esta semana en torno a una mesa a Elena Ramírez,
directora de ficción internacional del Grupo Planeta; Emili Rosales,
director editorial de Grup 62; Maria Bohigas,
editora de Club Editor; Claudio López de Lamadrid, director
de Literatura Random House; y Silvia Sesé,
directora editorial de Anagrama.
–¿El día de más trabajo del año?
–Ramírez. Es un sueño. No sólo
por las ventas sino por el entusiasmo alrededor del libro.
–Rosales. Y porque cada vez
hay más actos alrededor del libro y porque además es primavera. La gente está
muy contenta.
–Bohigas. Es cierto, y hay una
sensación un poco irracional, los editores tenemos una sensación de ir a jugar
al casino, a dar el golpe de dados.
–López. Yo no tengo la
sensación de ir a jugar a los dados. Lo bonito es que coincide el entusiasmo de
toda la cadena del libro, desde el almacén hasta el jefe de la empresa. Es un
día de entusiasmo.
–Sesé. Yo destaco que es un
día de encuentro entre lectores y autores, y nosotros en medio. Sientes esa conexión
viva y matérica.
–López. ¿Yo puedo preguntar?
–Claro.
–López . ¿Esto puede durar
siempre? El milagro de es que exista, con miles de personas en la calle.
–Mejor, ¿no?
–López. Claro, pero el sector
ya está pensando en el 2019, con la idea de llevarlo a paseo de Sant Joan,
porque es más ancho.
–¿Qué cambiarían?
–López. El año que viene es
difícil, porque el 22 es lunes de Pascua.
–Rosales. Sant Jordi no debe
cambiar, sería absurdo. Sí podemos expandirlo, generar pequeños santjordis, más
repartidos. Y hay otros días que cada año cogen más vuelo, como la Setmana del
Llibre en Català o Navidad. Hay que crear más días importantes para el libro.
–Bohigas. No hay que cambiar
Sant Jordi, hay que cambiar el resto del año. Que no haya este contraste. Sobre
todo para los editores de catalán, que en este día podemos hacer el 20 o 25%
del año…
–López. ¿Tanto?
–Bohigas. Sí. Si llueve o hay
un lío político te suicidas. La concentración es salvaje. Y la gente espera el
descuento, sobe todo en los libros que cuestan más de veinte euros. Tenemos
cuatro meses válidos, el resto es el desierto. Por ello, creo que situar la
Setmana en septiembre es un pésimo error, porque la gente está sin un duro.
Como gremio deberíamos reflexionar al respecto.
–El ser humano se explica con la ficción,
necesita la ficción. Si en el siglo XIX la literatura era hegemónica, en el XX
surgió el cine y más tarde la TV, hasta hoy, con multitud de canales. ¿Les
condiciona, a la hora de editar…?
–Bohigas. No estoy de acuerdo
en que antes fuera hegemónica ni en que hoy ya no sirva. La literatura siempre
ha sido marginal. Los que mandan, quienes representan el éxito social, no leen.
Y hoy, aunque seamos esclavos del audiovisual y de las redes, creo que el libro
sigue siendo el lugar donde se transmiten las cosas importantes. Aquel que
quiere contar cómo ha superado una enfermedad no lo cuelga en la red, escribe
un libro. Un género con gran tirada es la autoficción.
–Ramírez. Pues yo creo que eso
tiene que ver precisamente con las redes, donde estamos permanentemente
mostrándonos, sin pudor. Creo que las nuevas formas influyen en la forma de
leer y también en el contenido. Como el true
crime, que viene de las series, de manera directa. Aunque yo no soy tan
optimista en cuanto a la relevancia del libro. Creo que esa hegemonía tiene que
ver con una determinada edad. Claro que hay chavales que leen, no voy a caer en
ese tópico, pero la clave es el número: ¿cuántos serán lectores? Los lectores
hemos crecido.
–Es un discurso pesimista.
–Ramírez. Es realista.
–Rosales. En el siglo XX, el
cine suplió a la literatura como fábrica de ficción, pero la literatura gozó de
excelente salud. Y ahora son la series o los videojuegos. Por ello, debemos
buscar las interconexiones. Han salido nuevos géneros, como los youtubers o la
poesía urbana, que en buena parte es juvenil… Y paradójicamente, la crisis
tremenda de estos años la hemos visto más en el lector adulto que en el lector
joven. Ha resistido mejor el libro juvenil. Y hay otra cosa: me fascina cómo
pese al torrente informativo diario, la influencia del libro sigue vigente.
Oímos de Trump cada día, pero un libro sobre él resiste muy bien el paso de los
meses.
–Sesé. Entiendo el pesimismo,
que vivimos cada día con las cifras. Pero leer siempre ha sido minoritario. Me
preocupa que haya perdido el deseo aspiracional que antes tenía para mucha
gente ver los libros y la literatura como algo que te situaba.
–Bohigas. Depende del
ámbito... creo que el libro de entretenimiento está perdido, pero también creo
que hay todo un sector de lectores que en los años de crisis se está girando
hacia la literatura. ¡La literatura es un lugar donde no se miente!
–López. Se lee mucho menos.
Incluido yo. Perdemos horas y horas en las redes.
–Sesé.¿Y no crees que eso
cambiará?
–López. Creo que leemos más
que nunca, pero a trozos. Lo que sí que creo es que la literatura conserva el
prestigio. Creo que todo el entertainment
de la literatura efectivamente ha migrado a las redes. Y hoy nadie lee 500
páginas de Platón. Te lo dirá cualquier catedrático. Los estudiantes leen
resúmenes. Por eso como editores debemos pensar en nuevos formatos.
–Sesé. Es que a mi me preocupa
la absoluta disociación entre la universidad y la edición. Es absurdo. Mis
amigos profesores están alarmadísimos. Nadie lee un libro. El interés literario
en la academia es bastante peregrino.
–Ramírez. Lo que se ha hecho
en los últimos diez años con el sistema educativo es terrible.
–Bohigas. Y en otros países.
Es general, desgraciadamente.
–Ramírez. Confluyen varias
cosas: la irrupción de las tecnologías, los recortes... Estoy en el lado
pesimista aunque creo que podemos ver cambios. Las cosas cambian a una
velocidad escalofriante. No soy pesimista irreversible, sino pesimista
presente.
–López. Como editores debemos
adaptarnos. Pongo tres ejemplos: el libro de Jordi Amat, el de Eduardo Mendoza
y los de Chimamanda [Ngozi Adichie]. Son libros de 5 euros que la gente lee
rápido. Leemos en el móvil, estamos cambiando.¡De Chimamanda vendo mil a la
semana!
–¿De qué hablan los manuscritos que
reciben?
–Ramírez. La literatura del yo
es constante. La influenciada por series de TV, el crime… y diría también
probablemente tipos de entretenimiento que evadan de una situación política,
económica y social de alta inestabilidad.
–López. Y feminismo.
–Sesé. Sí, en un sentido
amplio.
–Bohigas. Y el de la relación
con la naturaleza. Cognetti, Thoreau… Es interesantísimo que coincide con que
todos esos amantes de la naturaleza la aman tanto que la destruyen, con sus
visitas. Es muy ilustrador de cómo somos. Creo que el auge responde a otra
cuestión: la soledad. El extremo individualismo.
–Rosales. Estoy de acuerdo,
pero creo que el crimen lleva años entre nosotros. Porque es una forma de
explicar la corrupción. La novela negra ofrece una mirada crítica de la
sociedad.
–Sesé. Muchos manuscritos van
en esta línea. Más crítica, más rebeldes, en varios aspectos, sobre todo en la
relación del individuo con la sociedad y en relación con su cuerpo, con la
agresión al cuerpo, en un sentido amplio, casi filosófico. En esto creo que
entronca con los libros sobre naturaleza. Cómo encontrar una forma más sana y
armónica para vivir en este mundo. Hay mucha literatura de rebelión, de grito.
–Ramírez. Por el contrario, lo
que parece interesarnos menos es el género distópico, el apocalipsis.
–¿Y el proceso?
Rosales. Nosotros hemos
publicado muchísimo sobre ello. Creo que hasta ahora no se han convertido en
libros populares. Esta semana el Frankfurter Allgemeine recomendaba al juez del
caso Puigdemont que antes de decidir lea Operació urnes. Es un gran éxito. Un
reportaje periodístico, no ideológico, sobre la logística de todo el proceso.
–Sesé. Nosotros hemos tenido
el de Jordi Amat, que lleva ya cuatro ediciones en catalán y otras cuatro en
castellano, y sigue vendiéndose, por su nivel de información ypor su calidad
literaria.
–Bohigas. Y porque la figura
de Amat está cogiendo una gran fuerza.
–¿Se han recuperado las librerías?
–Bohigas. Sí. Aunque hay
libros que si salen en una semana informativamente fuerte es como si se cerrara
un grifo. Pero los picos de ansiedad pasan rápido. Y el proceso ha generado un
interés por cuestiones vecinas…
–Sesé. …sí: rebelión,
propuesta de acción… Como los de Marina Garcés.
–Rosales. Pero esto vuelve a
poner el libro en una posición de privilegio, como generador de ideas.
–Barcelona es una capital editorial .
¿Puede hacer más?
–Sesé. Se puede hacer mucho
mejor. Creo que tenemos que trabajar unidos y hacer algo potente, quizás un
premio a lo Goncourt, con impacto.
–Rosales. Las ciudades y los
países pueden singularizarse a través de la cultura. Barcelona y Catalunya y
España tienen una oportunidad única con el libro. Es que además está hecho,
sólo tienen que aprovecharlo. Barcelona es la gran fábrica de ideas y de
imágenes de Europa.
–Sesé. Pero debemos
implicarnos.
–Rosales. Claro. Barcelona ya
es una capital editorial, eso es un hecho.
–¿La o una capital?
–Rosales. A nivel mundial no
me atrevo a decir que sea la capital.
–López. Del español sí.
–¿Aún?
–Bohigas. Claramente, sí.
–López. Y si algún día deja
der serlo, si la llega a compartir con alguien, como la del inglés son a la vez
Nueva York y Londres, no la va a compartir con Madrid sino con México, que está
cogiendo una potencia brutal.
–Sesé. Las sedes de los dos
grupos más potentes están aquí.
–López. Por el contrario, yo creo
que sí se hacen cosas. Premios, encuentros… ¿Qué hace Londres que no hagamos
nosotros?
–Sesé. Creo que podemos hacer
más.
–López. La suerte es que en
Barcelona nos llevamos todos más o menos bien. Mirad esta mesa… En Madrid se
sacarían los ojos.
–Sesé. Yo me refiero a crear
algo… un premio… con una institución neutral, y que eso suponga unas ventas en
el mercado relevantes. Eso nos falta absolutamente.
–Este diario lo ha propuesto.
–Bohigas. Yo creo que se puede
hacer mucho. Lo del premio es una buena idea, pero inaplicable. La situación de
los premios también nos define… es un funcionamiento mediterráneo puro.
Barcelona podría ser un lugar más estimulante. Por ejemplo, tenemos un
patrimonio turisticocultural, y la arquitectura, y somos la capital del
anarquismo en el mundo anglosajón. La Barcelona de la época de Picasso es
fascinante ¿alguien lo trabaja a nivel tursticocultural? ¡De ninguna manera! El
modelo turístico no es apto para acoger valores que nos irían muy bien, que
crearían un clima… Estamos huérfanos. Tampoco tenemos un festival literario, en
el que pudiéramos tener autores latinoamericanos, españoles y catalanes.
–Sesé. No podemos perder esa
relación con América.
–López. La hemos perdido ya.
–Bohigas. No, no, no…
–López. La hemos perdido, se van
a México. Por el euro. Aquí no pueden vivir.
–¿La capital de la edición en castellano
será México?
–López. Es Barcelona, pero con
la literatura en el castellano acabará pasando como con el inglés, que tiene
dos capitales, Londres y Nueva York. México y Barcelona competirán por la
edición española, como en Italia compiten Turín y Milán. México es más barato.
Europa tienen un problema de coste de la vida.
–Hay una asimetría del mercado: el 75% es
castellano y el 25%, catalan. ¿Se sienten rivales?
–Ramírez. No. Somos cómplices.
Compartimos gastos, trabajo, precios... Incluso cuando la editorial catalana no
es del mismo grupo.
–Rosales. Es cierto. El
catalán continua teniendo el problema de que un alto porcentaje prefiere leer
en castellano, y ahí hay mucho campo por recorrer. Pero a nivel editorial el
catalán se ha adaptado muy bien al hecho de que Barcelona sea capital de la
edición en castellano. Hay una estructura de primera magnitud. Si analizamos
los grandes sistemas editoriales en Europa, no hay otro de la dimensión del
catalán, o mayor, que traduzca tanto. Eso es por creatividad editorial pero
también por la colaboración con los editores en castellano.
–Hablan de hábitos de lectura, pero sólo
en papel. Quizás habría que empezar a pensar en los hábitos de concentración...
¿hace suficiente el sistema educativo?
–Ramírez. No. Lo que estamos
constatando es que los hábitos de lectura de los jóvenes chocan con formas de
ocio que no tienen nada que ver con la lectura. Es ahí donde hay que actuar. No
esperar a que sean mayores y entonces intentar cambiarlos.
–Sesé. Dirigirse a los no
lectores a última hora es muy complicado. Acabas haciendo libros no-libros.
–López. A la escuela no
llegamos.
–Bohigas. Convertir a una
persona que no lee en una que lee es muy complejo.
–Ramírez. Cuando he querido
montar actos en los institutos, la primera pregunta es ¿quién paga qué?
–Rosales. Hay profesores
admirables, que hacen un trabajo heroico, pero el modelo educativo no favorece
el gusto por la lectura.
–Bohigas. Es que a medida que
se va desplegando el Plan Bolonia, te das cuenta de que no es que no tengamos
un cómplice: es que tenemos un enemigo. El sistema está pensado para crear
obreros cualificados, no personas que piensen. Hay una ideología ambiente
mecanicista y que concibe el mundo interior de una persona como una máquina.
¿La imaginación dónde está?
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