Lenguas en peligro de
extinción:
unas 25 desaparecen
cada año
Nada
más importante que la lengua a la hora de la comunicación. La impronta cultural
más destacada, la identidad misma de un pueblo: su idioma. Se cree que
actualmente existen casi seis mil en todo el mundo y prácticamente la mitad de
ellas corren peligro de extinguirse antes del final de este siglo. Esta derrota
cultural tiene diferentes causas, que trataremos en el informe, pero su peor
consecuencia es la pérdida de la sabiduría ancestral de quienes nos han precedido.
Según el lingüista francés
Claude Hagège, unas veinticinco lenguas desaparecen todos los años mientras que
más de 3.000 carecen de escritura. Mientras tanto y a partir de la
globalización, el inglés, el español y el chino son las más habladas.
La lengua materna, ese primer
idioma que escuchamos, es la transmitida por la madre, de ahí su definición. La
primera lengua adquirida, la nativa, esos fonemas torpemente articulados, son
los que pedagógica y culturalmente nos guiarán y serán la base de cualquier
otro lenguaje que se adquiera a lo largo de la vida. Claro que en un país como
Argentina, donde gran parte de su población desciende de inmigrantes, se puede
dar la particularidad del bilingüismo (pueblos desterrados como el armenio se
mantendrán vivos gracias a la impronta cultural de su idioma y así sus
sucesores lo heredarán desde el primer día). Guerras, invasiones y las mal
llamadas colonizaciones -más bien conquistas- son las primeras causas de la
muerte de la lengua; también la fortuita desaparición de los habitantes de una
tierra por las mismas causas. Fenómenos migratorios amenazan tradiciones,
sometimientos militares dictatoriales, apuros económicos o empobrecimiento de
legislaciones educativas también son algunos de los gérmenes que atentan contra
la expresión cultural de un idioma. Como ejemplo: el tsunami de 2004 en el
Océano Índico provocó que pequeños grupos étnicos de las islas Andamán
prácticamente se extinguieran y con ellos su herencia lingüística.
Las regiones del mundo con más
diversidad lingüística –Oceanía, el África Subsahariana y Sudamérica– son las
que cuentan con un mayor número de lenguas en peligro de desaparición.
En Europa, por ejemplo,
existen según la UNESCO, treinta y tres idiomas (muchos ya en calidad de
dialecto, por la cantidad de personas que lo hablan) que estarían a punto de
desaparecer. Por ejemplo: el idioma alemán denominado gottscheerish es hablado por un grupo étnico
alemán poco estudiado que vive en la ciudad de Nómadas en Eslovenia o el ter sami, una forma de ruso del pueblo de Lviv en
Ucrania donde actualmente lo hablan menos de diez personas. En Suecia, el pite sami también lo mantienen unos diez
habitantes del condado de Arjeplog o el votic,
al oeste de San Petersburgo en Rusia. En la Federación rusa ocurre el caso de
que los grandes idiomas absorben a los más pequeños por cuestiones de extensión
de territorio y la hegemonía que mantuvo durante sus años en el Cáucaso como lo
fue con la URSS (algo similar ocurre en China). El gagaúzo en
Bulgaria; el walser, un dialecto alemán de Suiza arcaizante que tiene su origen
¡en la Edad Media! Hoy es hablado por menos de trescientas personas. Grecia
padece la muerte de varias de las mutaciones idiomáticas que ha sufrido a lo
largo de la historia, lo mismo Italia, Francia, Bélgica, Alemania y Croacia. De
todas estas lenguas ancestrales prácticamente no queda registro literario. En
la Isla de Man en el Reino Unido, el último orador de su lengua primera murió
en 1974.El livonio, de origen letón, murió
con su último parlante, un hombre que falleció en 2013. En Finlandia se hablan
diferentes dialectos lapones que mancomunan a menos de 200 habitantes lo cual
presupone una pérdida prácticamente inmediata. Parte de la misma familia
urálica, el sami en Noruega y en
Suecia corren la misma suerte. Y aunque haya registro de 300.000 parlantes del bretón, la zona de la Alta Bretaña en Francia,
también está perdiendo su fuerza.
Cada lenguaje es hacedor y
dueño de su propia estructura de valores éticos, una filosofía única que
responde a su bagaje atávico y así es como su pérdida supone el final de esos
conocimientos transmitidos con la sabiduría original de cada pueblo y su
historia.
En el continente americano
murieron de modo estrepitoso idiomas y dialectos tras la irrupción y la
conquista salvaje de españoles y portugueses. Hoy, las lenguas amenazadas son
el creole holandés berbice, mapidiano y mawayana en Guyana; el tawahka, tolupan y maya-chortí en
Honduras; el kiliwa, ocuilteco, matlatzinca y ópata en México y el rama y miskito en
Nicaragua. El caso de Brasil en particular es alarmante: hasta el siglo XIX se
hablaban aproximadamente mil variantes dialectales de las cuales se mantienen
apenas 200. India hoy conserva una pluralidad de 400 lenguas minoritarias de
las que se cree había el doble. Las grandes lenguas amerindias tienen asegurado
el futuro por su gran vitalidad: el quechua con
ocho millones de hablantes, el guaraní con
siete millones (más de 90% de la población paraguaya lo habla), el nahua con un millón o las lenguas mayas con seis millones en sus variantes
lingüísticas yucateco, quiché, mamé,
cachiquel, y pocas más.
También se han dado casos de
lenguas muertas como el hebreo, que dejó de hablarse en el siglo IV aunque
seguía utilizándose en la liturgia y fue revitalizada en el siglo XIX
convirtiéndose así en lengua oficial de Israel. O como el valor del latín en la
misa católica.
También existe la
discriminación lingüìstica -precedida por una étnica y cultural- como en el
caso del catalán y el vasco durante el franquismo o el de los aborígenes
australianos a quienes también se les prohibía el uso y la educación de sus
lenguas (se calcula que entre 1910 y 1970 unos cien mil niños aborígenes fueron
apartados de sus padres para vivir en casas de colonos blancos con el fin de
“adaptarse” a la nueva cultura aunque la verdadera intención era que
renunciasen a la suya propia. La “generación perdida”, la llaman con dolor).
Llamamos evolución a la
adaptación del medio y no como sinónimo de mejora o crecimiento; entonces,
urgen políticas de coyuntura que alberguen y sostengan lenguas minoritarias en
sistemas educativos que las fomenten. Eso es supervivencia y no solo cultural
sino humana.
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