miércoles, 20 de junio de 2018

La editorial EUDEBA es un recuerdo de la cultura argentina de antes de que gobernaran los brutos


El 17 de junio pasado, Ezequiel Viéitez publicó en el diario Clarín la siguiente nota sobre la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), que próximamente reabre su local de la Av. Rivadavia 1573, en la Capital Federal.

El artículo es bienintencionado, aunque nada dice de la importancia de Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998), ex director del Fondo de Cultura Económica y fundador de la editorial Siglo XXI, quien asesoró y ordenó a EUDEBA en 1957, poniendo como director a Boris Spivacow (1915-1994). Tampoco se precisa cómo, durante la época de oro del peronismo revolucionario, se dejaron de pagar derechos a las Presses Universitaires de France (PUF), entre otras editoriales universitarias extranjeras, perdiéndose los derechos de buena parte del catálogo, rápidamente adquirido por editoriales españolas que no parecían tener tantos problemas con los “cipayos” que escribían sobre Grecia, Roma o la Edad Media. Ni se menciona cómo, durante el “reverdecer democrático” de los primeros años de Alfonsín, los jóvenes radicales de Franja Morada, provenientes del departamento de publicaciones del Ciclo Básico de la Universidad de Buenos Aires –uno de ellos hoy es un “filósofo” mediático– desembarcaron en EUDEBA y produjeron, con petulancia e ineficacia, un verdadero cataclismo en el funcionamiento de la editorial (sin mencionar el caso del director que los trajo y que usó la tarjeta corporativa para su provecho personal, posteriormente despedido discretamente porque se trataba de un destacado intelectual de aquellos años). A pesar de todo esto, vale la pena recordar que, mal que mal, EUDEBA todavía existe y que su proyecto apuntaba a la construcción de un país que finalmente nunca tuvo lugar.

Eudeba cumple 60: la editorial que brilló
y sufrió al compás del país

Seis décadas que, a pesar de los quiebres institucionales y económicos que golpearon al país, crearon una mística. El domingo 24 la Editorial Eudeba –casa editora de la Universidad de Buenos Aires– cumple 60 años. Nació con un lema que por años adornó sus locales: “Libros para ser libres”, con ediciones de calidad a precios populares y que se llevaron a puestos de venta callejeros propios y a kioscos de diarios. Donde estaba la gente, estaba Eudeba. En los ‘60, aún recién nacida, ya era la principal editorial universitaria de habla hispana.

Esa identidad se construyó con la potencia de su primer gerente general, Boris Spivacow, un licenciado en Matemática porteño que llegaba desde la Editorial Abril para iniciar el proyecto. Ese mismo año, 1958, el filósofo Risieri Frondizi –hermano del entonces flamante presidente de la Nación– había asumido el cargo de rector de la UBA, en el marco de una universidad que ganaba autonomía y pluralidad. Spivacow sumaba sus ideas-fuerza: “Libros para todos” y “Libros al precio de un kilo de pan”. Daría lugar a un fenómeno editorial.

“Generó un proyecto abierto a todos los públicos”, le dice a Clarín Luis Quevedo, actual gerente general. Con Spivacow, la editorial vivió su época de oro hasta 1966, cuando el editor renunció tras el golpe militar de Juan Carlos Onganía y la Noche de los Bastones Largos, esa en que las fuerzas de seguridad se metieron a los golpes en la UBA y desataron el éxodo de científicos, docentes y del directorio de la propia editorial.

 “Hoy, Eudeba sigue teniendo el rol de empresa innovadora que funciona como vaso comunicante de la UBA con la sociedad”, dice Quevedo. Edita unas 120 novedades por año –sin contar reediciones– y produce contenidos audiovisuales, muchos disponibles en su canal de YouTube, en la búsqueda de nuevos públicos, el objetivo que hoy desvela a los editores.

Ya no están los puntos de venta callejeros sembrados por la Ciudad, pero sí 16 librerías propias –según su página web– entre la central (que se reinaugura el lunes, en Rivadavia al 1500) y las de sedes universitarias.

En 2010 lanzó la tienda on line Boris –que vende libros al exterior a través de correos internacionales– y empezó a producir e-books para la tableta de lectura digital Boris, concebida en el país y en homenaje a Spivacow. Los desafíos siguen en un mercado editorial que, no obstante, tiende a achicarse.

Pero, ¿cómo fue la edad de oro, aquella de Spivacow que llegó hasta 1966? La investigación académica y el consumo cultural vivían un tiempo de expansión. Para 1964, Eudeba ya había editado 400 títulos y en 1966 celebraba los 10 millones de ejemplares. El contexto jugaba de aliado: el mercado editorial argentino era el más fuerte de habla hispana y gran parte de la producción de libros se exportaba.

En su obra 50 años de libros para todos (Eudeba, 2008), Leandro de Sagastizábal destaca sobre el clima de época: “Si hasta 1956 se encontraban activas 80 editoriales para distintas disciplinas” en el país, a partir de ese año nacen otras 90. Un registro de Eudeba de 1965 marca que la editorial ya contaba con 40 stands en facultades de Capital e interior; siete kioscos en hospitales; 41 kioscos de venta callejera y además vendía sus títulos en 103 puestos de diarios y revistas, junto con dos librerías propias. Sus títulos se encontraban en todos lados.

Otras iniciativas marcaban la época: en febrero de 1958 –el año del nacimiento– se habían fundado también el Conicet y el Fondo Nacional de las Artes. En julio del ‘58, fondos privados creaban el mítico Instituto Di Tella, verdadero laboratorio para grandes artistas.
“La revolución de Eudeba fue evitar convertirse en una editorial de nicho universitario”, explica José Luis de Diego, hoy al frente de la colección de libros Serie de los Dos Siglos, junto con Sylvia Saítta.

Esta colección de los últimos años evoca la célebre Serie del Siglo y Medio, lanzada en 1960 como homenaje a la Revolución de Mayo. Se publicaban obras de escritores argentinos clásicos y modernos con prólogos de especialistas, ilustrados por pintores como Antonio Berni, Carlos Alonso y Demetrio Urruchúa, en ediciones de bajo costo. “El primer título, La gran semana de Mayo, de Vicente Fidel López, tiró 30 mil ejemplares”, evoca De Diego. Otro texto, el Martín Fierro de José Hernández, ilustrado por Juan Carlos Castagnino, en sucesivas impresiones superó los 200 mil ejemplares.

Las bibliotecas populares y las de las casas se poblaban, al mismo tiempo que Eudeba editaba investigaciones científicas y traducciones directas hechas en Argentina de textos clásicos de la filosofía griega, junto con títulos como Breve historia del teatro argentino o la colección Genio y figura que ponía en foco a autores como Alfonsina Storni, Lucio Mansilla y Jorge Luis Borges.

“La dirigía la gente correcta, en el momento correcto”, define De Diego. Acompañaba un lector ávido, en una época de movilidad social ascendente que continuaba desde el período peronista, como señala el periodista y docente Hernán Invernizzi en Los libros son tuyos (Eudeba, 2005).

Aunque la editorial mantuvo un perfil por la calidad de sus contenidos, “ha tenido épocas de luz y también oscuras”, admite Quevedo. Matiza: “A través de los títulos de los últimos años, Eudeba ha revisado su propia historia”, realidad que se observa en su catálogo.

Tras el golpe del ‘66, no sólo cambió el directorio. En un clima de paranoia ideológica, se incorporaron títulos vinculados con la temática militar y en la colección Genio y figura, un ejemplo, se publicó la biografía de Hugo Wast –Gustavo Martínez Zuviría–, escritor de perfil reaccionario y admirador del franquismo.

A mediados de 1973, con el peronismo en el poder en una nueva democracia, las disputas ideológicas continuaron, sin que dejaran de editarse algunas obras de gran valor. Arturo Jauretche pasó a presidir la editorial y el periodista Rogelio García Lupo fue director ejecutivo. En 1974, tuvieron buenas ventas títulos como La revolución argentina de Héctor Cámpora y La revolución chilena, de Salvador Allende, junto con otros que reflejaban el espíritu combativo del momento. Ese mismo año, falleció Jauretche. Las amenazas de la derecha peronista ya eran constantes: García Lupo dejó su cargo y el rector de la UBA, Rodolfo Puigróss, partió hacia el exilio.

Comenzaría un tiempo de censuras que se multiplicaría con el golpe de Estado de 1976: Eudeba pasó a tener conducción militar, así como detenidos y desaparecidos. Hubo libros incautados y destruidos. Con la vuelta democrática de 1983, se dio un reverdecer de la que hoy sigue siendo una de las editoriales universitarias más importantes. Un año después, publicó su mayor best seller y long seller: el Nunca Más, informe de la Conadep sobre los desaparecidos, que estiman vendió más de 600 mil ejemplares con sus reediciones.

El mercado del libro –y sus ventas– es otro, pero la apuesta cultural de la UBA continúa firme.

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