Geoff
Dyer (1958) es uno de los más interesantes escritores británicos del presente. Se
maneja perfectamente bien en la ficción como en la no ficción (acaso su fuerte)
y es sinónimo de seriedad a prueba de modas (tal vez por eso no publique en
Anagrama…). Entre los muchos libros que publicó, los amantes del jazz destacan But Beautiful. A book about jazz (1991),
que en 1992 se hizo acreedor del Somerset Maugham Prize.
Acaso por ello, en
1997 fue publicado por Amaranto, de Madrid, traducido por María Luisa Capella y
Ceferino Caro López, con el título Pero
hermoso. Un libro de jazz. Hasta aquí, nada más que datos.
Ahora
bien, en la página 8 del original se habla de Lester Young y de Coleman
Hawkins. Se lee: “… Hawk
walked off the stand, threw his horn in back of his car, and gunned it all the
way to St Louis
for that night’s gig”. Lo cual Capella y Caro López traducen en la página
22 de su versión: “…Hawk se bajaba del escenario, arrojaba la trompeta en el
asiento trasero del coche y salía disparado hacia Saint Louis al espectáculo de
esa noche”.
Hawk
es el apodo de Coleman Hawkins. El fragmento en cuestión trata sobre él y sobre
Lester Young. No hace falta ser una autoridad ni un erudito en jazz para saber
que ambos fueron los dos saxos tenores más importantes de la primera mitad del
siglo XX. Cada uno definió un estilo del que luego saldrían prácticamente todos
los saxofonistas posteriores. Pero hasta esta traducción nadie sabía que
tocaban trompeta.
Podría
decirse que el error viene de haber considerado la palabra inglesa horn por lo que dice el diccionario (“corno”,
“trompeta”, “trompa”, “trombón”, “claxon”, “cuerno” entre muchos otros
significados) y no por la manera de hablar de los músicos. De hecho, en varios
diccionarios de slang se define horn como
a musical
instrument through which air is blown, horn being a term commonly used amongst
jazz musicians (“un
instrumento musicar a través del cual se sopla aire, siendo un término comúnmente
utilizado entre músicos de jazz”). En síntesis, cualquier instrumento de la
familia de los bronces o de las cañas puede ser un horn para un músico de jazz. Y si la duda persistía, se hubiera
disipado fácilmente acudiendo a la entrada correspondiente en cualquier diccionario
o enciclopedia sobre el jazz. No se hizo.
Supongamos ahora que los dos traductores fueron
ineptos por desconocimiento o simplemente porque tenían que entregar el trabajo
rápido para cobrarlo sin más. ¿No hubo en la editorial Amaranto, de Madrid,
ningún corrector que haya advertido el error, a esta altura, de cultura
general? Y el que compró los derechos de autor, cuando vio el libro publicado,
¿no pensó ni por un momento la burrada que le hacían decir en castellano a
Geoff Dyer, quien publicaba “un libro sobre jazz”?
Todo esto viene a cuento porque seguramente los
derechos que se compraron de este libro plagado de errores de traducción y
malentendidos como el que acabamos de apuntar debieron ser exclusivos para la
lengua. O sea, ésa es la versión que desde 1997 hasta el año pasado se leyó del libro. Así, un par de malos traductores y un mal editor no sólo le infligieron
un daño importante a un autor talentoso y francamente interesante, sino también
a todos los posibles lectores de ambas márgenes del océano. Y así es como
funcionan las cosas en el mundo editorial.
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