jueves, 10 de junio de 2021

Gente que tiene tiempo libre y habla

El 9 de junio, Natalia Blanc publicó el siguiente artículo en La Nación, de Buenos Aires, donde se reflejan las opiniones de varias instituciones que se niegan a aceptar el lenguaje inclusivo. Según la bajada de la nota, “La Academia Nacional de Educación criticó su uso porque lo considera “innecesario”, al igual que la Academia Argentina de Letras y la Real Academia Española; a contramano, su uso se extiende”

Un nuevo round por la pelea del lenguaje inclusivo

La grieta que provoca el lenguaje inclusivo sumó otra voz crítica desde el terreno académicoLa condena de la Academia Nacional de Educación al uso del inclusivo, a través de un comunicado firmado por José María La Greca, académico secretario de la institución, recalentó el debate en el país días después de que un autor popular como Eduardo Sacheri criticara en un programa de televisión el intento de imponer una determinada manera de hablar.

Además de considerar que el lenguaje inclusivo es “innecesario”, la Academia Nacional de Educación respaldó la postura de la Academia Argentina de Letras, que se opone a la transformación del idioma por cuestiones de género. “Una lengua, un cuerpo lingüístico, no puede inventarse o reinventarse conscientemente de la noche a la mañana. No pueden reemplazarse las letras a y o, que diferencian el género, con la arroba, el asterisco, la e o la x porque se tiene la voluntad de hacerlo en contra del androcentrismo o de reflejar con ello una realidad sociopolítica. Esa sustitución es ajena a la morfología del español e innecesaria, pues el masculino genérico o masculino gramatical ya es inclusivo, ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”, asegura Alicia María Zorrilla, presidenta de la AAL, en un artículo publicado en el sitio oficial con la posición institucional sobre el controvertido tema.

La declaración de la AAE, difundida ayer (puede leerse completa en la página web), busca “hacer público su apoyo a lo manifestado por la Academia Argentina de Letras cuando afirma, al cabo de una extensa fundamentación, que ‘no deben forzarse las estructuras lingüísticas del español para que se conviertan en espejo de una ideología, pues la gramática española que estudiamos no coarta la libertad de expresarnos o de interpretar lo que expresan los demás’”.

Ambas academias nacionales respaldan la postura hipercrítica de la Real Academia Española, que desde que se extendió el uso del inclusivo a nivel coloquial y en las redes sociales sale a corregir lo que considera errores gramaticales cada vez que un funcionario o una figura pública cambia las o finales de un adjetivo por una e, una @ o una x.

“Me parece muy importante que se haya pronunciado la Academia Nacional de Educación, porque es justamente en muchos ámbitos educativos en donde se ha impuesto lo que llaman ‘lenguaje inclusivo’, con sus equis impronunciables o sus ‘e’ absurdas. En lugar de incluir, separa a los hablantes entre iniciados y no iniciados y crea nuevos obstáculos en la enseñanza del idioma. El inclusivo es un modo de hablar sin vida, que ha impregnado algunas instituciones, pero no, por suerte, el habla de la gente. Es la lengua convertida en puro código, sin matices, sin historia. Y aunque no sea tan absurdo como la ‘e’, cuando veo algún funcionario duplicando cada sustantivo, pienso: ‘Pobre, qué sufrimiento debe ser hablar así, en vez de hablar como la gente normal’”, dijo a La Nación el escritor Pablo De Santis, académico de número de la AAL desde 2017.

La opinión de los académicos va a contramano del uso extendido del lenguaje no sexista en las publicaciones oficiales. Como publicó La Nación en marzo pasado, después de que el presidente Alberto Fernández usara la palabra “sujeta” en su largo discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional y se desatara una lluvia de burlas y de memes, en las gacetillas, los comunicados y las páginas web de la mayoría de los organismos estatales (tanto nacionales como provinciales y porteños) se incluye la e, la x y arrobas en reemplazo de la o en términos como “ciudadanos”, “trabajadores”, “empleados”, “niños” y “todos”.

Aunque para muchos esa decisión sea motivo de burla, el cambio en el lenguaje viene impulsado por organismos como las Naciones Unidades que recomienda a los Estados el uso del lenguaje no sexista en los comunicados oficiales.

Si bien es cierto que en nombre de la inclusión se han dicho (y escuchado) barbaridades (el error del presidente cuando usó “sujetas” como sustantivo en lugar de adjetivo o la vicegobernadora del Chaco Analía Rach Quiroga, en el Día del Periodista, cuando cambió la o de “equipo” y dijo “equipa”) también es cierto que los cambios en el lenguaje los impone el uso extendido. Por algo, la Real Academia Española incorpora cada año a su diccionario cantidad de vocablos “nuevos” provenientes del habla coloquial, como “mutear” y “encuarentenar”, entre los más recientes.

Aunque las palabras de Sacheri en la mesa de Juana Viale causaron revuelo mediático, el autor de La noche de la usina hizo foco en la arbitrariedad del lenguaje y en las imposiciones. Cuando la nieta de Mirtha Legrand le preguntó qué opinaba del uso de la e en ciertas palabras, Sacheri tomó aire y dijo: “Yo respeto toda iniciativa de visibilización. Si uno analiza un montón de conquistas, uno se hace la pregunta de ‘ah, yo pensé que esto era normal’. Ahora dicho eso, yo no siento que el lenguaje deba ser un campo de batalla, ni un campo de imposición”. Y agregó: “Respeto a quien usa el lenguaje inclusivo porque entiendo cuál es el sentido político. Creo que podemos evolucionar muy felizmente dentro del español que hablamos. Muchas de las reivindicaciones que pensamos, las generamos pensando en español. En otros países donde el universal no es masculino, sino femenino como en el alemán, tuvieron los mismos machismos y tuvieron las mismas felices evoluciones”.


Luego, miró fijo a la conductora y remató: “No me gusta cuando te dicen cómo tenés que hablar. Pero ojo, tampoco me gustaría decírselo a otro, por eso no me representan quienes se enojan con el inclusivo. ¿Sabés que es lo que no me gusta, Juanita? Que porque yo diga ‘hola, chicos’ se sospeche de mi criterio igualitario. Yo quiero que me juzguen por mis actitudes, no por los vocablos que elijo”.

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