Lenguaje inclusivo:
viva la "e" y que gobierne
Ay, qué enojo produjo que unos chicos hayan
empezado a usar la letra “e” para tratarse entre ellos, para decir esas
palabras que buscan incluir a todos y que hasta ahora solían –no siempre–
terminar en “o”. Parafraseando a una colega, si durante el debate del aborto
fuimos 44 millones de ginecólogos y ahora somos 44 millones de directores
técnicos, una piba hablando con la “e” en cámara está alumbrando a 44 millones
de lingüistas. “El masculino funciona como neutro e incluye a todos”, nos dirán
algunos, a la hora de explicar que esto siempre así y lo que así fue siempre
así está bien.
La lengua, claro, es un sistema, una construcción y
cuando se mueve algo, crujen otras cosas. Eso no impide, claro, que no se quede
quieta. Nunca.
La lengua, de paso, carga sentido, todo en ella
habla de quienes la hacemos. Ah, justo el masculino expresa a la humanidad, qué
casualidad. Esas cosas.
En un artículo en el sitio El gato y la caja, Sol
Minoldo y Juan Cruz Balián cuentan que ya hay estudios que muestran “que la
lengua con la que hablamos tiene mucho que ver con la forma en que pensamos en
el espacio, el tiempo y el movimiento”. El género gramatical, claro, no tiene
que ver con el sexo. Ya se explicó mil veces: en castellano “tren” es masculino
y en hebreo, femenino. El mismo objeto.
Sin embargo, los autores señalan investigaciones
que demuestran que alguna relación hay entre ese género gramatical, que es
arbitrario y no sexual, y la manera en que los hablantes, nosotros, percibimos
ese objeto. Citan, puntualmente, un estudio de Lera Boroditsky, de la
Universidad de California San Diego. Ella mostró, por ejemplo, que la llave,
que en alemán se dice en masculino, es descripta por quienes hablan ese idioma
como “dura, pesada, metalizada, útil”. Y que quienes hablan castellano ven la
misma llave “dorada”, pequeña”, adorable”, brillante y diminuta”. Se entiende.
Hablar con “e” es, de alguna manera, pensar en
todas esas cosas y hacer fuerza para que algo cambie. O mostrar que ya ha
cambiado.
“Esto no empieza ahora, hace tiempo que usamos un lenguaje
políticamente correcto”, dice Alejandro Raiter, titular de la cátedra de
Sociolingüística en la UBA. No necesita dar ejemplos, se saben: ya no se dice
“ese negro” y en la tele ningún relator le gritaría “paralítico” a un jugador
que la pifie.
“La lengua no es neutra –dice
Raiter–, y la prueba de que es ideológica es que cambiarla molesta tanto”. Las
formas de denominar, dice, son ideológicas, “por eso en las novelas rusas se
habla del padrecito zar” (se podría hablar del tirano zar).
Lo de la inclusión, explica, no es una locura argentina. En los
textos de lingüística escritos en inglés donde se habla de cómo adquirimos el
lenguaje, hace 30 años se hablaba del bebé como “it” (el neutro, que sirve para
nombrar cosas) y ahora, que no es lindo ver a un bebé como una cosa se le
dice... “she” (ella). ¿Por qué “ella”? Porque se decidió que si hasta ese
momento era el masculino el que representaba a ambos géneros, ahora es el
femenino.
Hay otros cambios, señala Raiter: por las series,
muchos niños dicen “pastel” y “columpio” –por “torta” y “hamaca”. Eso también
enoja.
En el fondo, señala, hay una disputa por el poder.
“La RAE cree que es la única que legisla, pero acá viene un grupo y demuestra
que no”. Entonces el lenguaje se usa para tomar posición, para pararse en el
mundo. “Los jóvenes son el grupo más
innovador del momento y producen una crisis de hegemonía, no
aceptan la norma. Hace rato que dicen ‘vieja’ para varones y mujeres. Usan
‘pelotudo’ como vocativo e ‘hijo de puta’ como admirativo”. No es que en la
lengua todo estaba quieto y ahora apareció un cambio: la lengua ya estaba
sujeta a muchas presiones, algunas vinculadas al género”.
¿Quieren otros cambios? Les hablan de “vos” a los
profesores. Pero si el “vos” se usaba para demostrar cercanía... ¿se borró esa
diferenciación? “No, ahora para cercanía usan ‘boludo’”, explica Raiter.
¿Cómo entender lo de la “E”? Como la aparición de
normas de uso que se proponen por sobre la corrección gramatical”, dice Raiter.
El cambio, señala, es más fácil cuando se trata de palabras y más difícil
cuando es gramatical, como ocurre ahora. Pero, en definitiva se trata de hacer
fuerza sobre la realidad. “No lo veo como algo separado esto de no decir
‘negro’ y lo de las mujeres”, dice. “Profesores de mi generación tenemos que
tener cuidado, al dar clase, de no generalizar siempre en masculino, si no, en
ese contexto, es uno el que suena raro”.
Cuando uno discute, usan tus palabras como prueba: "por algo se enoja". Es el famoso principio del Martillo de Brujas. Si dice que los brujos no existen, es brujo. Un poco de juego limpio, muchaches
ResponderEliminar¡Ya lo oyeron a Aulicin@!
ResponderEliminarPer favore
ResponderEliminar"En el curso de los estudios de la comunidad de habla que comenzó en los años sesenta, mis colaboradores y yo hemos entrevistado a muchos miles de hablantes de muchos dialectos del inglés y de otras lenguas.
ResponderEliminarCuando quiera que la lengua se convierte en el tema abierto de conversación, encontramos una reacción negativa unánime hacia cualquier cambio en los sonidos o en la gramática que haya llegado al conocimiento consciente.
Las comunidades difieren en el grado en que estigmatizan las formas nuevas de la lengua, pero no me he encontrado todavía a nadie que les dé la bienvenida con aplausos.
Algunas personas mayores reciben con gusto la música y los bailes nuevos, los nuevos ingenios electrónicos y las computadoras. Pero a nadie se le ha oído decir, 'es maravillosa la forma en que hablan hoy los jóvenes. Es mucho mejor que la manera en que hablábamos cuando yo era un muchacho"
William Labov, Principios del cambio lingüístico.