“Los perdedores siempre tienen razón”
Cada vez que Ricardo Piglia decide contrariado acudir a la Feria del Libro de Buenos Aires, logra imprimir su sello y -además de elevar la discusión- propone un debate posible y una vía de escape en medio de la parafernalia publicitaria que adorna por estos días a la Rural. En 2008 fue el encargado de inaugurar la Feria con una reivindicación militante de la poesía. El año pasado evocó a Roberto Arlt durante la presentación de El paisaje en las nubes, una selección de artículos del autor de Los siete locos. Ayer, auspiciado por Ñ y Clarín, Piglia intentó explicar “o empezar a conversar”, tal como dijo, “La tradición de la literatura argentina”. Durante la hora que duró su exposición frente a poco menos de 500 espectadores, se colaron definiciones íntimas del autor de Respiración artificial sobre literatura, política, el futuro del libro e incluso sobre fútbol.
Piglia eligió empezar a reconstruir la tradición literaria argentina a partir de las traducciones. Para eso, en varias oportunidades, recurrió a imágenes cargadas de literatura. Allí aparecieron entonces Mariano Moreno, Lucio V. Mansilla, Rosas. “Un país como el nuestro ha necesitado la traducción. Podríamos discutir a la traducción como un modo de democratizar el acceso a la literatura. Las traducciones fijan el estado de la lengua. Por eso se vuelven a traducir textos clásicos. Las traducciones de Enrique Pezzoni y Wilcock eran en un castellano indeciso, de ninguna parte. Hoy sufrimos las traducciones españolas”, largó Piglia en los primeros minutos de la presentación. Para el autor de El último lector y Crítica y ficción, las traducciones conformaron una estrategia de divulgación de ideas políticas. “Todas las revoluciones las hicieron los hijos de los libros. Las revoluciones las hicieron lectores, que intervinieron en las prácticas políticas. Las relaciones que se pueden establecer entre las traducciones y la función política podríamos imaginar el anunciado declive del libro. No soy futurólogo, pero quizás el declive del libro podría estar ligado a los declives de ciertas prácticas políticas”, señaló -con más sutileza que precisión- antes de recordar que “las revoluciones siempre fracasan” y que el resultado de la revolución francesa fue Napoleón, así como Rosas de la de Mayo y Stalin de la rusa.
Otra imagen de ficción que Piglia barajó en su disertación fue imaginar qué pasaría si se llevaran las discusiones actuales a la víspera de mayo de 1810. “Yo creo no habrían hecho la revolución. Habrían dicho que hay que consensuar. Los que piden conversar son los que tienen el poder, los que pueden manejar el diálogo”, señaló.
El público festejó cada ocurrencia de un Piglia verborrágico que intercalaba opiniones políticas con estéticas, si es que allí habita alguna fractura posible. Luego de leer la proclama de San Martín al Ejército de los Andes recalcó la apropiación del lenguaje popular que el libertador hace para apelar a ese mundo y construir “un nosotros”. “Un escritor escribe por y para los lectores y por y para los analfabetos, por los que no pueden leerlo”, insistió a la hora de recordar la importancia de los libros que acompañan los cambios en los usos del lenguaje, como El Martín Fierro u Operación Masacre. “Ese tipo de libros son acontecimientos más que documentos, porque nos enseñan sobre todas las épocas. Son los que fundan tradiciones, más allá de las discusiones por el canon”, dijo Piglia, quien a través de su obra crítica construyó gran parte del canon de la literatura nacional.
Ese gran corpus que nació con El matadero y en el que “los perdedores siempre tienen razón”, tenía para Piglia una funcionalidad al servicio del Estado, que ya no está vigente. “Nosotros, los escritores de mi generación –Saer, Briante y Di Paola– empezamos a correr a la literatura del discurso estatal. Sería horrible que hoy se eligiera a un escritor para escribir el gran libro del bicentenario. Hoy la literatura tiene que ver más con una construcción alternativa. La literatura ha perdido su vigencia en la construcción de ciertos sentidos, que ahora lo ocupan los medios. Por eso los debates son muy agudos y muy intensos, más allá de los intereses”, señaló a la hora de marcar cómo una nueva lectura de Arlt permitió ese corrimiento.
Para Piglia la tradición finalmente colabora en la discusión sobre la construcción de una memoria colectiva y en la casi siempre arbitraria y aleatoria política de archivo. “Lo que tratado de empezar a conversar es la construcción de tradiciones y el modo en que la literatura argentina es como una especie de río donde los escritores navegamos como podemos. Lo cierto es que ni estamos navegando ni yo me paso leyendo a Cambaceres. Leo a Joyce. Uno lee de otra manera, en un contexto distinto, usa y lee los textos de otra manera. Eso es lo único que tenemos”, terminó para que el público lo despidiera con un aplauso cargado de admiración hasta su próxima intervención.
La imagen y el audio de la charla pueden consultarse en
http://blogs.clarin.com/diariodelaferia/2010/05/02/ricardo-piglia-los-perdedores-siempre-tienen-razon/
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