lunes, 28 de mayo de 2018

"La pérdida de lenguaje supone el final de los conocimientos transmitidos con la sabiduría original de cada pueblo y su historia"

Publicado en el blog de Eterna Cadencia, el siguiente informe de la periodista Lala Toutonian, publicado el 16 de mayo pasado, da cuenta del estado actual las lenguas en el mundo, con especial acento sobre aquéllas que corren riesgo de desaparecer.

Lenguas en peligro de extinción:
unas 25 desaparecen cada año

Nada más importante que la lengua a la hora de la comunicación. La impronta cultural más destacada, la identidad misma de un pueblo: su idioma. Se cree que actualmente existen casi seis mil en todo el mundo y prácticamente la mitad de ellas corren peligro de extinguirse antes del final de este siglo. Esta derrota cultural tiene diferentes causas, que trataremos en el informe, pero su peor consecuencia es la pérdida de la sabiduría ancestral de quienes nos han precedido.

Según el lingüista francés Claude Hagège, unas veinticinco lenguas desaparecen todos los años mientras que más de 3.000 carecen de escritura. Mientras tanto y a partir de la globalización, el inglés, el español y el chino son las más habladas.

La lengua materna, ese primer idioma que escuchamos, es la transmitida por la madre, de ahí su definición. La primera lengua adquirida, la nativa, esos fonemas torpemente articulados, son los que pedagógica y culturalmente nos guiarán y serán la base de cualquier otro lenguaje que se adquiera a lo largo de la vida. Claro que en un país como Argentina, donde gran parte de su población desciende de inmigrantes, se puede dar la particularidad del bilingüismo (pueblos desterrados como el armenio se mantendrán vivos gracias a la impronta cultural de su idioma y así sus sucesores lo heredarán desde el primer día). Guerras, invasiones y las mal llamadas colonizaciones -más bien conquistas- son las primeras causas de la muerte de la lengua; también la fortuita desaparición de los habitantes de una tierra por las mismas causas. Fenómenos migratorios amenazan tradiciones, sometimientos militares dictatoriales, apuros económicos o empobrecimiento de legislaciones educativas también son algunos de los gérmenes que atentan contra la expresión cultural de un idioma. Como ejemplo: el tsunami de 2004 en el Océano Índico provocó que pequeños grupos étnicos de las islas Andamán prácticamente se extinguieran y con ellos su herencia lingüística.

Las regiones del mundo con más diversidad lingüística –Oceanía, el África Subsahariana y Sudamérica– son las que cuentan con un mayor número de lenguas en peligro de desaparición.

En Europa, por ejemplo, existen según la UNESCO, treinta y tres idiomas (muchos ya en calidad de dialecto, por la cantidad de personas que lo hablan) que estarían a punto de desaparecer. Por ejemplo: el idioma alemán denominado gottscheerish es hablado por un grupo étnico alemán poco estudiado que vive en la ciudad de Nómadas en Eslovenia o el ter sami, una forma de ruso del pueblo de Lviv en Ucrania donde actualmente lo hablan menos de diez personas. En Suecia, el pite sami también lo mantienen unos diez habitantes del condado de Arjeplog o el votic, al oeste de San Petersburgo en Rusia. En la Federación rusa ocurre el caso de que los grandes idiomas absorben a los más pequeños por cuestiones de extensión de territorio y la hegemonía que mantuvo durante sus años en el Cáucaso como lo fue con la URSS (algo similar ocurre en China). El gagaúzo en Bulgaria; el walser, un dialecto alemán de Suiza arcaizante que tiene su origen ¡en la Edad Media! Hoy es hablado por menos de trescientas personas. Grecia padece la muerte de varias de las mutaciones idiomáticas que ha sufrido a lo largo de la historia, lo mismo Italia, Francia, Bélgica, Alemania y Croacia. De todas estas lenguas ancestrales prácticamente no queda registro literario. En la Isla de Man en el Reino Unido, el último orador de su lengua primera murió en 1974.El livonio, de origen letón, murió con su último parlante, un hombre que falleció en 2013. En Finlandia se hablan diferentes dialectos lapones que mancomunan a menos de 200 habitantes lo cual presupone una pérdida prácticamente inmediata. Parte de la misma familia urálica, el sami en Noruega y en Suecia corren la misma suerte. Y aunque haya registro de 300.000 parlantes del bretón, la zona de la Alta Bretaña en Francia, también está perdiendo su fuerza.

Cada lenguaje es hacedor y dueño de su propia estructura de valores éticos, una filosofía única que responde a su bagaje atávico y así es como su pérdida supone el final de esos conocimientos transmitidos con la sabiduría original de cada pueblo y su historia.

En el continente americano murieron de modo estrepitoso idiomas y dialectos tras la irrupción y la conquista salvaje de españoles y portugueses. Hoy, las lenguas amenazadas son el creole holandés berbice, mapidiano mawayana en Guyana; el tawahka, tolupan y maya-chortí en Honduras; el kiliwa, ocuilteco, matlatzinca y ópata en México y el rama y miskito en Nicaragua. El caso de Brasil en particular es alarmante: hasta el siglo XIX se hablaban aproximadamente mil variantes dialectales de las cuales se mantienen apenas 200. India hoy conserva una pluralidad de 400 lenguas minoritarias de las que se cree había el doble. Las grandes lenguas amerindias tienen asegurado el futuro por su gran vitalidad: el quechua con ocho millones de hablantes, el guaraní con siete millones (más de 90% de la población paraguaya lo habla), el nahua con un millón o las lenguas mayas con seis millones en sus variantes lingüísticas yucateco, quiché, mamé, cachiquel, y pocas más.

También se han dado casos de lenguas muertas como el hebreo, que dejó de hablarse en el siglo IV aunque seguía utilizándose en la liturgia y fue revitalizada en el siglo XIX convirtiéndose así en lengua oficial de Israel. O como el valor del latín en la misa católica.

También existe la discriminación lingüìstica -precedida por una étnica y cultural- como en el caso del catalán y el vasco durante el franquismo o el de los aborígenes australianos a quienes también se les prohibía el uso y la educación de sus lenguas (se calcula que entre 1910 y 1970 unos cien mil niños aborígenes fueron apartados de sus padres para vivir en casas de colonos blancos con el fin de “adaptarse” a la nueva cultura aunque la verdadera intención era que renunciasen a la suya propia. La “generación perdida”, la llaman con dolor).

Llamamos evolución a la adaptación del medio y no como sinónimo de mejora o crecimiento; entonces, urgen políticas de coyuntura que alberguen y sostengan lenguas minoritarias en sistemas educativos que las fomenten. Eso es supervivencia y no solo cultural sino humana.

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