miércoles, 24 de junio de 2009

Cuestiones de sombra


El 25 de marzo de 2002, el escritor y crítico argentino Blas Matamoro escribió un artículo en El Trujamán, donde revisa, a través de una serie de ejemplos, las soluciones encontradas por el mexicano Octavio Paz para traducir "entre dos polos".

Octavio Paz y la traducción

Alto en la poesía y en la prosa, Octavio Paz también lo es en la traducción, que él considera un género literario tan relevante como la redacción de los llamados textos originales. No hay origen en la palabra, porque toda palabra exige ser explicada por otras palabras y así hasta el infinito. Más bien diríamos que la palabra es la búsqueda de un origen imposible e imprescindible.

El traductor, en consecuencia, se tensiona entre dos polos. Dice Paz al respecto: «Perder nuestro nombre es como perder nuestra sombra; ser sólo nuestro nombre es reducirnos a ser sombra». El poeta, en cierto sentido, es quien siempre hace perder el nombre de las cosas para poder rebautizarlas y convertirlas en otras cosas. El que pretende fijar el nombre preciso de las cosas las convierte en meras sombras de cosas y se queda sin esa dimensión de fuga perseguida que tiene todo uso de la palabra.

Daré unos pocos ejemplos tomados de traducciones pacianas. Al traducir a John Donne, el poeta barroco inglés, Paz tiene muy presente el paralelo castellano, que es Quevedo. Pero se cuida mucho de traducir quevedianamente ciertas audacias de figura de Donne, para no cargar las tintas hacia el mal gusto. Luego se encuentra con que Donne menciona un objeto que en castellano se dice corsé. Le parece que corsé es algo muy connotado, para nosotros, con el vodevil del siglo XIX, y se decide por corpiño, que es más barroco y no tiene servidumbres de género literario menor. Es consciente de que ha cometido un desliz filológico, pero pagado con un acierto poético.

En el famoso soneto donde Mallarmé usa la palabra ptyx, que no quiere decir nada en ninguna lengua y que simplemente es una de las rimas de los cuartetos, donde tiene las tres únicas palabras francesas terminadas en yx y necesita una cuarta, que no existe en el código de la lengua pero sí en el léxico del poeta, como ptyx no significa nada y su rima en castellano es forzadísima, Paz la sustituye por conca, y el bibelot del verso siguiente es una caracola que se espirala como una pequeña cámara de ecos y un emblema del infinito, de esa dimensión infinita de la palabra con la cual trabajan los poetas.

Todo poema traducido es otro poema distinto del original, no su equivalente. Al cambiar los significantes por pasar de una lengua a otra, cambia la poesía misma. Lo que el traductor persigue no es conseguir un texto análogo al traducido sino unos efectos análogos a los que proyecta el bien o mal llamado texto original. La fórmula es de Valéry y Paz la recoge con fidelidad. La poesía no es la palabra sino la sombra de la palabra que busca el cuerpo que la proyecta. Cuantas más sombras consigamos, más rica será la imagen del cuerpo, más rico será el mundo que nos rodea y el cual rodeamos.

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