miércoles, 27 de junio de 2018

"Se trata de hacer fuerza sobre la realidad"

Siguiendo con el tema de la entrada de ayer, el siguiente artículo de Patricia Kolesnicov, publicado en el diario Clarín del día 20 de junio pasado, añade otros puntos de vista a lo que tal vez sea una incipiente polémica debida a lo que algunos llaman “sexismo de la lengua”

Lenguaje inclusivo: 
viva la "e" y que gobierne

Ay, qué enojo produjo que unos chicos hayan empezado a usar la letra “e” para tratarse entre ellos, para decir esas palabras que buscan incluir a todos y que hasta ahora solían –no siempre– terminar en “o”. Parafraseando a una colega, si durante el debate del aborto fuimos 44 millones de ginecólogos y ahora somos 44 millones de directores técnicos, una piba hablando con la “e” en cámara está alumbrando a 44 millones de lingüistas. “El masculino funciona como neutro e incluye a todos”, nos dirán algunos, a la hora de explicar que esto siempre así y lo que así fue siempre así está bien.

La lengua, claro, es un sistema, una construcción y cuando se mueve algo, crujen otras cosas. Eso no impide, claro, que no se quede quieta. Nunca.

La lengua, de paso, carga sentido, todo en ella habla de quienes la hacemos. Ah, justo el masculino expresa a la humanidad, qué casualidad. Esas cosas.

En un artículo en el sitio El gato y la caja, Sol Minoldo y Juan Cruz Balián cuentan que ya hay estudios que muestran “que la lengua con la que hablamos tiene mucho que ver con la forma en que pensamos en el espacio, el tiempo y el movimiento”. El género gramatical, claro, no tiene que ver con el sexo. Ya se explicó mil veces: en castellano “tren” es masculino y en hebreo, femenino. El mismo objeto.

Sin embargo, los autores señalan investigaciones que demuestran que alguna relación hay entre ese género gramatical, que es arbitrario y no sexual, y la manera en que los hablantes, nosotros, percibimos ese objeto. Citan, puntualmente, un estudio de Lera Boroditsky, de la Universidad de California San Diego. Ella mostró, por ejemplo, que la llave, que en alemán se dice en masculino, es descripta por quienes hablan ese idioma como “dura, pesada, metalizada, útil”. Y que quienes hablan castellano ven la misma llave “dorada”, pequeña”, adorable”, brillante y diminuta”. Se entiende.

Hablar con “e” es, de alguna manera, pensar en todas esas cosas y hacer fuerza para que algo cambie. O mostrar que ya ha cambiado.

“Esto no empieza ahora, hace tiempo que usamos un lenguaje políticamente correcto”, dice Alejandro Raiter, titular de la cátedra de Sociolingüística en la UBA. No necesita dar ejemplos, se saben: ya no se dice “ese negro” y en la tele ningún relator le gritaría “paralítico” a un jugador que la pifie.

La lengua no es neutra –dice Raiter–, y la prueba de que es ideológica es que cambiarla molesta tanto”. Las formas de denominar, dice, son ideológicas, “por eso en las novelas rusas se habla del padrecito zar” (se podría hablar del tirano zar).

Lo de la inclusión, explica, no es una locura argentina. En los textos de lingüística escritos en inglés donde se habla de cómo adquirimos el lenguaje, hace 30 años se hablaba del bebé como “it” (el neutro, que sirve para nombrar cosas) y ahora, que no es lindo ver a un bebé como una cosa se le dice... “she” (ella). ¿Por qué “ella”? Porque se decidió que si hasta ese momento era el masculino el que representaba a ambos géneros, ahora es el femenino.

Hay otros cambios, señala Raiter: por las series, muchos niños dicen “pastel” y “columpio” –por “torta” y “hamaca”. Eso también enoja.

En el fondo, señala, hay una disputa por el poder. “La RAE cree que es la única que legisla, pero acá viene un grupo y demuestra que no”. Entonces el lenguaje se usa para tomar posición, para pararse en el mundo. “Los jóvenes son el grupo más innovador del momento y producen una crisis de hegemonía, no aceptan la norma. Hace rato que dicen ‘vieja’ para varones y mujeres. Usan ‘pelotudo’ como vocativo e ‘hijo de puta’ como admirativo”. No es que en la lengua todo estaba quieto y ahora apareció un cambio: la lengua ya estaba sujeta a muchas presiones, algunas vinculadas al género”.

¿Quieren otros cambios? Les hablan de “vos” a los profesores. Pero si el “vos” se usaba para demostrar cercanía... ¿se borró esa diferenciación? “No, ahora para cercanía usan ‘boludo’”, explica Raiter.

¿Cómo entender lo de la “E”? Como la aparición de normas de uso que se proponen por sobre la corrección gramatical”, dice Raiter. El cambio, señala, es más fácil cuando se trata de palabras y más difícil cuando es gramatical, como ocurre ahora. Pero, en definitiva se trata de hacer fuerza sobre la realidad. “No lo veo como algo separado esto de no decir ‘negro’ y lo de las mujeres”, dice. “Profesores de mi generación tenemos que tener cuidado, al dar clase, de no generalizar siempre en masculino, si no, en ese contexto, es uno el que suena raro”.


4 comentarios:

  1. Cuando uno discute, usan tus palabras como prueba: "por algo se enoja". Es el famoso principio del Martillo de Brujas. Si dice que los brujos no existen, es brujo. Un poco de juego limpio, muchaches

    ResponderEliminar
  2. "En el curso de los estudios de la comunidad de habla que comenzó en los años sesenta, mis colaboradores y yo hemos entrevistado a muchos miles de hablantes de muchos dialectos del inglés y de otras lenguas.

    Cuando quiera que la lengua se convierte en el tema abierto de conversación, encontramos una reacción negativa unánime hacia cualquier cambio en los sonidos o en la gramática que haya llegado al conocimiento consciente.

    Las comunidades difieren en el grado en que estigmatizan las formas nuevas de la lengua, pero no me he encontrado todavía a nadie que les dé la bienvenida con aplausos.

    Algunas personas mayores reciben con gusto la música y los bailes nuevos, los nuevos ingenios electrónicos y las computadoras. Pero a nadie se le ha oído decir, 'es maravillosa la forma en que hablan hoy los jóvenes. Es mucho mejor que la manera en que hablábamos cuando yo era un muchacho"

    William Labov, Principios del cambio lingüístico.

    ResponderEliminar